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Nacionales E.Herria :: 26/06/2012

Nuevo tiempo político

Borroka Garaia
Aunque para política siempre sea mejor tener como referencia a Lenin que a Einstein, estaremos todos de acuerdo que al menos siempre es tiempo de lucha.

A la hora de analizar la situación politica las palabras utilizadas para ello tienen un peso importante. Especialmente si se hacen cotidianas y en cierta manera sistemáticas dentro del discurso político. “Nuevo tiempo”, “nueva fase”, “tiempo de soluciones”, “superación de la fase de resistencia” … son algunas de las palabras y conceptos que se han hecho comunes en el ámbito abertzale de izquierda y algunos de ellos incluso llegando a sobrepasar ese ámbito y asentandose en otros sectores sociales y políticos.

Cuando se articula un discurso, los conceptos empleados son importantes porque no simplemente sirven para poder explicar una coyuntura política determinada con la mayor exactitud posible sino que a su vez son construcciones ideológicas con una acepción determinada.

Es por ello que a veces es necesario pararse a reflexionar un poco sobre esos conceptos usados para en primer lugar saber lo que se quiere decir y transmitir, cerciorarse que las acepciones de lo que se plantea son las compartidas por los receptores y evitar las repeticiones mecánicas no muy reflexivas. Ya que la repetición mecánica de conceptos sin reflexión al ser también construcciones ideológicas no simplemente son recursos del lenguaje que forman una retórica sino que ideologizan.

¿Existe un nuevo tiempo político?, ¿Estamos en una nueva fase?, ¿Se dan las condiciones para una solución?, ¿Se ha acabado realmente la fase de resistencia?

El tiempo es la magnitud con la que se mide la duración de un determinado fenómeno. A su vez, un periodo durante el cual un sujeto histórico está bajo una serie de ejes. Por otro lado, una fase es un estado diferenciado en el proceso o desarrollo de algo.

Uno de los hechos más significativos en eso que se ha hecho llamar nuevo tiempo de cara a su apertura ha sido la asunción de la unilateralidad en la izquierda abertzale, lo cual entre otras consecuencias ha traído el cese definitivo de la actividad armada de ETA. Eso por sí solo crea un antes y un después debido a la intensa influencia que supone desplegar actividad armada en numerosos ámbitos de la política. Ya que pese a que también es común la construcción de “solo hacer politica”, la actividad armada es
intrínsecamente política, igual que la represión y la violencia de estado que también lo son.

De esta manera y junto a otros factores de mayor o menor importancia se abre una nueva fase dentro del desarrollo del conflicto político. Una nueva fase que al ser activada de manera unilateral no cambiaría el tiempo político por sí misma. Ya que los ejes de este tiempo en relacion al conflicto siguen invariables: Euskal Herria sometida nacional y socialmente por los estados español y francés, con el capitalismo y la represión como ejes vertebradores de la imposición. Entiendo que tiene su importancia esa diferenciación entre tiempo y fase ya que la creencia en un tiempo político nuevo en vez de una fase puede llevar a la asunción inconsciente y progresiva de que la opresión nacional y social estén variando por muy absurdo que pueda parecer ahora plantearlo. De la misma manera puede asentarse la creencia de que se dan las condiciones para una resolución al conflicto al haber cambiado supuestamente el tiempo político cuando no es así ya que la resolución al conflicto que es el cambio real que abrirá un nuevo tiempo vendrá ineludiblemente de la constante lucha de los opuestos hasta que la balanza se desnivele en favor de las fuerzas de cambio. No creo que existan “las soluciones” sino que el proceso de solución siempre y según la experiencia histórica ampliamente contrastada son resultado del vencedor en el choque de fuerzas o al menos del que ha logrado más ventaja.

Teniendo todo esto en cuenta, ¿Se podría hablar realmente de que se ha terminado la fase de resistencia?. La resistencia técnicamente es la oposición a la acción de una fuerza. En el terreno más humano se entendería como la capacidad para resistir, para aguantar, soportar o sufrir. En términos políticos clásicos la resistencia es el Movimiento de los habitantes de un país invadido para luchar contra el invasor. El MLNV desde esa perspectiva política no dejará de ser un movimiento de resistencia hasta la plena soberanía e inevitablemente debido a la fuerza necesaria que necesitan los estados para mantener su acción opresiva han generado, generan y generarán sufrimiento mientras esa opresión se mantenga, sumando cargas que tendrán que soportar amplios sectores de la población.

¿Es incompatible la cultura de resistencia con ponerse a la ofensiva o dar pasos decisivos en la consecución de objetivos o incluso con un proceso resolutorio?

Personalmente creo que no. Creo que la resistencia o la cultura de resistencia es un elemento sin el cual no puede existir ofensiva ni resolución. Sería en definitiva un elemento compatible y reforzador de los pasos necesarios en una estrategia acumuladora y ofensiva además de fuerza necesaria para confrontar con los estados y el capital. Y es además su definición práctica y puesta en marcha de una manera adecuada a la fase precisamente aún una incógnita no resuelta de la ecuación liberadora que pueda abrir un nuevo tiempo y el punto más débil actual dentro del eslabón de la red de redes de las fuerzas de cambio. Quizás el no entenderlo así pueda ser uno de los motivos de los problemas existentes de cara a la activación de la confrontación, desobediencia y energía necesaria que pueda surgir de la optimización de la acumulación de fuerzas porque en las construcciones de conceptos y palabras que usamos nos negamos esa oportunidad. Es posible por tanto que falte por construir un discurso en relacíón a todo ello.

O quizás ocurre como en la mecánica relativista que la medida del transcurso del tiempo depende del sistema de referencia donde esté situado el observador y de su estado de movimiento, es decir, diferentes observadores miden diferentes tiempos transcurridos entre dos eventos causalmente conectados. Por tanto, la duración de un proceso depende del sistema de referencia donde se encuentre el observador. Aunque para política siempre sea mejor tener como referencia a Lenin que a Einstein, estaremos todos de acuerdo que al menos siempre es tiempo de lucha.

 

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