Cuerpos colonizados

x Alizia Stürtze - Historiadora

Enormes calzones diseñados, al parecer, para enseñar los calzoncillos, ya que cuelgan desde la zona del cóccix hasta media tibia; torsos y brazos artificialmente musculados, moldeados por pegadas camisetas elásticas, con profusión de banderas yankis; zapatillones deportivos (?), confeccionados expresamente para lucirlos con los cordones sueltos y llevarlos arrastrando; gafas de sol de doble uso, válidas tanto para ajustarlas a la cabeza a modo de diadema ­normalmente cuando hace sol­, como para llevarlas sobre el arco de la nariz, es decir, en su sitio ­pero ya cuando anochece­, con la incomprensible finalidad de asemejarse a algún insecto homóptero de ojos salientes; gorra de jugador de baseball y teléfono móvil, para mandar y recibir mensajes estúpidos; muchos piercings y tatuajes y un gusto desmedido por las palomitas; para desplazarse, a veces un patín, otras una moto o un coche con la música bien a tope, que la cosa va de molestar y de que el personal se entere de que existes. Todo ello de marca bien reconocible, con el objetivo más o menos inconsciente de ofrecer una apariencia lo más prototípicamente yanqui posible.

Así es como van uniformados este verano muchos de los jóvenes que veo. De las chicas podría hacerse una descripción similar, igualmente estándar, absurda. Gente ovejuna, según "La oveja mansa", novela de ciencia ficción que ironiza sobre la relación entre lo absurdo de la moda y la teoría del caos. Cuerpos colonizados que encarnan mentes colonizadas, si nos atenemos al interesante trabajo "Imperial Bodies", en el que E.M. Collingham investiga sobre el cuerpo como lugar desde el que se ejercitan el poder político y el dominio; sobre el que el imperialismo regula y moldea al individuo y, a través de él, disciplina y transforma la estructura social; máquina que construye, visualiza y vehiculiza la dócil interiorización de los modelos de comportamiento, los estilos de vida, los valores, las actitudes y las ideologías que históricamente interesan a quien monopoliza el poder, EEUU en estos inicios del siglo XXI.

En el siglo XIX, el cuerpo fue central en el imperialismo británico: el cuerpo burgués victoriano, disciplinado y rígido, era la encarnación de la racista superioridad inglesa. Hoy, la sumisión al imperialismo estadounidense pasa también por hacernos desear una imagen corporal, unas formas de comer, vestir y consumir, unos modos de vivir el sexo, el trabajo, la diversión, la salud, la enfermedad y la muerte claramente made in USA.

Por ello, porque hay una relación entre el cambio económico y social y el cambio en la estructura de la personalidad a través de la elaboración del cuerpo como instrumento de dominio, la lucha antiimperialista pasa necesariamente por una elaboración auténticamente liberadora del mismo.

Gara - 04/08/03

 
       

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