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EE.UU. :: 18/11/2012

Estados Unidos y su guerra global contra el "terror"

Andrew Bacevich
COIN es reemplazada ahora por un programa de asesinatos selectivos de amplio espectro como expresión prevaleciente de la guerra a la norteamericana

Presentamos a continuación un artículo de Andrew J. Bacevich, profesor de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, originalmente publicado en TomDispatch.com [antes de la defenestración de Petraeus] y traducido al castellano por PIA. En este artículo se analizan los antecedentes, la actualidad y los horizontes de la guerra que está llevando adelante EEUU.

dministración Obama, la acción y la estrategia militar norteamericana ha comenzado a caracterizarse por el empleo de fuerzas de operaciones especiales secretas y aviones artillados no tripulados. Las fuerzas de elite SEAL (a quienes puede atribuírseles solamente las acciones que sus comandantes deciden propagandizar, como la incursión en Pakistán para asesinar a Osama Bin Laden), cuentan con 66.000 hombres.

Para EEUU las grandes invasiones, las grandes ocupaciones, los grandes despliegues de tropas han pasado de moda. Son operaciones muy costosas, en dinero, en hombres y en opinión pública. Las operaciones secretas de pequeños equipos y el uso de máquinas no tripuladas, especializados en asesinatos selectivos, se han constituido en las formas actuales de la guerra que lleva adelante EEUU en distintos frentes.


Con los EEUU transitando la segunda década de lo que el Pentágono ha denominado la “era del conflicto persistente”, la guerra conocida formalmente como guerra global contra el terrorismo (WFKATGWOT en sus siglas extra oficiales en inglés) emerge cada vez más como algo difuso y fragmentado. Sin haber alcanzado una victoria, y sin querer admitir un fracaso, los militares norteamericanos se han retirado de Irak y están intentando abandonar Afganistán, donde los sucesos tampoco parecen anunciar un final feliz.

En otros lugares -Pakistán, Libia, Yemen y Somalia por ejemplo- las fuerzas de los EEUU están ocupadas abriendo nuevos frentes de batalla. Informes publicados reportan que los EEUU están estableciendo “una constelación de bases secretas” en o cerca del Cuerno de África y la Península Arábiga, lo que sugiere que sus operaciones se expandirán en el futuro. En una nota publicada en primera plana del New York Times se describen los planes de los EEUU para “ampliar” la presencia global de sus fuerzas de operaciones especiales. Los planes de la Marina norteamericana para convertir aceleradamente un viejo barco en una “moderna base flotante” -una plataforma móvil para lanzamiento de asaltos de grupos comando u operaciones de rastreo de minas en el Golfo Pérsico- lo confirman. Aunque algunos frentes de batalla se abren y otros se cierran, la narrativa de la guerra ha devenido en algo muy difícil de discernir.

Vista en detalle, la “guerra” parece haber perdido su forma original. Sin embargo, si prestamos atención a varias de sus instancias previas, se revelan algunas características fundamentales. A continuación exponemos un intento preliminar de descripción de la WFKATGWOT, dividiendo el conflicto en un combate de tres rounds. Aunque pronto se producirán algunos rounds adicionales, aquí está lo que hemos tenido que enfrentar hasta el momento.

La Era Rumsfeld

Primer round: "Liberación". Más que cualquier otra figura -más que cualquier general, incluso más que el presidente mismo- el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld dominó las primeras etapas en esta guerra. Rumsfeld, quien por momentos parecía ser una figura titánica -el “Secretario en Guerra” a los ojos de un adorable club de fans neoconservador-, se avocó a la idea de que la velocidad en combate era la clave de la victoria. Así, dio todo su respaldo a una blitzkrieg versión norteamericana de alta tecnología. Las fuerzas regulares de los EEUU, insistía, eran más astutas y más ágiles que cualquier adversario. Sacar ventaja a partir de esas cualidades era la garantía para alcanzar la victoria. El término periodístico adoptado fue “golpear y atemorizar”.

Nadie creía en el “golpear y atemorizar” de forma más apasionada que el mismo Rumsfeld. El diseño de la Operación Libertad Duradera, lanzada en octubre de 2001, y de la Operación Libertad Iraquí, iniciada en marzo de 2003, expresaron el concepto. En cada instancia, las campañas comenzaron de forma prometedora, con las tropas norteamericanas asestando algunos golpes rápidos e impresionantes. De todas maneras, en ninguno de los dos casos, fueron capaces de terminar con sus adversarios, o más bien, de hecho, no pudieron determinar quiénes eran esos adversarios. Desafortunadamente para Rumsfeld, los “terroristas” se negaron a jugar según sus reglas y las fuerzas de los EEUU demostraron ser menos astutas y ágiles de lo que sus propias ventajas tecnológicas -y que su máquina de relaciones públicas- sugerían. Es más, han demostrado ser sorprendentemente lentas cuando trataban de darse cuenta quién los golpeaba, cuando eran hostigadas por pequeñas bandas de insurgentes y de jihaidistas dispersos.

En Afganistán, Rumsfeld dejó escapar la victoria. En Irak, su manejo inadecuado de la campaña puso a los EEUU cara a cara con una derrota indiscutida. El jefe de Rumsfeld deseaba liberar (y por supuesto, dominar) al Mundo Islámico mediante una serie de breves y veloces estocadas. Lo que Bush obtuvo en su lugar fueron dos versiones de un largo y duro trabajo. Hacia fines de 2006, “golpear y atemorizar” era una doctrina liquidada.

El presidente, aunque muy a la zaga del resto del país y de sus fuerzas propias armadas, terminó por perder la confianza en el abordaje que planteaba su secretario de defensa. Como resultado, Rumsfeld perdió su trabajo. El primer round llegó a su fin y los norteamericanos, de modo bastante embarazoso, perdieron por puntos.

La Era Petraeus

Round 2: Pacificación. Ingresa a escena el General David Petraeus. Más que cualquier otra figura, con o sin uniforme, Petraeus dominó la segunda fase de la WFKATGWOT. El segundo round se inició con expectativas reducidas. Ya se habían terminado las embriagantes ilusiones de liberación. También se habían diluido las predicciones de victorias arrasadoras. Los EEUU, aunque todavía con pretensiones de éxito, estaban dispuestos a conformarse con mucho menos.

Petraeus ofreció una fórmula para restablecer la apariencia de orden en los países sumidos en el caos, situación resultante del primer round. El orden podría permitir a los EEUU librarse de una carga y a la vez mantener cierta apariencia de que todavía podía alcanzar sus objetivos.

La denominación formal de la fórmula de Petraeus era contrainsurgencia (COIN). Más que tratar de vencer al enemigo, COIN perseguía facilitar la emergencia de un estado-nación viable y estable. Este era el objetivo declarado del gran incremento de tropas en Irak ordenado por el presidente George W. Bush a fines del año de 2006.

Con Petraeus a la cabeza, la violencia en Irak declinó rápidamente. Todavía es materia de controversia si ese resultado fue causal o fortuito. De todas formas, con su éxito aparente, Petraeus logró convencer a ciertos observadores de que la contrainsurgencia en escala global -que denominan GCOIN- debería ser la base de la estrategia de seguridad nacional de los EEUU. Allí, argumentan, había una posibilidad para los EEUU para lograr una salida definitiva de la WFKATGWOT, y a la vez, ofrecer algún tipo de victoria. En lugar de liberar el Mundo Islámico mediante la doctrina de “golpear y atemorizar”, las fuerzas de los EEUU aplicarían la doctrina de la contrainsurgencia para pacificarlo.

La tarea de demostrar la validez de la doctrina COIN más allá del caso de Irak cayó en manos del General Stanley McChrystal, designado con mucha fanfarria en el 2009 para comandar las fuerzas de EEUU y OTAN en Afganistán. Los informes de prensa elogiaron a McChrystal como un nuevo Petraeus, como el candidato ideal para replicar los logros alcanzados hasta el momento por el “Rey David”.

El ascenso de McChrystal se produce en un momento donde reinaba en Washington un culto al generalato. Antes que considerar la tecnología como elemento determinante para el éxito, tal como Rumsfeld creía, ahora la clave sería poner a cargo al hombre indicado. Expertos y figuras de todo el espectro político declararon que McChrystal era el hombre indicado para Afganistán.

Una vez instalado en Kabul, el general McChrystal evaluó la situación y sin generar sorpresa alguna, anunció que “el éxito demanda una campaña de contrainsurgencia integral”. Para implementar esa campaña era necesario incrementar la cantidad de tropas en Afganistán, dado que consideraban que así se estaba resolviendo el problema en Irak. En diciembre de 2009, aunque con poco entusiasmo, el presidente Barack Obama accedió a la solicitud (o ultimátum) de su comandante y el despliegue de tropas norteamericanas en Afganistán se incrementó rápidamente.

Pero el trabajo quedó sin hacerse. Los avances para aplacar la insurgencia e incrementar la capacidad de las fuerzas de seguridad afganas -haciendo una evaluación generosa- fueron insignificantes. McChrystal probó ser totalmente incapaz de cumplir las promesas realizadas -como aquella de satisfacer las necesidades básicas de los afganos proveyendo un “gobierno empaquetado y listo para usarse”. Las relaciones con el gobierno del presidente Hamid Karzai fueron tensas. Las relaciones con sus vecinos de Pakistán, que desde el comienzo no fueron buenas, solamente empeoraron. Ambos gobiernos expresaron un profundo rencor ante lo que consideraban un comportamiento prepotente de parte de los norteamericanos, quienes asesinan o mutilan civiles no combatientes con una frecuencia perturbadora.

McChrystal terminó siendo la persona equivocada para el trabajo. De manera notable se mostró incapaz de presentar la imagen de respeto al control civil que demandaba Washington. Hacia el verano de 2010 McChrystal había sido despedido y Petraeus estaba nuevamente al mando.

En Washington (sino en Kabul), la reputación sobredimensionada de Petraeus acalló las voces que aseguraban que con McChrystal el intento de apagar las llamas de Afganistán era ya una causa perdida.

Con certeza, el más célebre de los soldados de su generación buscaría repetir la magia desplegada en Irak afirmando así la continuidad del COIN. Desafortunadamente no fue así. La situación en Afganistán durante la ocupación comandada por Petraeus, en el mejor de los casos, mejoró moderadamente: la continuidad de la guerra generaba la imagen generalizada de un pantano.

Un informe de los servicios de inteligencia nacionales, con notable subestimación, calificó la situación como de “estancamiento”. Pronto, las conversaciones sobre “contrainsurgencia integral” se fueron apagando. Con la aguja indicando un gran descenso en las mediciones de éxito, el traspaso del combate a las fuerzas de seguridad afganas y el regreso a casa de las tropas norteamericanas, se transformaron en los objetivos de la guerra.

Estas tareas quedaron inconclusas cuando Petraeus regresó a casa, dejando el ejército para transformarse en director de la CIA. Aunque Petraeus todavía gozaba de gran estima, su alejamiento del servicio activo dejó el culto al generalato poco más que maltrecho y desgastado. Al momento que fue reemplazado por el General John Allen -quien se transformó en el octavo oficial norteamericano designado para encabezar la continuidad de la guerra en Afganistán- nadie creía que con solo colocar al hombre correcto en el cargo se iba a producir un golpe de magia. Allí culmina el round dos de la WFKATGWOT.

La Era Vickers

Round 3: Asesinato. A diferencia de Donald Rumsfeld o David Petraus, Michael Vickers no es una celebridad. Más que cualquier otra persona, con o sin uniforme, Vickers, quien ostenta el cargo de Subsecretario de Defensa para la Inteligencia, es la figura emblemática del nuevo round de la WFKATGWOT. Su moderación y bajo perfil se ajustan a la perfección con la última etapa evolutiva en esta guerra. Pocos saben quién es Vickers, lo que encaja con el hecho de que es quien encabeza una guerra a la que pocos fuera de Washington prestan atención.

Con el alejamiento del Secretario de Defensa Robert Gates, Vickers ha pasado a simbolizar el principal remanente del Pentágono de George W. Bush. Sus antecedentes son eclécticos. Previamente sirvió en las Fuerzas Armadas Especiales de los EEUU y fue agente de la CIA. Desde allí, jugó un rol fundamental en el respaldo a los mujaidines afganos en su guerra contra la ocupación soviética en la década de 1980. Posteriormente trabajó en un think tank de Washington y obtuvo un título de doctor en estudios estratégicos en la Universidad de John Hopkins (con su tesis titulada “La Estructura de las Revoluciones Militares”).

Incluso durante la Era Bush, Vickers nunca creyó que los EEUU podrían liberar o pacificar el Mundo Islámico. Su enfoque preferido para la WFKATGWOT siempre fue la simplicidad. “Yo solamente quiero matar a esos tipos” (los integrantes de Al-Qaeda), ha declarado. Hay que asesinar a la gente que quiere matar norteamericanos y no detenerse hasta que estén todos muertos: esto es lo que define la estrategia de Vickers, quien a lo largo de la presidencia de Obama ha instaurado la COIN como la más reciente variante de la estrategia de los EEUU.

El enfoque de Vickers implica actuar agresivamente para eliminar a los potenciales asesinos donde quiera que se los encuentre, empleando los medios que sean necesarios. Vickers “tiende a pensar como un gánster”, según ha expresado uno de sus admiradores. “Entiende las tendencias y sabe cambiar las reglas del juego para lograr que le sean ventajosas.”

El tercer round de la WFKATGWOT consiste en torcer, romper y reinventar las reglas de forma tal que sean ventajosas para los EEUU. Mientras COIN reemplazó a la doctrina de “golpear y atemorizar”, COIN es reemplazada ahora por un programa de asesinatos selectivos de amplio espectro como expresión prevaleciente de la guerra a la norteamericana.

Los EEUU terminaron con el negocio del envío de grandes ejércitos terrestres para invadir y ocupar países en Eurasia continental. Robert Gates, cuando todavía era Secretario de Defensa, realizó un balance al respecto. Ahora, el negocio de EEUU consiste en el empleo de drones armados con misiles y fuerzas de operaciones especiales para eliminar a cualquier persona (sin excluir a ciudadanos norteamericanos) cuya existencia sea considerada intolerable por el presidente de los Estados Unidos. Durante la gestión del presidente Obama, esos ataques se han incrementado.

Esto ha sido sintetizado en una advertencia lanzada por la Secretaria de Estado Hillary Clinton publicada por 'The Washington Post': “Los EEUU se reservan el derecho de atacar en cualquier parte del mundo a quien considere que representa una amenaza directa para su seguridad nacional”.

Más aún, actuando en nombre de los EEUU, el presidente ejercita ese supuesto derecho sin dar advertencia previa, sin tener en cuenta el derecho a la soberanía, sin autorización del Congreso, y sin consultar a nadie salvo a Michael Vickers y a algún otro integrante del aparato nacional de seguridad. El rol asignado al pueblo norteamericano es aplaudir, si es que es notificado de que uno de esos asesinatos ha sido llevado acabo exitosamente. Dimos un aplauso, por ejemplo, cuando secretamente los miembros el Equipo Seis del grupo SEAL llevaron a cabo una incursión audaz en Pakistán para eliminar a Osama Bin Laden con dos disparos mortales minuciosamente asestados. La venganza largamente pospuesta ha tornado innecesario tener en cuenta las consecuencias políticas que de allí pudieran derivarse.

Es difícil saber cómo terminará el tercer round. En todo caso podemos decir que esto no terminará pronto, ni particularmente bien. Tal como Israel se ha dado cuenta, una vez que los asesinatos selectivos se transforman en política, la lista de los objetivos no pude dejar de crecer*.

Entonces ¿qué juicios tentativos podemos ofrecer en lo concerniente a la WFKATGWOT en curso? Operativamente, es una guerra iniciada por mentes convencionales que ha caído progresivamente en la esfera de aquellos que habitan lo que Dick Cheney una vez llamó, con implicaciones que pocos parecen estar dispuestos a explorar, “el lado oscuro”. Estratégicamente, es una guerra basada en expectativas utópicas y nunca concretadas. Políticamente, es una guerra que una vez ocupó el centro del escenario de la política nacional que ahora se ha desplazado hacia su periferia, mientras el pueblo norteamericano pasa a preocuparse por otros temas mientras los problemas legales y morales planteados por la guerra quedan sin respuesta.


* Mientras el equipo de PIA terminaba de editar esta nota, llegaron las noticias de un nuevo asesinato selectivo por parte del estado de Israel. En este caso asesinaron a Ahmed Yabari comandante de las “Brigadas de Azedín Al Qasem” y jefe del ala militar de Hamas. El ejército de ocupación israelí advirtió que esta acción significa el inicio de una operación bélica de mayor magnitud, a la que han denominado “Pilar defensivo”. [N. de T.]

Traducido del inglés al castellano por PIA Noticias

 

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