Argentina: Ya tenemos Virrey

Las declaraciones de Peter Lamelas, nombrado nuevo embajador estadounidense en Argentina, en el Congreso Norteamericano en un discurso previo a su designación, causó estupor en nuestro país y molestias en muchos gobernadores. Afirmó que su misión es venir a apoyar al presidente Milei, combatiendo a la corrupción que aparece cuando intervienen empresas chinas, y que también va a ocuparse de que a Cristina Fernández se le haga justicia (que siga presa). Sus palabras son dignas de una autoridad que se atribuye estar por encima de los tres poderes constitucionales y propias de un funcionario enviado a un país colonial.
Deberíamos agradecer la sinceridad del nuevo embajador porque, sin apelar a eufemismos, caracteriza la relación de vasallaje que está imponiendo Trump a los países que se lo permiten. Algo muy parecido les ha dicho Trump a los altos funcionarios y gobernantes de la Unión Europea y la mayoría de ellos han aceptado su nueva condición.
No ha tenido la misma respuesta cuando se dirigió a los gobiernos de Colombia, Brasil, Cuba, Honduras, Venezuela y México. Estos les han contestado que se acabó el tiempo en que los gringos daban ordenes en sus países.
El gobierno de EEUU se siente cómodo en las vísperas de una nueva guerra mundial que ya tiene sus primeros adelantos en Ucrania y Medio Oriente, y está reclutando adhesiones, misiles y soldados para enfrentar lo que considera es el eje del mal, que es la tríada China, Rusia e Irán. En ese escenario no manda embajadores, sino encargados de alinear las tropas en los países obedientes.
Esas órdenes desnudan, por ejemplo, que las decisiones fundamentales que ha tomado el poder judicial argentino en el último año fueron decididas en Washington. Entre ellas, dejar pasar la inconstitucionalidad de los DNU presidenciales, permitir que se retroceda en derechos laborales adquiridos, condenar a Cristina Fernández, etc.
También desnudan que ha sido en Washington donde se decidió que el parlamento argentino, donde el oficialismo no había conseguido mayoría mediante el voto, se convirtiera en una escribanía, que diera aprobación a las iniciativas del oficialismo.
Y por último demuestran que, más que presidente, tenemos un chirolita que repite los libretos que le dicta su admirado “Papi” Trump. Y también, que los grandes poderes económicos locales se han alineado con esta cruzada antipopular y antinacional.
Las declaraciones del nuevo Virrey demuestran que en países como el nuestro no hay tema más importantes que el de la soberanía, que nada es más grave que la expropiación de la decisión popular sobre lo que queremos hacer con nuestro país y con nuestro futuro.
Llevados de las narices por Trump y compañía, no solo nos espera un futuro de saqueo de nuestros bienes naturales y de desindustrialización del país, aumentando la desocupación y la indigencia. Nos espera que seamos involucrados en una guerra que solo le interesa a un imperio que no puede detener su decadencia.
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