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Estado español :: 04/02/2007

El origen español de la Triple A

La Haine
Un coronel franquista facilitó a Perón parte del plan que sirvió de base para crear la organización terrorista argentina que, en menos de tres años, asesinó a cerca de 1.000 adversarios. Hoy, su viuda, 'Isabelita', y Rodolfo Almirón, uno de los jefes de la Triple A, han visto roto su apacible exilio en España y están retenidos a la espera de una respuesta política a la petición de extradición

Francisco Franco aceptó en 1960 como refugiado en España al ex presidente de Argentina Juan Domingo Perón, que llevaba cinco años a la deriva por Latinoamérica tras ser destituido por un golpe militar de corte reaccionario. Esa acogida retribuía los barcos cargados de carne y trigo que Argentina había enviado en 1946 y 1947 a la península, rompiendo el bloqueo dispuesto por la Sociedad de Naciones sobre el régimen, al igual que antes lo habían roto otros enviando armas a Franco.

De enlace político entre Franco y Perón actuaba el coronel franquista Enrique Herrera Marín, que antes había realizado varias misiones especiales. Por ejemplo, viajó a Buenos Aires con una carta de Franco, que rogaba más alimentos a Perón y su esposa Evita, verdadero soporte de clase del Gobierno peronista hasta su muerte de cáncer en 1952. También ayudó a crear en República Dominicana -luego de la revolución cubana- la Legión Anticomunista Internacional, formada por mercenarios de países europeos y latinoamericanos.

Aunque debió transmitirle a Perón la exigencia de Franco de que se casara con la mujer con la que convivía, la ex bailarina María Estela Martínez de Perón, alias Isabel -evento concretado en 1962-, Herrera Marín hizo amistad con el exiliado y solía pasar muchas tardes en la residencia de Puerta de Hierro, bautizada "17 de octubre" en honor a la fecha de 1945 en que cientos de miles de obreros, liderados por Evita, marcharon a plaza de Mayo y lograron que los militares devuelvan la libertad a un Perón preso.

Según las versiones de más baja estofa, emanadas de la dictadura militar, allí la pareja dormía en el mismo cuarto con el cadáver de Evita. La realidad, según los autores serios (entre ellos Miguel Bonasso, mencionado más adelante), es que el cadaver momificado estaba conservado en una habitación especialmente acondicionada del altillo.

Perón era un líder carismático y nacionalista, con muchos ingredientes fascistas, que había gobernado Argentina de 1946 a 1955 con cierto éxito mientras mantuvo el fuerte apoyo obrero logrado por Evita. A la muerte de esta, la deriva de Perón hacia políticas de compromiso con la oligarquía terminaron quitandole buena parte de ese apoyo, lo que precipitó el golpe de estado.

A pesar de esto, y dadas las condiciones de explotación en que los militares y gobiernos civiles subsiguientes sumieron al país, la mayor parte de la clase obrera peleaba porque retornara al país. Muchos burócratas sindicales y del partido peronista peregrinaban a Madrid en busca de instrucciones, aunque también algunos revolucionarios. Durante los días previos al regreso definitivo -el 20 de junio de 1973 y que desembocaría en su tercera Presidencia de la República- Herrera Marín conoció a más peronistas que nunca. Entre ellos, trabó relación con Alicia Eguren, la viuda del dirigente revolucionario peronista John William Cooke, amigo del Che Guevara y fallecido en Cuba, ella misma militante del peronismo revolucionario, la cual en 1976 terminaría secuestrada y desaparecida por la guerra sucia de la dictadura militar.

Pedro Cotella, único hijo de Eguren, presenció cuando Herrera Marín, en secreto, le dejó a su madre echar un vistazo a un dossier que entregaría minutos después a Perón. «Ese documento era ni más ni menos que el diseño de un proyecto de represión basado en la experiencia de la Guerra Civil española», contó el testigo, según consta en el libro López Rega, biografía, del escritor Marcelo Larraquy, publicado por Editorial Sudamericana.

Gloria Bidegain, hija del gobernador electo de la provincia de Buenos Aires y miembo de la organización Montoneros, Oscar Bidegain, también acompañó a su padre, en mayo de 1973, a reunirse con Perón en Madrid. En una de las tertulias de sobremesa presenció cómo Perón le decía una confidencia a Bidegain: «Lo que hace falta en Argentina es un 'Somatén'». Así figura en su testimonio volcado al libro 'El presidente que no fue'. Los archivos secretos del peronismo, editorial Planeta, del periodista y escritor Miguel Bonasso, actual diputado nacional y premio Novela Negra de Gijón por su obra testimonial 'Recuerdo de la Muerte'.

Con esa referencia tan puntual a la historia negra de España, Perón no hizo sino inspirarse en el Somatén, un cuerpo armado paramilitar de Cataluña, originario del siglo XI y reflotado en el XIX por el brigadier Joaquín Mola y los patricios de Barcelona, que cobró nuevos bríos con el general Primo de Rivera al asestar su golpe de Estado en 1923.

Perón se alimentó en el padre del fundador de la Falange porque tenía plena conciencia de que en su tercera Presidencia debía combatir a las guerrillas que él mismo había alentado desde el exilio para azuzar a los militares, Montoneros y Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) entre las peronistas; ERP, FAR y FAL entre las marxistas. Si no acababa con ellas, le resultarían inmanejables e iban a disputarle la conducción política.

Por eso delegó cada vez más responsabilidades en su ala derecha, Isabel, y su hombre de confianza, José López Rega, alias El Brujo por sus aficiones al esoterismo y a la astrología, al cual ungió Ministro y hombre fuerte de su tercer Gobierno. López Rega, un gris ex policía, terminó reclutando a sus ex camaradas de la fuerza y ultraderechistas pistoleros para armar el Somatén argentino: la Alianza Anticomunista Argentina (AAA o Triple A).

Los terroristas de la Triple A ofrendaron su bautismo de fuego en honor a Perón cuando el líder, ya con 80 años, regresó al país a bordo de un avión chárter de Alitalia, solventado por el italiano Licio Gelli, il capo de la logia masónica de ultraderecha Propaganda Due (P2), poco antes de que la aeronave aterrizara en el aeropuerto bonaerense de Ezeiza.

Aupado al palco montado a las afueras del aeropuerto para que el líder hablara a la multitud, estimada en más de dos millones de manifestantes, Jorge Osinde, teniente coronel retirado y secretario de Deportes del Gobierno peronista, encabezó un grupo de matones que ametralló a las columnas de militantes y simpatizantes de la Juventud Peronista, el ala izquierda del partido. Aquella escena propia de una película de la mafia neoyorquina pasó a la historia contemporánea de Argentina con el nombre de la masacre de Ezeiza y, aunque nunca hubo cifras oficiales de víctimas, se calcula que costó la vida al menos a 40 manifestantes y dejó heridos a varios centenares.

En los tres años siguientes los muchachos de la Triple A intensificarían su cosecha de sangre eliminando a tiros y bombas a casi un millar de argentinos. La idea de Perón de revivir en Argentina la experiencia del Somatén se fortaleció en las tertulias que mantenía en Madrid con varios personajes de la fauna nazi y fascista que pululaban por la villa en épocas de Franco.

Entre otros, estaba Otto Skorzeny -general de tropas de asalto de Hitler y rescatador de Mussolini en su cautiverio-, Jean Maurice Bauverd o León Degüelle. Ese grupo «gozaba de protección en España por parte de dos funcionarios del régimen: Gerardo Lagüens, ex combatiente de la División Azul, y Antonio Cortina, sobrino nieto de Pedro Cortina, último ministro de Exteriores de Francisco Franco», según se afirma en el libro 'La fuga del Brujo', de Editorial Norma, del periodista de investigación Juan Gasparini, también premio Novela Negra de Gijón. Pedro Cortina es también padre del famoso (en las revistas del corazón) financiero Alberto Cortina y de Alfonso Cortina, presidente de Repsol YPF hasta 2004. Como se ve, los "funcionarios del régimen" siguen gozando de "protección" en España.

Incluso Antonio Cortina, según esa obra, acogió en Madrid a El Brujo López Rega en 1975, cuando debió abandonar el país por la presión popular y aterrizó en Barajas con el título de embajador argentino plenipotenciario, escoltado por los jefes de la Triple A Juan Morales y su yerno, Rodolfo Almirón Sena, el cual, en pocas semanas, se empleó en la seguridad de Manuel Fraga Iribarne, que se encontraba al frente de Alianza Popular.

A través de varias sociedades dedicadas al tema de seguridad, Cortina se abocó -siempre según Gasparini- a «fichar a extranjeros» para la denominada matanza de Montejurra, en Navarra, ocurrida el 9 de mayo de 1976, en la que murieron dos monárquicos carlistas, cuando Fraga era ministro de Gobernación. La descripción de aquella jornada brutal, con ametralladoras pesadas y crímenes documentados con fotografías y filmaciones, en los que estaban presentes conocidos terroristas como el italiano Stefano della Chiae, también dan cuenta testimonial de la presencia de Almirón, Morales y otros argentinos de la Triple A.

Treinta años y tantisimos cadáveres después, hoy Isabel y Almirón están "detenidos", aunque ella en su mansión de las afueras de Madrid, y aguardan la decisión política, bastante improbable, de ser extraditados a Buenos Aires para rendir cuentas a la Justicia por los crímenes de una organización criminal que, ahora se sabe, tuvo parte de raíz española.

Juan I. Irigaray / El Mundo


N de la R: Publicamos este artículo debido a su interés y actualidad, pero dada la gran cantidad de errores históricos que contenía, nos hemos visto forzados a modificar diversos aspectos del mismo.

 

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