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Estado español :: 21/01/2009

Menores presos: ¿reinsertar o segregar?

La Haine - Valladolid
Segundo día de estas "III Jornadas contra el sistema penitenciario".

Ayer martes tendría que haber tenido lugar la mesa redonda “Chavales presos, ¿Y después, qué?”, pero por diferentes motivos no pudieron asistir muchos de los ponentes. A pesar de esto, se llevo a cabo un interesante debate acerca de cómo actúan los grupos de apoyo a presos de diferentes ciudades, asuntos a mejorar, a analizar y en que situación se encuentran los chavales en estos momentos.

La primera persona en intervenir era de Burgos, el cual hace seguimientos y apoyo a chavales presos de esta ciudad. En su opinión, la situación actual no ha cambiado mucho en los últimos años. En relación a la puesta en marcha de la Ley del Menor llevaron a cabo una campaña de denuncia para frenar procesos injustos, pero esta se desarrolló. Aún así, siguen queriendo plantear el debate, a pesar de que las leyes y el reglamento interno de los centros sea mucho más cerrado y va siendo más complicado denunciar las situaciones injustas con las que se encuentran.

Así mismo, tienen muy claro que no quieren colaborar con el desarrollo de la ley. Aunque siempre existan contradicciones quieren ser lo más consecuentes posible, por lo que no desarrollan talleres con ellos, pues piensan que ya son mayorcitos para entretenerse ellos solos en las calles, ni les dan alojamiento en sus casas. Lo que si que hacen es darles apoyo jurídico, pues es lo que más necesitan dentro del centro. Generalmente, vienen de familias pobres, tienen poca cualificación, incluso muchos son analfabetos, por lo que desconocen sus derechos y se agrava la indefensión dentro de los centros.

La razón por la que se dedican a esto es para luchar por la igualdad de clase, por solidaridad y apoyo mutuo. Es una lucha política contra el capitalismo con el objetivo de que sean luego estos chavales los que ejerzan esa solidaridad, esos valores que intentan que interioricen. Pero ellos siempre han tenido que buscarse la vida, han robado, han pisado al de al lado, por lo que es muy complicado. No suelen cambiar lo suficiente, y el ritmo es muy lento. Aún así, cree necesario continuar el debate con ellos.

A continuación, se habló sobre qué hacer y qué ocurre cuando los chavales salen de prisión.

Señalaron que después de entrar y salir de la cárcel durante años se siguen comportando como lo hacían antes de ingresar por primera vez, pero con unas vivencias y condiciones psicológicas aún peores. Ellos mismos dudan en la manera actuar ante esta situación, qué ofrecerles y cómo. Si una vida “normalizada”, ayudarles a encontrar un trabajo remunerado dentro de ese sistema capitalista contra el que luchan y que se integren en él (pero sin plasmar los roles capitalistas, como puede ser el machismo, etc.), o ayudarles a que sigan con sus vidas como hasta ahora, pero intentando mejorar la situación, es decir, que no les vuelvan a encerrar. Se les aparecen muchas contradicciones. Seguros están de que quieren hacerles ver en que situación se encuentran, cual es el papel que les ha tocado en esta sociedad, la cual les ha tratado de manera diferente por carecer de recursos económicos. Es decir, crear consciencia. Cuando salen son dependientes del centro, por lo que pretenden que sean autosuficientes para atacar al que de verdad les hace estar en esas condiciones, no al de al lado, ser partícipes del entorno social, que vean como actúan ellos. Es complicado, ya que cuando se encuentran dentro de la prisión tienen una vida ya planificada, no toman decisiones. Cuando salen han perdido esos años en los que aprendes a elegir, a equivocarte, por lo que carecen de unos valores, de unas vivencias necesarias para poder desenvolverte, para saber identificar enemigos. El engranaje capitalista no lo ven, no saben ni lo que es. Por ello, intentan que tengan contacto con otros entornos, como por ejemplo, realizando talleres en centros sociales okupados. Se tiene que intentar conseguir que se retraigan de esas necesidades inmediatas, que vean que dentro de un modelo capitalista se pueden satisfacer esas necesidades de diferente manera, es decir, de forma colectiva.

A partir de esto surgió el debate de qué hacer cuando un chaval se revela dentro del centro.

Se dijo que es plausible esa situación (si es por iniciativa propia), pero es algo que supone días de aislamiento, prohibición de visitas, por lo que no se les incita. Lo que si que se apoya es la solidaridad entre los presos, por ejemplo, por defenderse entre ellos ante una agresión de uno de los carceleros. Esta situación se puede traducir en un proceso de madurez enorme (aunque para los educadores sea lo contrario). Han elegido actuar de una determinada manera conociendo las consecuencias, son conscientes de que son presos, que ya no tiene nada que perder. En el momento en el que salgan van a saber desenvolverse en su día a día.

Por supuesto, todo depende de la personalidad de cada uno, los hay más vulnerables o más fuertes, pero tiene también un papel muy relevante el uso de drogas y medicamentos en los chavales. En las cárceles se puede acceder a estos con mucha facilidad.

Otro asunto de los que se habló fue la relación entre los miembros de los grupos de apoyo con los funcionarios o educadores.

Desde un principio tienen una actitud muy dura hacia los funcionarios, por lo que estos se sienten amenazados y si alguno quiere informar de alguna situación lo suele hacer de manera anónima, nunca directamente. Por ello, no se sabe si el no dialogar es positivo, ya que siempre que se ha conseguido cerrar un centro ha sido por la actuación de estos. Aún habiendo chavales con parte de lesiones y evidencias de maltrato, si nadie del centro ha intervenido, el caso se ha archivado. Pero así mismo, en las ocasiones en las que ha habido un acercamiento lo han utilizado para investigarles. También cabe la duda si los centros se cierran por los diferentes abusos o circunstancias que se dan o porque dejaron de ser rentables económicamente.

Otro de los problemas que identifican es el proceso de privatización de la universidad, ya que habrá un acceso mucho más restringido a carreras como Trabajo o Educación Social, por lo que los profesionales serán gente clasista y aburguesada.

Ven dificultades también a la hora de realizar cursos con educadores con ideas cercanas a las suyas a nivel estatal, ya que no en todos los lugares utilizan los mismos métodos. En Cataluña abusan de los fármacos exageradamente, lo usan como modelo educativo. Aquí utilizan la psicología conductual, es decir, si no das problemas obtienes beneficios. El modelo vasco es el más protocolizado, no está privatizado, pero también es el más peligroso, ya que no existen denuncias de maltrato. Son los educadores de allí los que más demandan información sobre estos cursos. Estos explican que es imposible que se den esas situaciones. Aún así, se sabe de casos de mutilaciones y torturas a menores.

También se señaló que es nulo el apoyo a menores presos en el estado, ya que les venden como personas vulnerables, convencen a la sociedad de que el estado les está defendiendo y protegiendo. Pero la tortura se da y hay muertes. El personal de seguridad de la cárcel de menores es igual que el de un supermercado, pues de eso se trata: de mantener el negocio.

Se explicó que los abogados no tienen acceso a los chavales. A través del procurador del común sí que se ha conseguido ir en alguna ocasión al Zambrana, pero son las menos. Se les dice que primero deben llamar al centro y preguntar si se está cometiendo alguna irregularidad y obviamente, nunca responden que si. Los centros de menores son cárceles mucho más cerradas que una prisión para adultos y se encuentran en muy peores condiciones. Los funcionarios de estos centros no están capacitados, no saben tratar a los menores, por lo que funcionan a base de represión y es muy difícil actuar desde fuera. Si un chaval a sido agredido no dejan que nadie se pueda comunicar con él hasta que no desaparezcan las evidencias físicas de lo que ha sufrido.

Se preguntó acerca del tema del aislamiento. Todo ello es legal y también saben como jugar con sus leyes. El tiempo máximo de aislamiento es de 7 días, pero después de ese tiempo les sacan media hora y les vuelven a dejar solos otros 7. Ante esto, el chaval puede llegar a denunciar y el juez darle la razón, pero todo ello sucede después de que el menor ya haya cumplido el castigo.

Para concluir con el debate insistieron en que los chavales presos están más olvidados que ninguno y que se trata de crearles consciencia de todo lo que les pasa, ya sea fuera o dentro del centro, y hacerse conscientes también ellos mismos, aprender a enfrentarse a las cosas de diferente manera. Por último, propusieron a los que sean cercanos a este tema y lo conozcan que les den ideas, otras líneas de trabajo para ir mejorando y aprendiendo día a día.

Hoy miércoles: charla "Cárcel y droga", a cargo del colectivo madrileño Madres Contra la Droga. A las 20:30 en La Casa de las Palabras (C/ San Ignacio, 5)


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