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Pensamiento :: 17/11/2013

El último preso

Maité Campillo
Aquella sala de tortura era el infierno; eso fue lo que me dijeron los dioses que me torturaron. 30 años de penurias y desgarrado dolor

Mi vida dependía absolutamente de los monstruos del terror; yo era joven, creativo, fuerte, y jamás pensé que me podrían doblegar. Pero el infierno existe, en la tierra es que existe, después de la muerte nada

(Los hechos que se narran a continuación son ficticios, al igual que el nombre del protagonista de esta historia)

a realidad a veces supera la ficción

Aitor Garmendia, en la cárcel desde el 16 de octubre de 1983, detenido hace 30 años, en una operación de la policía donde fueron apresados 8 militantes más del FR`T (Frente Revolucionario de Trabajadores), disuelto el 13 de octubre de 1999. Acusado de pertenencia a banda armada y, 25 delitos mas, arrancados a bocajarro bajo tortura que a punto estuvo de llevarlo a la muerte, el resto fue silencio. 14 días incomunicado, las secuelas fueron la extirpación de un riñón, cojera de la pierna derecha, y pérdida de visión del ojo izquierdo. Por entonces tenía 25 años. Hoy tiene 55, a los que sumar secuelas de tortura y huellas de vejación, su catecismo animal. La cárcel te deshace como objetivo en el alba primera del olvido; rompiéndote de a poquito, la moral se desquebraja. Quienes rondan la niebla, son mis bestias, animal que respira. Fomentando el odio es que crucifican la luz; bajo la mirada del terror la orden del látigo, fijo como la espada de Damocles, sentenciando cada instante y movimiento de tu vida.

Así es como Aitor nos lo describe

Recuerdo aquellos 14 días como el infierno de Dante Alighieri:

"Es por mi que se va a la ciudad del llanto, es por mi que se va al dolor eterno y el lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí"

Aquella sala de tortura era el infierno; eso fue lo que me dijeron los dioses que me torturaron. 30 años de penurias y desgarrado dolor apuntalaron mis sueños. La felicidad de los dioses es mi muerte, espero en ellos el derrocamiento del muro, odio que vuelcan sobre 'los nadie'

Mi vida dependía absolutamente de los monstruos del terror; yo era joven, creativo, fuerte, y jamás pensé que me podrían doblegar. Pero el infierno existe, en la tierra es que existe, después de la muerte nada; ella era lo que yo más ansiaba en aquellos momentos, pero me dejaron lisiado de por vida, enviándome tras el suplicio al purgatorio por mis “pecados” dónde nunca se sale, dónde los caracoles no existen ni el musgo ni los pájaros, y las olas no acarician tu mirada ni te abrazan el cuerpo, no hay lluvia ni hierba que lama tu herida y el sol está encerrado tras los muros de la cárcel. El muro y sus leyes te aísla del mundo, indefenso, marioneta en las manos del monstruo; donde no existen niños jugando ni compañera a quien amar, acariciar fuera del foco. Nos aíslan entre nosotros, sembrándonos en celdas de castigo y mazmorras, dispersados, para que la frialdad del cañón siga apuntando, coronando espejos a distancia tu soledad prima sobre toda las cosas. Añoraba hasta la locura el cariño de los amigos; la presencia de colegas, compañeros y camaradas, la voz con que me nombraban, su saludo, abrazo. Creía hablar con ellos hasta la madrugada, los sentía alegres, inquietos, vibrando el brillo de sus ojos, y su respiración me relajaba, a través de ella medía nuestros sueños, y la felicidad me envolvía por momentos. Pero las puertas están cerradas a cal y canto; tampoco existen las madrugadas, se perdieron el día que nos separaron, día para no estar. Pero las máscaras se desdoblaron en la rueda solar. Mantengo los sueños, esos no me los robaron. Sueño con Morfeo, para que venga todas las noches a mi celda y me eleve, y me saque de esta condena que impide a mis huesos las alas, y yo no quiero que generen polvo.



El FR`T se disolvió

esaliados volvieron a sus casas; muchos como desaparecidos de la sociedad, como ajenos a la vida, otros miran el sol como hipnotizados por el astro, algunos sueñan con los años perdidos y viajan como abrazando la vida para adentrarse en el tiempo no vivido. Pero pocos recuerdan ya a Aitor Garmendia, hay tanto que perder! la vida a cambiado. Sin embargo, Aitor fue golpeado, pisoteado, colgado de pies, vejado, aprisionado hasta la asfixia, quemado entre sopletes, cigarrillos y mecheros, casi ahogado en la bañera de mierda y vómitos, casi electrocutado con cables puestos en su lengua, orejas, manos, pies, testículos. . .

Aitor Garmendia conoció el infierno de los dioses de la guerra; pero jamás denunció a un compañero aunque en estado inconsciente y drogado, dicen que firmó una declaración voluntaria, que decía que él, era el más malo de todos los malos, el monstruo de la organización, el más terrorista de la tierra, el hombre sin escrúpulos, sin sentimientos. Decía el otro lado, punto de referencia, portón donde el acceso a la vida queda estrangulado.

Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan (. . .)

Un hombre que cosecha y arroja todo el viento
desde su corazón donde crece un plumaje:
un hombre que es el mismo dentro de cada frío,
de cada calabozo.

Un hombre que ha soñado con las aguas del mar,
y destroza sus alas como un rayo amarrado,
y estremece las rejas, y se clava los dientes
en los dientes del trueno (. . .)

Una noche, no recuerdo cuando

Vi a unos carceleros golpear salvajemente a un preso -¿porqué sois tan bestias? pregunté a uno de ellos sin poder contenerme; pero no me respondió. Porque las bestias no responden con palabras, sustancia rara; no es el verbo la misión, diluirte es su tortura. Estoy en el reino de dios, eso dicen, y ellos son los que predisponen. Esa noche, no llegó Morfeo, me robaron los sueños a golpes de porra con punta de acero y patadas; los ojos linchados, las manos rotas, el oído truena, mi mandíbula está rota, y, en el delirio de aquella noche, el dolor de la libertad subió nota en amor. Es bella dicen los que han salido; intento remar hacia ella pero mis cansados y entumecidos ojos no llegan a alcanzarla, ni aún en los sueños que Morfeo me susurra al oído. Hoy ha llovido, lo se porque me sacaron al patio de altas paredes de hormigón armado, si, también el hormigón está armado, cuando lo toco es frió como el odio que encierran estos muros, y te paraliza, no te deja pasar ni ver la vida más allá. Los muros, los verdaderos muros siguen en pié, un laberinto; limitan mi mundo por los cuatro puntos cardinales, sólo me queda un pequeño espacio de cielo, por dónde Morfeo me saca de las garras de los dioses de la asfixia, que es por donde respiro.

Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado, ¡LIBERTAD!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.

(Miguel Hernández)

Un día Aitor creyó volverse loco

Detrás de cada puerta un guardia nocturno; al pié de la letra asoman los quejidos, son las normas del castigo. Muchos años de silencio, muchos días de tristeza, de angustia de los sentidos, muchos compañeros caídos, desaparecidos, mucho amor truncado hasta el olvidado. Pensó que la locura estaba al acecho, bendita locura que te libera!!! Pero Aitor no traspasó esa linea roja de su vida. Acercó hacia su colina a Morfeo, el de los sueños, y sin más, le solicitó compañía, amigos con los que poder discutir, reír, llorar, compartir aunque más no fuera la palabra.

Morfeo le observó impresionado, y de súbito bebió como elixir de la vida todo el amor contenido en Aitor, después dijo:

Metí en la celda todos los amigos que he podido entre tus libros; habla con ellos y descubrirás un mundo inmenso de personajes recatados del fósil del tiempo, brillo de ciudades y culturas; historias que sorprenderán la inmensa pupila de tu operación nocturna; gentes que te mostrarán su amistad incondicional rehenes de otro mundo, sus variaciones en el tiempo, en el que edifican calles, casas, familias hermanadas con los montes, ríos y mares entre los que poder navegar, comunicarte, seguir amando, estarán siempre contigo; sin ellos no hay acceso, son límite entre vida y muerte, cada uno esconde un mundo, encuentrate. Y, desde entonces, Aitor se hizo gigante, no cabe en la celda tanta vida!!! No cesó de cultivar la investigación en lazos de amistad, conocimiento, y compartió sueños y lucha como esencia de vida *Dicen que se le oye hablar, reír, y discernir sobre temas que nunca entenderá el carcelero. A veces entran y registran con lupa y linterna su reducida celda, miran entre libros, dónde se esconden esas personas con las que Aitor habla, nunca las encontraron.

¡¡¡Ja, ja, ja. . .

Inteligente Aitor Garmendia, descubrió el revés de la trampa de exterminio, ja, ja, jaaa!!!


PD.

Ni vejaciones
ni golpes
ni injusticias
mellaron mi propósito.
Como gente entré a este abismo
y como gente voy a salir.

Abrazando la libertad

el sol, fuera del foco que encierra el muro.

*A todos los presos políticos del mundo, especialmente a los presos vascos donde Aitor es estrellita de futuro donde mirar la vida. A los presos comunistas y anarquistas que siguen dando su vida por la libertad, combatiendo con las armas posibles el monstruo de la muerte. A los miles de colombianos que sufren y mueren olvidados, en esos centros lúgubres de exterminio, del gobierno narco-asesino de Santos.

Maité Campillo (actriz y directora de teatro)

 

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