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Argentina :: 17/11/2010

¿A donde va la CTA?

Enrique Gandolfo
Las elecciones del 23/9 han dado un fuerte golpe a la credibilidad de la CTA [la segunda central sindical argentina]

Una central que desde sus orígenes se presenta como un sindicalismo de nuevo tipo, democrático, participativo, asentado en el protagonismo de la base para elegir representantes y tomar las decisiones. Hasta el positivo hecho del método del voto directo para designar los cargos en las comisiones nacionales, provinciales y regionales queda ensombrecido a la hora del balance de la elección.

Se informó de un padrón de 1.400.000 afiliados y han concurrido a votar solo 270.000 en medio de una elección que por primera vez era reñida y a raíz de ello alcanzó una amplia repercusión nacional. A ello debe sumarse la falta de transparencia en el resultado, con acusaciones cruzadas de maniobras fraudulentas y el retiro de la CTA luego de la elección de uno de los movimientos territoriales más numerosos como la Tupac Amaru. En este cuadro el mismísimo líder de la CGT Hugo Moyano se permitió ironizar sobre los procedimientos en la central alternativa.

En un primer análisis se puede afirmar que la mayoría de los trabajadores afiliados a la CTA no sintió que su voto, que definía un rumbo político para la CTA, estuviese conectado con sus aspiraciones y necesidades inmediatas, mucho menos con su futuro como integrante de la clase trabajadora. Mucho tuvo que ver en esto que la campaña de las listas mayoritarias se ciñera principalmente en definir como ubicarse frente al gobierno nacional, colocando en un segundo plano el tipo de central que se quiere construir y como encaminar la lucha por nuestras conquistas laborales, por el trabajo genuino y contra la precarización laboral o el trabajo en negro.

Una representatividad alcanzada en las condiciones señaladas nace bajo el signo de la fragmentación y la desconfianza. Aún así cabe destacar que el activo sindical que sí fue a votar y le dio el triunfo a Pablo Micheli, de acuerdo a lo informado por la Junta Electoral, refleja en su decisión un rechazo (por convicción o por optar por un considerado mal menor) al derrotero de seguidismo y subordinación al gobierno nacional encarnado por Hugo Yasky.

¿Cómo llega la CTA este estado situación?

La falta de interés en ir a votar en esta elección es también un síntoma de un cuadro de desmovilización de la clase trabajadora, del retroceso de los movimientos territoriales, sumado a un aletargamiento ante la ausencia de una perspectiva política propia que permita terciar con fuerza en un escenario ocupado por el kirchnerismo y la oposición de derecha parlamentaria. Y en esto último el derrotero de la CTA ha hecho su contribución: la conducción de la Central, compartida durante 17 años por las dos listas mayoritarias ahora enfrentadas, dilapidó aquella potencia política inicial gestada en los encuentros fundacionales de Burzaco y Rosario. Aquella propuesta de “un espacio de referencia sindical para una estrategia de poder nacional, capaz de transformar en demanda política los conflictos sociales que cotidianamente sacuden a nuestro pueblo”. Un espacio de” unidad de los trabajadores independiente de los gobiernos, las patronales y los partidos políticos”

Esas ideas concitaron las esperanzas de cientos de luchadores que en todo el país nos dispusimos a resistir los planes de ajuste, saqueo y privatizaciones de la década menemista. El crecimiento de la CTA se produjo al compás de dos iniciativas políticas de gran trascendencia: la campaña del millón de firmas contra la entrega de los aportes previsionales al capital financiero (AFJP) y la Marcha Federal que movilizó miles de manifestantes de todo el país hacia la Plaza de Mayo (6/7/94).

Hay responsabilidades ineludibles en aquella dirigencia conjunta de la CTA, por haber puesto esa fuerza inicial a remolque de distintas políticas y gobiernos de signo opuesto a los intereses de los trabajadores y de la mayoría de nuestro pueblo. Ya por aquellos años se decide encolumnar a la CTA detrás una fuerza como el Frepaso y de políticos como Chacho Álvarez, camino que desemboca en los compromisos con la Alianza.

Las sucesivas claudicaciones y desvíos respecto ala fuerza original encuentran a la CTA en el 2001 metida para dentro, sin jugar rol alguno en medio de un proceso de movilización popular que pone en crisis la representatividad de la dirigencia política tradicional y cuestiona con fuerza los instrumentos de la dominación burguesa. Si esa conducción pudo caminar unida durante tantos años fue porque Yasky y De Genaro expresan concepciones de construcción sindical parecidas, aunque hoy difieran en sus tácticas políticas

Son expresiones de un sindicalismo de conciliación de clases cuyo horizonte no va más allá de la idea de alcanzar un reconocimiento por parte del Estado para estar en mejores condiciones de reclamar algunas concesiones al poder económico. Este tipo de sindicalismo tiene una base real (genuina) en una amplia franja de nuestra clase. No encarnan construcciones meramente burocráticas ancladas en la fuerza del aparato y la coerción sobre la base aunque tantas veces se han transformado en un obstáculo para el desarrollo de proceso de lucha masivos.

La democracia interna se respeta mientras no existan cuestionamientos profundos en la base. Ambas expresiones han pasado por arriba de mecanismos democráticos en instancias electorales (ATE en Río Turbio y Suteba en La Plata por ejemplo) y apelado a manipulaciones para la toma de decisiones en otras circunstancias. Las actuales diferencias viene de una caracterización distinta respecto al rol del peronismo kirchnerista y sus aliados.

Todo este proceso sumado a la elección de del 23 de setiembre ponen a la CTA en una encrucijada respecto a su futuro. Quienes pensamos en una Central capaz de sumar a un proyecto colectivo emancipador, una CTA que impulse activamente las profundas transformaciones sociales necesarias para hacer verdad la noble igualdad que cantamos en el himno, que retome nuestras mejores tradiciones de lucha como clase, necesitamos profundos cambios en su interior para recuperarla como herramienta de lucha. Para ello en primer lugar es imprescindible el ejercicio de una auténtica democracia de trabajadores que erradique toda práctica burocrática, las manipulaciones y las maniobras. Ser capaces de conjugar la fuerza y la determinación para batallar por las reivindicaciones inmediatas sin agotar allí el horizonte de lucha. Esto es además de debatir cuanto más reclamamos de salario y cuantos días de paro son necesarios, encaminar nuestras luchas como parte de un proyecto político colectivo más abarcador que apunte a desmontar los mecanismos más profundos de la injusticia y la desigualdad. Proyecto que sin duda deberá sumarse a los procesos de cambios sociales de carácter antimperialista y anticapitalista que se están dando en América Latina. Hay muchas señales y expresiones organizativas dentro y fuera de la CTA que confirman que hay un campo fértil para avanzar por ese camino En los últimos años se han desarrollado en distintos lugares del país un reguero de luchas, en el ámbito sindical se han conformado por voto de los afiliados nuevas conducciones seccionales, provinciales y de comisiones internas con un respeto irrestricto por los métodos democráticos y la construcción desde el protagonismo de la base.

Desde allí es posible proyectar una CTA diferente que se dirija al conjunto de los trabajadores y a todos y todas los que enfrentan la discriminación y la opresión en sus distintas formas, a los pelean contra la contaminación y en defensa del medio ambiente .

Una CTA que además debe definir una cuestión central de la coyuntura política: cómo desnudar los límites del kirchnerismo al tiempo que se marca fuego a la derecha política y económica que viene por más explotación por menos libertades y por más sufrimiento para los de abajo

* Enrique Gandolfo es secretario general (re-electo) de la CTA Bahía Blanca-Dorrego

Sudestada

 

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