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La cumbre de Praga en Euskal Herria

Un fenómeno importante y esperanzador se está manifestando a escala planetaria: el auge de un nuevo y creciente movimiento popular. Muy variado y en gran medida original, cuyo objetivo común parece muy explícito: poner unos límites ­eso sí, para algunos bastante drásticos y para otros algo más suaves­ a la globalización capitalista.

Muchos habrán oído hablar del casi increíble logro de Seattle, EEUU, donde tuvo lugar a finales de 1999 la más importante concentración de una parte de este movimiento. El objetivo general era dificultar el trabajo de la OMC (Organización mundial del comercio), que en una reunión general en la ciudad norteamericana se proponía aprobar unas medidas interestatales de muy graves consecuencias sociales y culturales para todo el planeta. Hay que tener en cuenta que actualmente se considera a la OCM como uno de las instituciones clave del poder económico mundial. Los objetivos se cumplieron con creces: los trabajos de la OMC fueron suspendidos con la ocupación popular del centro de la ciudad y el consiguiente bloqueo de casi toda la actividad de las comisiones y de las asambleas plenarias. La quiebra técnica se transformó en un fracaso político de grandes dimensiones para el gobierno anfitrión y los demás estados del Centro, y en un revés económico considerable para las empresas transnacionales, que tenían que ser las beneficiarias directas del nuevo reparto del comercio mundial. Seattle no ha sido la única ocasión de manifestación internacional del nuevo movimiento popular: por ejemplo en Ginebra o Colonia se dieron otros pasos significativos en la organización de grandes redes de contacto entre grupos, colectivos y movimientos de todos las naciones y en la puesta en práctica de esta forma de lucha masiva y de encuentro festivo-combativo.

Contra el G7 ó G8, u otras organizaciones o centros de poder económico, político y cultural multinacional, se está erigiendo un nuevo poder simbólico, pero a veces muy efectivo, que llama la atención a cada vez más sectores populares y organismos sociales de toda clase en cada país, en el Centro o en la Periferia. ¿Se está acabando la era del reformismo cómplice de las ONG, que habían logrado absorber una gran energía crítica popular, en vista de hacer sostenible la globalización transnacional ¿Y en qué se diferencia este movimiento global de las históricas «Internacionales» anticapitalistas? En primer lugar: que no se une y organiza sobre la base de antiguas consignas ideológicas (comunistas, anarquistas, feministas, troskistas, etcétera). En realidad, favorece la diversidad ideológica en vez de la homogeneización, la heterogeneidad de las luchas en vez de primar una «vanguardia» obrera, la difusión en redes, sin centralismos, en vez de apostar por macropartidos y burocracias político-sindicales, y además apuesta por las nuevas tecnologías de comunicación en vez de medirse con el periodismo oficial, con sus rituales de ruedas de prensas y de toda una parafernalia mediática muy controlada por el poder económico.

En Euskal Herria, gracias a una característica tradición de asociacionismo, parecemos gozar de muy buena salud en relación a este fenómeno mundial. Contamos con unas bases sólidas de movimientos populares que ­teniendo en cuenta los muy difíciles condicionamientos políticos­ experimentan una gran variedad y extensi ón en casi todos los pueblos y barrios, desde Enkarterri hasta Maule. A pesar de una desconfianza casi congénita hacia el campo internacional, aquí también se ha despertado el interés hacia la nueva situación, y ya está en marcha un colectivo muy abierto, de ámbito nacional, «Hemen eta munduan», que ha conectado con las redes internacionales. En particular, nos hemos fijado llevar la voz del movimiento popular vasco a la nueva concentración internacional de Praga (26 de septiembre, Asamblea anual del FMI y del Banco Mundial). Un primer paso, donde se esperan de veinte a treinta mil representantes de toda Europa a manifestarse contra el centro de decisión económica del sistema. Pero, como en todos los países, habrá también movilizaciones locales, a las que pueden sumarse ­tendrían que sumarse­ todos los colectivos y organismos que perciben la importancia de la apuesta. Está en manos de todos manifestar y tomar parte del renacimiento de la lucha global, y de la solidaridad concreta y efectiva entre pueblos y movimientos. No precisamente enarbolando banderas ideológicas, sino cada uno en su terreno de lucha, desde su propia cultura y su específico proceso de autodeterminación, nacional y local.

La globalización capitalista afecta al ecosistema, a las culturas y pueblos oprimidos, al trabajador y a la cesta de la compra, a la educación o al baserri y a la pesca, al empeoramiento de todas las formas de represión, al desarrollo del patriarcado, del sexismo de toda clase, del racismo o de la marginación social... Por esta razón, desde el terreno de lucha de cada grupo o colectivo, podemos aportar algo al crecimiento de este fenómeno social global, que se propone parar el carro de la irracionalidad capitalista. El día 26 tendría que representar una cita importante. Se trata, en definitiva, de una manera muy efectiva, creativa y dinámica, de poner en práctica nuestra autodeterminación: juntos a los demás, contra el gran enemigo común, desbordando de hecho los marcos institucionales, rescatando y construyendo la independencia de Euskal Herria desde el internacionalismo. Un internacionalismo no ideológico y abstracto, sino de solidaridad práctica, en todos los terrenos concretos de lucha. Así también es posible empezar a reconstruir una sociedad democrática e independiente.

Karlo Raveli Eguzki-Lurra

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