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Europa :: 29/12/2014

Un zoo humano de enemigos del pueblo

Miguel Urbano Rodrigues
Las inadmisibles exigencias de la Troika que tutela Portugal fueron sobrepasadas hace mucho tiempo. La espiral de la desigualdad se dispara.

Al encender la televisión y escuchar el discurso del gobierno me siento cada día agredido por el absurdo.

Me veo proyectado a un teatro donde los actores se comportan como seres extraterrestres. Eufóricos, dicen, con convicción y arrogancia, cosas nunca antes oídas.

Ni en la época de Salazar gente tan insolente, ignorante y corrupta se movió en los escenarios del Poder. Los ministros del fascismo eran más prudentes.

Un estigma perturba sin embargo la alegría de la actual dictadura de la burguesía: no puede eliminar la máscara de fachada democrática y mostrarse como fascistizante porque le está vedado imponer la censura, crear una policía política y utilizar el ejército para reprimir al pueblo.

Pero en la practica de la vida Passos, Portas y Compañía ignoran la Constitución y las leyes de la República e invocando «el interés nacional» imponen al país medidas brutales que lo pauperizan cada vez más.

En repetidas ocasiones el Tribunal Constitucional declaró que decisiones del gobierno violaban la Magna Carta, por reducir salarios de los trabajadores y no respetar derechos fundamentales.

¿Cómo reaccionó el Ejecutivo? Mediante piruetas jurídicas retomó la ofensiva contra el mundo del trabajo (recortes, despidos, etc) recurriendo a una nueva figura para alcanzar el mismo objetivo: empujar a los obreros y a la clase media a la pobreza.

Las inadmisibles exigencias de la Troika que tutela Portugal fueron sobrepasadas hace mucho tiempo. El Gobierno, al golpear múltiples áreas sociales, fue más lejos de lo que exigían los representantes del gran capital internacional: el FMI, la Comisión Europea y el BCE.

La destrucción del aparato productivo y la ofensiva contra la función publica y la clase media son devastadoras. Han arruinado Portugal sin alcanzar las metas que se proponían. La deuda interna y la exterior aumentaron brutalmente, excediendo en mucho el total del PIB, que bajó.

El desempleo alcanza niveles sin precedentes. Con una peculiaridad: la «austeridad» que pauperizó a los trabajadores contribuyó al enorme aumento de la riqueza de quienes los explotan. A los Soares, dos Santos, Amorim, Belmiro, a los banqueros y a otros magnates que son los actuales dueños de Portugal se suman ahora decenas de nuevos Cresos que exhiben sin pudor fortunas colosales que han amasado en un tiempo récord.

La miseria inunda el país y la hambruna es ya una realidad en miles de familias; la pobreza de las masas es el contrapunto de la insolente prosperidad de la clase dominante. La espiral de la desigualdad se dispara.

Los gestores de las grandes empresas se autoatribuyen sueldos superiores a los de los grandes magnates de Alemania y Reino Unido. Reciben gratificaciones suntuosas mientras las víctimas de la «austeridad» reciben salarios comparables a los más bajos de la Unión Europea.

Los escándalos mayúsculos son casi diarios. Estallan en la banca, en las privatizaciones, en las llamadas colaboraciones publico-privadas, en los oscuras negocios de políticos y empresarios, en los fraudes de aventureros instalados en puestos clave de la Administración Pública.

Los robos asfixian y humillan al País. Passos, Portas y sus ministros son abucheados allí donde van a hacer apología de la política oficial.

El primer ministro visita mucho Berlín para rendir vasallaje a la canciller Merkel y recorre el mundo presentándose como salvador .

Este gobierno encaramado en el Poder es un zoológico humano de enemigos del pueblo.

Passos Coelho, el regente del contubernio, se exhibe como reformador histórico, innovador en la aplicación de la doctrina de los grandes Maestros del neoliberalismo, desde Friedrich Hayek a Milton Friedman, y devoto de Thatcher y Reagan.
Inculto, soberbio, con estilo de Tartufo, no consigue ocultar una ignorancia enciclopédica, pero al hablar en el Parlamento muestra la autosatisfacción de un Demóstenes lusitano.

Paulo Portas, su lugarteniente, es una criatura satánica. Recogió de las cenizas un partidito, el CDS, de sobrevivientes del fascismo, y lo transformó en apéndice del PSD, a quien garantiza la mayoría en el Parlamento. Es un especialista en el chantaje político. Su juego entre bastidores tiene algo de mefistofélico. Llegó a vice-primer ministro a través de un juego de amenazas y falsas renuncias. El pueblo identifica en tal personaje a un farsante peligroso que pisotea la ética política, maestro en maniobras ilegales, en negocios sucios (como la compra de submarinos o la creación de una universidad fantasma), siempre movido por una ambición ilimitada.

La tercera figura del bando que oprime y desgobierna Portugal es la ministra de Hacienda, Maria Luis Albuquerque, la sucesora de Victor Gaspar. Difiere del jefe y de sus colegas en la suavidad de la voz.
Raramente sonríe, pero su porte es distinto. Anuncia y defiende medidas terribles como si fuera mensajera de mejoras maravillosas.

El ministro de Economía, Pires de Lima, es el rostro de una ultraderecha enmascarada. Sus declaraciones y entrevistas sobre la eliminación de derechos impuesta por el gobierno para impedir la huelga de la TAP –Trasportes Aereos Portugueses –traen a la memoria actitudes de ministros de Salazar.

Montenegro, el líder parlamentario del PSD, es la imagen de una derecha de las cavernas.

La desinformación sobre este gobierno hediondo debilita de forma decisiva la lucha de masas.

El sistema mediático está controlado por el gran capital. La información de los periódicos es mala, pero la reflexión sobre la política del gobierno es aún peor. Los analistas y politólogos -casi todos políticos reaccionarios- compiten en la tarea de ocultar la realidad política, económica y social.

Los más influyentes formadores de opinión confunden. Comentan y critican lo accesorio pero ignoran lo fundamental. Hablan de todo, desde las pequeñeces del gobierno a las quiebras de empresas, a los robos, pasando por el fútbol, la corrupción, las estafas bancarias, la situación de los profesores, el descalabro de la salud pública y de la justicia, la prisión de Socrates -el ex-Primer Ministro-, el calentamiento global, los gastos millonarios de los ministros, pero no cuestionan el sistema. Pacheco Pereira, un escritor político de derecha, es quizás la única excepción.

En sus comentarios, incluso cuando afirman estar en desacuerdo con las medidas del equipo gobernativo, se abstienen de condenar el engranaje del Poder. La mayoría se refiere con deferencia a banqueros que robaron miles de millones de euros, como los Espirito Santo y otros señores de las finanzas, mafiosos responsables de fraudes gigantescos. El capitalismo, para esa fauna, es sagrado. Conscientes de que funciona pésimamente, se limitan a desear que sea perfeccionado mediante reformas que mantengan la desigualdad social.
La explotación de los trabajadores es para esa gente un tema tabú.

En la selva de corrupción y prepotencia en la que el país agoniza, el discurso triunfalista del gobierno persiste inalterado.

Passos, Portas y Compañía cultivan un refrán grotesco: «los portugueses -según ellos- aprueban y agradecen» su política.

El discurso triunfalista del gobierno, apoyado (ostensible o sutilmente) por sus epígonos, bombardea al pueblo como una pesadilla.

La crisis portuguesa, por sus características, es casi inconcebible, pero bien real. La indignación popular crece, pero todavía no es torrencial.

La gran mayoría condena la política del gobierno, que será derrotado en las próximas elecciones de octubre de 2015. Sin embargo, el Partido Socialista, neoliberal sin confesarlo, no ofrece garantías mínimas de un cambio profundo de política.

Desafortunadamente el sentimiento de repudio popular que empieza a generar desesperanza no se traduce en un combate organizado, con objetivos bien definidos, aunque la CGTP, la central sindical, hace todo lo posible para movilizar las masas.

La definición que Marx nos ofreció de «alienación» se ajusta bien a la actitud de un amplio sector de la población que no está todavía preparado para transformar la protesta en lucha permanente contra el sistema, acompañando a la vanguardia de trabajadores que salen a las calles y se manifiestan en los centros de trabajo, desafiando a un Poder con vocación dictatorial.

Las condiciones objetivas para derrocar el gobierno existen, pero las subjetivas no están creadas.

Es suficiente asistir a programas televisivos y radiofónicos como,entre otros, Opinión Publica, de SIC, para tomar conciencia de que el fascismo intenta capitalizar el descontento popular empujándole en dirección opuesta al combate que el gobierno teme. Insultos a los sindicatos y a la lucha de masas, llamamientos a la prohibición de las huelgas y a despidos colectivos, los nostálgicos de la dictadura fascista son ahora frecuentes visitantes de esos programas. Pero no encuentran eco en la sociedad portuguesa. El fascismo no encuentra atmósfera favorable en Portugal.

¿Qué hacer entonces?

Luchar,con tenacidad y esperanza. Las revoluciones – repito esa evidencia muchas veces - no tienen fecha en el calendario. Fermentan casi siempre con lentitud.

En Portugal, la ausencia de condiciones subjetivas y los mecanismos de la Unión Europea no permiten prever, por ahora, rupturas de ese tipo. Pero no soy pesimista.

En grandes momentos de la Historia de Portugal, surgieron de repente las condiciones que permitieron al Pueblo levantarse contra la opresión y la dominación extranjera y abrir las grandes alamedas del progreso, constituyéndose como sujeto histórico

Eso ocurrió en 1383, en diciembre de l640, en octubre de l910, y el 25 de abril de l974.

La marea de la indignación y de la protesta crece cada nuevo día.

¡Los enemigos del pueblo serán expulsados del Poder!

Vila Nova de Gaia, 23 de Diciembre de 2014
www.odiario.info

 

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