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Sección de Alizia Stürtze

Recuperar las palabras
Alizia Stürtze

Hay palabras neutras como mesa, silla, pera o hierba. Otras, sin embargo, como paz-pacifismo y violencia, justicia, libertad, democracia o derechos humanos, tienen color y sabor; tienen partido y un marcado contenido de clase; son polivalentes e históricas, es decir, están relacionadas con el código semántico imperante en un momento dado y su función social depende directamente de la relación de fuerzas coyuntural (de la situación en que se encuentre la lucha de clases) y del sistema ideológico imperante que de ésta se deriva. Por ello, pueden pasar de ser conceptos para el combate, cargados de riqueza revolucionaria, en cuanto que representantes conceptuales del universo semántico de un pueblo en lucha, a convertirse en palabras superficiales y alienantes, manipuladas y mancilladas por el poder hasta darles un sentido contrarrevolucionario y paralizador que responda a los intereses de la clase hegemónica.

La historia semántica de la palabra "paz", por ejemplo, es tremendamente ilustrativa en este sentido. La iglesia católica la ha utilizado durante siglos como opuesta y superior al concepto de justicia social (peligrosamente convulsionador del orden social imperante), con el perverso fin de producir en las masas la resignación ante la injusticia en espera de un mundo mejor. Actualmente, desde el fin de la guerra fr’a, el poder y su veh’culo de manipulación ideológica (los medios), han hecho interesadamente suyo el binomio paz-pacifismo, desvirtuándolo y despojándolo del sentido revolucionario que tenía en los años 60-70 en que, unido siempre a la lucha por los derechos fundamentales del ser humano a la vida, a unas condiciones de vida decentes, a la seguridad jurídica, etc . . . fue estandarte de muchos movimientos revolucionarios frente a ese imperialismo que ahora se disfraza de humanitarismo. Han convertido la paz en algo abstracto, supuestamente neutro, "bueno en sí" y relacionado con los "inalienables derechos individuales", es decir, en la práctica, con el derecho individual del capitalista a ejercer la violencia, o sea a explotar y enriquecerse a costa del sufrimiento de los demás. Consecuencia de ello es la descalificación del derecho del oprimido a utilizar la violencia revolucionaria y la conversión del capitalista, verdadero ejecutor permanente de la violencia a través de su control sobre los estados, las policías y los ejércitos, en un pacifista humanitario dispuesto (cómo no!) a apoyar con sus óbolos a esa gran mayoría de movimientos pacifistas que, con su "cristiana" disposición a tergiversar y ocultar esa violencia intrínseca del capitalismo, han hecho posible que en Euskal Herria 315 jóvenes (de ellos numerosos menores de edad), supuestamente relacionados con la kale borroka, hayan sido detenidos, interrogados y torturados durante 1997 y, por el hecho de ser jóvenes abertzales, desprovistos desde la prensa, la policía y la justicia de esa democrática "presunción de inocencia" que sólo vale para banqueros excesivamente "pillines o arribistas", miembros del GAL y políticos corruptos con hermosas cuentas en Suiza.
El capitalismo, en ésta su nueva etapa, sólo puede mantener su tasa de ganancia agravando aœn m‡s las condiciones de explotación y opresión de los pueblos, es decir, aumentando su grado de violencia. Para ello, les interesa educarnos en el silencio, la pasividad y sobre todo en eso tan peligroso que es la "neutralidad", invirtiendo -y al invertir desactivando- el sentido radical de todos los términos relacionados con la liberación real individual y social del ser humano.

Recuperemos para la lucha conceptos tan hermosos como los de paz, justicia, violencia revolucionaria o democracia y libertad, hoy en día tan mancillados. Los necesitamos para avanzar en el camino de nuestra liberación.

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