La bolsa, la vida y la ética

x Alizia Stürtze - Historiadora

«El dinero no engendra dinero», escribía santo Tomás de Aquino. Es infecundo, pero la usura quiere hacerle tener hijos. El usurero va contra natura y está lleno de pecado, pues quiere obtener un beneficio sin trabajar. Su única posibilidad de salvación es pues la restitución íntegra de lo ganado. O el dinero o el infierno. O la bolsa o la vida, como expresa Le Goff en "La Bolsa y la Vida", que titula así precisamente porque, preparando el advenimiento del capitalismo moderno, la teología se inventa hacia el S. XIII el purgatorio, para que el usurero pueda engordar la bolsa aquí abajo, sin perder por ello acceso al paraíso, tras una breve escala en el purgatorio.

Es obvio que la Iglesia olvidó hace tiempo los pecados de usura y avaricia, como quedó patente con el asunto Gescartera en el que monjas y obispos invirtieron millones ante la promesa de que les permitirían robar más de lo normal. Lamentablemente, la debacle de las bolsas ha puesto también en evidencia que la izquierda está moribunda en Occidente, incluida Euskal Herria con su millón largo de inversores atraídos por ese «milagro» de los panes y los peces que les han prometido en el banco donde tienen los ahorritos.

Como santo Tomás, todos intuimos que el dinero no engendra dinero, y que si en una bolsa puramente especulativa como la actual lo invertido se multiplica, es porque estamos participando en el pillaje de otros pueblos y países, y permitiendo, entre otras cosas, la neocolonización del Sur por parte de las grandes burguesías yanki y europea. Telefónica, BSCH, BBVA, Repsol, Endesa, Iberdrola, Dragados, Prisa... todo un lobby empresarial español para saquear Sudamérica de acuerdo con la geoestrategia gringa... y con nuestra humilde aportación.

Pero es que, además, incluso desde una perspectiva de pragmático egoísmo, al seguir avariciosamente los consejos de «nuestros amigos asesores» no sólo nos hemos dejado estafar fraudulentamente (los peces gordos se deshicieron de sus activos hacia 1999) y hemos favorecido una aún mayor concentración de capital (nuestro dinero se lo ha quedado alguien), sino que, además, hemos contribuido a que Madrid y Gasteiz sigan privatizando lo público y promoviendo la reducción del reparto social del dinero público.

No se trata pues simplemente de que Prodi o Bush establezcan medidas para castigar el «fraude», sino de que la gran mayoría trabajadora pasemos, por un lado, a exigir información sobre en qué y para qué se invierte nuestro dinero, y, por otro, recuperemos la lucha por nuestros derechos al desempleo, al trabajo de calidad o a una pensión digna garantizada por el Estado. Los capitalistas son ellos y son el Enemigo.

(Gara)

 
         
   
 

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