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Mundo :: 13/03/2003

Fujimori: Allegro danzante, tocata y fuga en sol mayor

Profesor J

El Fuji, que debe ser familiar de los fotógrafos nipones del Sol Naciente, cuando era capataz de la hacienda, digo presidente de la res-pública (cosa pública, latín) en Perú, hizo lo que le vino en gana. Con el pretexto del terrorismo, ya que las guerrillas le salían hasta en la sopa, desmanteló las instituciones llamadas democráticas, que no son más que palos para sostener la carpa del circo, se sacan y se ponen cuando hay función, y lanzó las tropas a la calle para defender la paz social de los sepulcros. Hizo miles de prisioneros, asesinó otros tantos, implantó la paz orweliana de 1984 y, por si fuera poco, aumentó de forma un tanto descarada su pecunio, el bolsillo dirían los prosaicos.

Colocó para soplarle en el oido a su propio Richelieu, su Rasputín, el consejero del magnífico soberano, Montesinos, otro vivaracho, que ocupaba un alto cargo en el aparato más tonto del ejército, el G-2, el servicio de inteligencia, lleno de brutos. Ambos muy tomados de la mano y dando saltitos como niños por la calle hacia la escuela, se sentaban a jugar metrópoli en locales privés, allí se repartían los terrenos, compraban y vendían casas, se comían las fichas de los otros y se sacaban la suerte entre gitanos. Todos sabemos jugar metrópoli con el tablero y los dados. Pero estos dos orangutanes (¿Montesinos es peludo? Ya que el Fuji no tiene ni un pelo, ni de inteligente ni de tonto, ni de más o menos ni de nada), lo hacían de verdad, metían fichas en las bolsas de valores y organizaban sonadas fiestas con los empresarios. Relataban sus aventuras donde le cortaban esta o la otra parte del cuerpo a los prisioneros políticos entre carcajadas y tragos de buen wisky escocés de 14 años para arriba.

Hasta que los guerrilleros entraron en medio de la fiesta.

La velada se efectuaba en la residencia diplomática nipona, no recuerdo si para celebrar Pearl Harbour o el cumpleaños de la tía abuela por parte materna en segunda generación colateral derecha del emperador Hirohito o de alguno de sus honorables descendientes, o algún acontecimiento de esos que justifican la buena vida de los poderosos. El hecho es que el recinto estaba lleno hasta el tope de elegantes caballeros de frac y corbata humita, emperingotadas señoras, una de las cuales llegó a ser diputada fujimorista, y guapas mozas dignas del apetito de los estirados señores que degustaban delicadamente el buen wisky y el sake con uno que otro toque de pulpo japonés o de piraña de los males olientales, digo de los mares orientales, no vayan a creer que me refería al maloliente ambiente de pilaña, digo piraña.

Hasta que sake! Entran los rebeldes armados hasta los dientes y agarran a todos de rehenes. Ni probaron el wisky ni el sake, ya que a ellos les gusta el pisco sour, como a mí, sin importarles si la uva y el limón vienen más del norte o más del sur, si el pisco trae una etiqueta de empresarios chilenos o peruanos, que ambos son lobos de la misma camada.

Rapidamente se reunen los altos mandos, comandos, contramandos, requetemandos hasta quemandos y el representante diplomático del Sol naciente informa que ellos tienen experiencia de como tratar esos asuntos, pues ya tuvieron que enfrentar en su país a la guerrilla de Ejercito Rojo Japonés, que no tengo claro como se escribe en ese idioma, pero sabrán disculpar. Esa guerrilla japonesa tenía un grado de organización muy secreto y dieron algunos golpes espectaculares, siendo más difícil para el gobierno agarrarlos a ellos que a los de la Yakuza, la mafia local que en realidad, como toda mafia que se precie, está vinculada a las altas esferas del poder, en especial a los menos tontos de la inteligencia. Dicho y hecho, llegaron los expertos japoneses y estudiaron junto a Fujimori, Montesinos y sus principales secuaces, varios planes para hacer pedazos a los guerrilleros sin importar los rehenes, exceptuando, claro, los japoneses.

El capital proveniente del Japón enriquecía fuertemente a Fujimori, Montesinos y otros de los más próximos. Los japoneses habían llegado en la década del 70 a Ecuador con el boom petrolero que fue administrado en gran parte por los militares de aquel país, la escuela de Lucio, el otro miembro del fantástico eje Lulú que inventaron las izquierdas del continente con gran apoyo propagandístico de medios de información progres, y que incluía a Lula, la niña de los ojos del FMI y el caballero de la esperanza de la neo-conciliación de clases con el capital. También en la década del 70 los nipones penetraron fuertemente en Chile con apoyo de los militares locales, que por su parte habían hecho sus masacres, campos de prisioneros, torturas, desaparecidos y otras gracias.

En Perú la alianza nipo-fujimorista llegó al punto de la simbiosis y le dieron un pasaporte japonés al tal. Los enjuagues y negociados entre ambos no deben salir a luz. Había mucho que proteger, por eso la invasión al recinto diplomático debía saldarse con un montón de muertos, pacto de sangre que comprometió a sus actores hasta que la muerte los separe. Ahora el Fuji se encuentra fugitivo bien protegido en Japón, y la Interpol ha dado orden de agarrarlo donde sea. El gobierno japonés estudia el caso, pero pacto es pacto, y Fujimori amenaza con abrir la boca de que ellos, los del imperio del Sol Naciente, fueron los que organizaron los detalles de la masacre.

Pinochet se hizo el loco para escapar al juicio. Fujimori, en su tocata y fuga al sol mayor después del allegro danzante se hace el japonés.

Abrazos.
Profesor J
profesor_j@yahoo.com

 

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