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Argentina :: 06/10/2014

Cine: Militancia (setentista), historia, ideología(s)

Demian Paredes
"Seré millones": Una película lograda, creativa y dinámica para ver, y que permite comenzar a preguntar, analizar y pensar los hechos armados

Un episodio puntual de la década –ya trajinada en una masa prácticamente inabarcable de libros, películas, investigaciones y polémicas– “de los ‘70” (y también ‘60) en Argentina se recrea en Seré millones (2013): el robo-expropiación del BANADES (Banco Nacional de Desarrollo) por parte del PRT-ERP, en 1972. “El golpe del siglo”: 10 millones de dólares [posteriormente hubo otro "golpe del siglo": el secuestro de los hermanos Born, por parte de Montoneros, del que obtuvieron sesenta millones de dólares]. Con un relato donde creativa y originalmente se trenzan la ficción, el documental y los backstage y making-of, los directores y guionistas Mónica Simoncini, Fernando Krichmar y Omar Neri recuperan, junto a dos protagonistas centrales de esa historia, los preparativos y ejecución de esa acción realizada bajo la dictadura de Lanusse.

Con un breve comienzo histórico –previo al título de presentación– se nos ubica rápidamente en una secuencia que va de Perón y Evita hasta los ‘70, pasando por el golpe gorila del ’55 y las luchas y cambios de gobierno (y régimen político) subsiguientes. Acto seguido estamos en el presente: jóvenes actores se postulan para el casting de la obra y, los protagonistas históricos del episodio, Ángel Abus y Oscar Serrano (los serenos del Banco), los evalúan, al mismo tiempo que intercambian con ellos opiniones y pareceres. Visitas, caminatas y charlas, asados (junto a otros protagonistas de la época, del PRT), ensayos, y una recorrida con diversas filmaciones al mismo BANADES son parte del desarrollo, junto a la recuperación del léxico militante: “el minuto”, el uso del cine como “arma revolucionaria”, la chicana de “reformista” y “etapista” a uno que acusan de ser “medio ruso” (del PC), etc.

La música y originalidad en la construcción de la historia –y su contexto, el “marco de época” que se reconstruye de diversos modos– dan un aire fresco, ameno y muy interesante para el contenido que se propone: se quiere dejar en claro que la acción del PRT-ERP tenía –y había sido discutida y preparada– fines políticos, que eran los mismos (además) de una amplia vanguardia luchadora en Latinoamérica que, tras la Revolución Cubana, había adoptado la estrategia guerrillera (la “guerra popular prolongada”, en contraposición a la “huelga insurreccional soviética”, estrategia opuesta que sostenían otras organizaciones). Abus y Serrano (y el documental) dejan eso en claro, y además su objetivo, el mismo ayer y hoy: luchar contra el capitalismo y por el socialismo.

Otra cuestión –si se quiere, a modo de respuesta a los sectores de derecha más recalcitrantes que aún hoy insisten en pintar la lucha guerrillera como una protagonizada por alguna especie de “monstruos sedientos de sangre”– es la dimensión humana de los militantes que realizaron la acción: su actual vida humilde, su disposición a “legar” de alguna manera su historia, su ideología y tradición (por ello uno le entrega a un joven actor su edición –ya en hojas amarillas– del Espartaco de Howard Fast) y el recuerdo de los compañeros del Banco, incluyendo a uno de los serenos “de seguridad” –engañado y reducido la noche del robo–, donde hay una escena de gran emoción y sorpresa… El éxito de la misión, la repercusión pública (y el discurso de los militares y medios burgueses: “extremistas” y alguna “organización criminal” habían realizado el robo), el pase a la clandestinidad (y los anuncios de “Buscados”) y salida del país, refugio en Cuba, un encuentro con Santucho. La historia sigue…

Ahora bien, en el marco actual, proveniente de un camino de “viejas” luchas de los ’90 (contra el neoliberalismo y por los derechos humanos, con sus marchas de cientos y miles y escraches a los militares genocidas impunes), del 2001 (Que se vayan todos), y luego matizado por la “reivindicación” kirchnerista (light) de los ‘70 y la militancia (y la juventud), vale preguntarse cómo funciona la película. Porque además de su aire “pícaro” –como lo señaló una nota–, y de dejar al descubierto a una generación de jóvenes (artistas en este caso) bastante desconocedores de la “historia aquella”, de la militancia guerrillera –de una manera injusta, por ser tal vez “no-representativa” de qué sabe y piensa la juventud, como señaló otra reseña–, Seré millones cuenta una historia donde no hubo una sola persona muerta. Lo que hace, entonces, que sea un “recorte” de la historia más aceptable para un “amplio público”… Al mismo tiempo dejando un tanto superficialmente expuesta la estrategia guerrillera de la organización de Santucho, en aras de centrarse en el plan y acción del BANADES.

Una película lograda, creativa y dinámica para ver, y que en varias dimensiones (recién) permite comenzar a preguntar, analizar y pensar –parafraseando el título de un conocido libro– los hechos armados.

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