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México :: 18/11/2025

Una extraña "generación Z" de cuarentones: pasaron de los banderines blancos al descontrol y la ira

Hermann Bellinghausen
"Que la saquen y la encueren" gritaba un hombre junto a su señora. "Allá adentro les tiemblan las chichis", vociferaba otro caballero, de camisa blanca y sombrero de ranchero (o sea de patrón)

La gente estaba muy enojada, que ni qué. Pero no deja de extrañar que una marcha de derecha explícita y desafiante, portando imágenes guadalupanas y banderines blancos, diera el impulso y el contexto para atacar -con petardos, cohetones, pedradas y bombas de humo- a la Catedral Metropolitana que, igual que todo en el perímetro de la Plaza de la Constitución, se encontraba resguardada por una alta muralla de hierro, elocuente de por sí.

Lo más llamativo fue que los mismos manifestantes que gritaban "queremos paz" celebraran el violento acoso al templo católico y al Palacio Nacional.

En la plaza todo era insultos. Se dirá que así son las protestas políticas, aunque el tono aquí era bastante personal, manifestando odio visceral a la Presidenta con fantasías de vejación.

"Que la saquen y la encueren" gritaba un hombre junto a su señora. "Allá adentro les tiemblan las chichis", vociferaba otro caballero, de camisa blanca y sombrero de ranchero (o sea de patrón). Con poca sororidad, unas señoras se burlaban procazmente de la flacura presidencial.

Los sombreros se vendían a 150 pesos en un tendido a media plancha. El comerciante hizo su agosto. Por televisión se insistía que había niños y familias, pero la verdad vi bien pocos menores de edad. Por fortuna. Había mucha hostilidad en el ambiente.

Con llamados a la "unidad" contra el "pinche narcogobierno", algunos miles de manifestantes, unos de blanco y otros de puro negro (como que no se pusieron de acuerdo en el color), marcharon desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo. El convocante principal sugirió días antes desde su televisora tomar el Palacio Nacional "como en Nepal" (donde fue incendiado el palacio de gobierno). Varios grupos de jóvenes, digamos que unas decenas, le quisieron tomar la palabra dejándose ir contra las vallas en cuanto la plaza se fue llenando de manifestantes.

Se gritaban consignas contra "los partidos". Algunas cartulinas igualaban al Prian, a Morena y al MC. Como suele suceder en estas marchas, no parecían pertenecer a organizaciones de base. Si le tuerce uno el brazo al sociólogo, se puede destacar un contenido de clase, de media para arriba, que se asume como "el pueblo" que el gobierno "se niega a escuchar".

Sucesivos grupos bien organizados de encapuchados realizaron ataques a las vallas del Palacio Nacional. Con martillos y marros rompían adoquines para lanzarlos sobre y contra las vallas. Arrancaron pesadas coladeras para lo mismo. Los petardos, algunos muy atronadores, hicieron huir a los asustados, pero la gente en la plaza vitoreaba a cada embate.

La policía, aún oculta detrás de la muralla, comenzó a responder a los petardos con las mismas piedras y con gases. El polvorín que armaron los manifestantes en la esquina sur del Palacio levantó harto humo. Pude ver en una pantalla un noticiero que acusaba "represión y provocación a la generación Z" desde antes que la policía saliera para repeler con escudos y toletes a los atacantes, y eventualmente desalojar la plancha.

A la gente le dio mucho gusto cuando, después de casi una hora de asedio, los muchachos lograron arrancar un par de bloques de hierro. En otro punto engancharon una cadena y se juntaron decenas a jalar, sin éxito. A pocos pasos, los manifestantes pacíficos observaban, retrataban y aplaudían, mientras acusaban de "cobarde" al gobierno "por no salir".

La supuesta 'generación Z' se vio rebasada en número por sus mayores, pero padres, abuelos y tíos les dedicaron la marcha como para darles ánimos. "Opresor", "asesino" y otros adjetivos eran acompañados en Cinco de Mayo por las nostálgicas baladas de Molotov, bien chido. Se superpusieron banderas nacionales y la calaca con sombrero del anime One Piece en manos de adultos que es poco probable que conozcan la épica historieta de Monkey D. Luffy.

"Claudia es peor que Trump", juraba a gritos una anciana. Un señor de edad enarbolaba una gran bandera de la Hispanidad, añorando "a Vasconcelos, que sí era humanista" y asegurando que "éstos son peores que el judío Calles, que prohibió la religión". Una chica al borde de las lágrimas, con más palabras que ideas denunció "la falta de libertad de expresión" ante las cámaras de un canal de televisión comercial. Así de raro todo.

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Marcha "para provocar" fue un fracaso

El Correo Ilustrado

Ni joven ni pacífica fue la marchita del sábado; tampoco tenía motivo ni causa común, cuando mucho, 10 por ciento de los asistentes eran jóvenes. Lo cierto es que querían hacer ruido, provocar al gobierno. Lo que es de notar es que las tomas aéreas del Paseo de la Reforma no parecen corresponder a la actuación de la derecha, en virtud de que no traían banderas y los que llegaron al Zócalo sí las traían en buena cantidad. Seguramente hicieron uso de inteligencia artificial para dar la idea de que fue multitudinaria.

La violencia corrió a cargo de los manifestantes al tirar piedras a la policía y derribar algunas vallas que protegían del vandalismo al Palacio Nacional, porque en todo caso, la pretensión de los guardianes del orden era defenderse y salvaguardar el recinto. Afortunadamente, esta vez sí llevaban los instrumentos de resguardo necesarios; también se notó que los policías tomaban por la fuerza a algunos rijosos.

En fin, fue un completo fracaso la manifestación aludida. Aunque los comentarólogos de siempre hacían las clásicas entrevistas a modo, lo cierto es que la derecha nacional e internacional que apoyó la marchita no entiende que no entiende.

La hidra fascista ha levantado la cabeza

Tomando como pretexto problemas que ellos mismos generaron -la inseguridad, la corrupción, la miseria y la desigualdad social-, algunos miles de personas han salido a la calle con un discurso de odio anticomunista, misógino, machista, homofóbico y de un fanatismo religioso de lo más atrasado.

La mejor manera de enfrentar esta ofensiva ultraderechista es profundizando el actual proceso de transformación. Quedarse a medias sería entendido como signo de debilidad y los envalentonaría.

Los movimientos sociales deben tomar la contraofensiva, denunciando el carácter reaccionario de este movimiento, exhibiendo a quienes lo promueven (que no son otros que los mismos oligarcas que nos oprimen) y demandando que se actúe hasta las últimas consecuencias jurídicas en contra del evasor fiscal, Ricardo Salinas Pliego, y quitarle la concesión de Tv Azteca, por ser un medio faccioso.

La Jornada

 

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