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Colombia :: 16/04/2016

Urabeños: la falacia de la desmovilización

Enrique Acosta
Las recientes acciones en Antioquia, Chocó y Córdoba muestran el papel reaccionario de las estructuras del neoparamiltarismo y de todo tipo de mercenarismo contrainsurgente

El paro decretado por los Urabeños, Clan Úsuga o Autodefensas Gaitanista los pasados 31 de marzo y 1 de abril que muy sospechosamente coincidió con la marcha organizada por El Centro Democrático, pone de manifiesto un viejo debate que de no resolverse, al menos entre las partes sentadas en la Habana, puede convertirse en la piedra en el zapato para un feliz termino de los diálogos y la firma final del acuerdo para una paz estable y duradera, esto es, el carácter contra-insurgente de las actuales estructuras del neoparamilitarismo en Colombia.

En el año 2003 comenzando el primer periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez, se inicia supuestamente la desmovilización del paramilitarismo en Colombia, esta fue producto de los Acuerdos de Santafé de Ralito donde la clase dirigente colombiana hace un pacto con los paras en función de lo que ellos llamaron la refundación de la nación.

Este pacto en términos reales significó la penetración descarada del paramilitarismo en distintas instancias del Estado. Para diversos analista este periodo se caracterizó por una "captura" del Estado, pues una tercera parte de los cargos políticos en las ramas ejecutivas y legislativa de instancias local regional y nacional fueron manejadas por el paramilitarismo y las mafias, tanto así que este fenómeno llegó incluso a penetrar la Casa de Nariño.

Desde nuestra perspectiva, más que una captura del Estado, lo que pasó en Colombia durante el periodo de Uribe fue que se reveló sin ningún pudor la histórica alianza entre el bloque hegemónico de poder y sectores subalternos a los que armó y de los que se sirvió integrándolos a algunos centros de poder del Estado que siempre ha mantenido un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad.

El acuerdo del 2003 fija un plazo para la desmovilización de los grupos paramilitares. El objetivo era culminar este proceso el 31 de diciembre del 2005, sin embargo en mayo del 2004 se firma un alcance al primer acuerdo extendiendo el plazo. En 2006 se completa la desmovilización de las estructuras paramilitares pero a pesar de las cifras expuestas por el gobierno, el paramilitarismo realmente no se desmoviliza, ni desmoviliza sus intereses, mandos medios y mucho menos las rentas del narcotráfico. Según las cifras oficiales se dice que se desmovilizaron 31.617 paramilitares. Lo que realmente sucedió en la mayoría de los casos fue que mandos medios mantuvieron intactas sus estructuras en la mayor parte del territorio colombiano y otras cambiaron por ajustes de cuentas y recomposición.

Este neoparamilitarismo mantuvo su carácter ideológico contrainsurgente y su afinidad con el establecimiento y el gran capital y siguió utilizando las estructuras de control territorial sobre la población con el objetivo de resguardar intereses económicos pre-establecidos, en otras palabras, las llamadas BACRIM siguen defendiendo el poder, mantienen su vinculación con la clase política, local, regional y nacional, al tiempo que mantienen la defensa de las estructuras económicas legales e ilegales existentes en sus territorios de influencia. A la luz del Estado colombiano la desmovilización de las AUC fue un éxito y marca un hito en el fin del conflicto social y armado en Colombia, pero en términos concretos no pasó de ser un pacto entre élites, que entre otras cosas, permitió a los paramilitares cambiar de estrategia, adaptándose a las nuevas exigencias de explotación y acumulación del capital. En palabras de Carlos Medina Gallego, "La desmovilización paramilitar no desmoviliza la unidad de propósitos y compromisos para defender los intereses sociales, económicos y políticos regionales, nuevas estrategias cubiertas por el apoyo institucional que sostienen y reproducen la lógica de dominación regional, consolidando las relaciones de poder"1.

Inmediatamente después de la "desmovilización" hubo una reactivación de las acciones del paramilitarismo que implementó viejas y nuevas tácticas de apropiación del territorio y de rentas en medio de una guerra entre distintas facciones de las extintas AUC y los nuevos grupos emergentes. Estas facciones de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) junto a los nuevos grupos emergentes fueron todos rotulados bajo el mismo concepto de BACRIM (Bandas Criminales), termino que empezó a acuñar el Estado y algunas ONGs que le hicieron coro para ocultar la farsa que fue la desmovilización de los paramilitares.

El actual epíteto de BACRIM terminó siendo un eufemismo con el que se pretendió matar varios pájaros de un tiro: primero, mostrar el proceso de desmovilización puesto en marcha por Uribe como un éxito en el sentido de aportar a la solución del conflicto social y armado en Colombia desmovilizando a uno de sus "actores" con promesas de rebajas y eliminación de penas, mientras desde el mismo establecimiento se endurecía la guerra contra el pueblo colombiano; segundo, despojar a los nuevos paramilitares postdesmovilización de su carácter de herramienta contrainsurgente del Estado y de las grandes corporaciones para salvar la responsabilidad del Estado en los crímenes contra el pueblo y reducirlos a simples Bandas delincuenciales con un interés de mera acumulación, eliminando así la idea del paramilitarismo como una política del Estado y del bloque hegemónico; tercero, salvar responsabilidades en materia de Verdad, Justicia y Reparación con víctimas del paramilitarismo.

Las Autodefensas Gaitanistas, Clan Úsuga o Urabeños, como también se les llama, es una de estas facciones que tras la cacareada desmovilización mantuvieron, reforzaron y ampliaron sus estructuras militares y su control territorial. Su origen se remonta a la negativa de desmovilización de un sector de las AUC liderado por Vicente Castaño y Daniel Rendón, alias Don Mario, que hicieron caso omiso de la exigencia del gobierno de concentrarse en la Ceja Antioquia y más bien se declararon en desobediencia ante el engaño del gobierno.

Esta facción capitalizó el control político y territorial y las rutas del narcotráfico que en las zonas del Urabá, más concretamente en San Antonio de Urabá tenía el extinto Bloque de las AUC Elmer Cardenas comandado por el Hermano de Don Mario Fredy Rendón, más conocido como 'El Alemán' quien saldría libre en julio del año 2015.

De este modo se conformaron Los Héroes de Castaño con varios excombatientes del Bloque Elmer Cardenas; uno de los más destacados sería precisamente Dairo Antonio Úsuga, más conocido como Otoniel.

Dairo Antonio Úsuga, no solo había probado su crueldad en el Bloque Elmer Cardenas, sino que también acumuló experiencia de combate durante su paso por la insurgencia del Ejército Popular de Liberación a la que ingresó teniendo apenas 16 años junto con su hermano Juan de Dios.

Dentro de las AUC tuvo la responsabilidad en el 2002 de acompañar a Don Mario con una unidad paramilitar para reforzar las filas del Bloque Centauros en el Meta que Vicente Castaño había vendido a Miguel Arroyave, alias Arcangel y que más tarde emprendería una cruenta guerra contra Los butragueños en el afán de controlar el territorio y las rutas del narcotráfico en Meta, Casanare, Vichada y la frontera con Venezuela. Tras el asesinato de Arroyave a manos del Alemán, Don Mario y Otoniel retornan al Urabá, se declaran en contra del proceso de desmovilización y conforman el frente primigenio de lo que posteriormente se autodenominaría Autodefensas Gaitanistas.

Las Autodefensas Gaitanistas son el grupo con mayor presencia en Colombia, con influencia mas allá de las fronteras. Actualmente tienen una estructura de mando con Otoniel a la cabeza, establecieron redes de comunicación, estatutos, manuales de combate y un régimen disciplinario para sus integrantes, amplio conocimiento de las características de la zona donde tienen presencia, que suman mas de 250 municipios en el territorio nacional, alianzas políticas y una fuerte estructura militar heredada de los antiguos bloques paramilitares existentes antes de la "desmovilización".

Las recientes campañas militares y políticas de este grupo en Choco, Córdoba y Antioquia, ponen en evidencia la capacidad de fuego y el control territorial, social y político de las estructuras actuales del paramilitarismo. Estas y otras acciones como las llevadas a cabo durante el paro del 2012 en seis departamentos, redundan no solo en su capacidad militar sino también en su carácter contrainsurgente y han sido desestimadas tanto por el gobierno nacional como por los estudiosos del fenómeno en Colombia. En efecto, la realidad se ha estrellado contra los sesudos análisis de la especulación academicista del platonismo oenegero colombiano que antes de aportar a la comprensión de nuestra intrincada realidad social parecería hacerle el juego a los intereses del gobierno colombiano.

Es curioso, por ejemplo, que los análisis de la Corporación Arco Iris hayan cambiado tanto las tesis entre el 2010, el 2012 y la actualidad. En la que quizá sea la principal investigación sobre el fenómeno paramilitar de esta corporación, a saber: Y refundaron la patria, se expone la tesis de que el paramilitarismo no tuvo un carácter contrainsurgente y que las autodefensas contrainsurgentes desaparecieron en los años ochenta, por otro lado, en otra investigación de Arco Iris dirigida por Ariel Ávila: La frontera caliente entre Colombia y Venezuela publicada en el 2012 se insiste en la tesis de reducir el paramilitarismo a Bandas Criminales que es el concepto que se usa para caracterizar a los Urabeños ( Autodefensas Gaitanistas) y demás grupos neoparamilitares; durante toda la investigación que versa sobre el crimen en la frontera colombo-venezolana; es decir, según la reconocida ONG, en Colombia no hubo un paramilitarismo contrainsurgente ni antes ni después de la desmovilización de las estructuras de las AUC en el 2006.

Es por ello que resulta peculiar ver a Ariel Ávila en un artículo de opinión publicado en la Revista Semana el 3 de marzo del año en curso hablando indiscriminadamente de BACRIM y neoparamilitarismo para referirse a lo que considera una gran amenaza para el proceso de paz2 y generando mas confusión que aclaración sobre el verdadero carácter de estas estructuras.

En todo caso lo que sí queda claro con las recientes acciones en Antioquia, Chocó y Córdoba de las denominadas Autodefensas Gaitanistas es el papel reaccionario de las estructuras del neoparamiltarismo y de todo tipo de mercenarismo contrainsurgente ante las posibilidades de apertura democrática en el país tras la firma de un acuerdo con la insurgencia; así lo demuestran diversos episodios de la trágica historia colombiana, no olvidemos que fue precisamente en la región del Urabá y durante el auge de la Unión Patriótica cuando se profundizó el ejercicio de la violencia política por parte del paramilitarismo y el fenómeno se arraigó en esta región.

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Notas

1. Medina Gallego, Capitalismo Criminal, El narco-paramilitarismo. Lógicas y procesos en el desarrollo de un capitalismo criminal, Universidad Nacional de Colombia, Bogota D.C, 2008.

2.http://www.semana.com/opinion/articulo/ariel-avila-bacrim-neoparamilitares-y-grupos-post-desmovilizacion-paramilitar/467330

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