La operación cibernética que ayudó a quebrar el liderazgo de Assad en Siria

Lo que sucedió en Alepo el 27 de noviembre de 2024 no fue solo un evento en el campo de batalla, fue un terremoto político. La rápida caída de la ciudad, y con ella la columna vertebral de la presencia militar del gobierno progresista de Assad en el norte de Siria, conmocionó a toda la región. La velocidad a la que se desintegró el gobierno levantó cejas incluso entre sus oponentes más ardientes. Muchos sabían que se estaba llevando a cabo una operación militar, pero pocos entendían la guerra invisible que ocurría detrás de las líneas del frente.
Según una investigación, el colapso del Ejército Árabe Sirio en Alepo no fue sólo el resultado de ataques terrestres israelíes y turcos o con aviones no tripulados de EEUU o sus proxies terroristas. Fue, en menor medida, producto de una operación cibernética encubierta. En el corazón de este engaño no había un cohete o un tanque, sino algo mucho más insidioso: una aplicación móvil.
"Siria confía en el desarrollo": un caballo de Troya
Lanzada bajo la apariencia de una iniciativa humanitaria, la aplicación llamada STFD-686, una cadena de letras que significa Siria Confianza para el Desarrollo, apareció en el verano de 2024. Presuntamente estaba vinculado a la primera dama Asma al-Assad y se comercializaba como un programa benévolo para apoyar a los soldados sirios con un estipendio mensual de 400.000 libras sirias, unos 40 dólares.
Para reclamar el pago, los soldados debían ingresar una serie de detalles personales y aparentemente inofensivos: nombre, fecha de nacimiento y tamaño de la familia. Pero luego, para los siguientes pagos, llegaron las solicitudes de información más confidencial: rango militar, designación de unidad, coordenadas de despliegue y afiliaciones a la cadena de mando. Un experto en software sirio familiarizado con la operación le dijo a la revista New Lines que la aplicación fue diseñada para extraer suficientes datos para mapear la mayor parte de la estructura del ejército sirio en tiempo real.
No se detuvo ahí. La aplicación requería la integración de Facebook, lo que otorgaba a sus controladores acceso a gráficos sociales, mensajes privados y credenciales de inicio de sesión. Una vez instalado, se activó el software espía "Spy Max", dando a sus operadores acceso sin restricciones a llamadas telefónicas, archivos, fotos e incluso transmisiones en vivo desde la cámara y el micrófono del dispositivo.
En resumen, todos los teléfonos con la aplicación se convirtieron en un centro de vigilancia móvil, desde dentro de las propias filas del ejército.
Ataques selectivos, cadenas de mando interrumpidas
Lo que vino después fue clínico y devastador. Las fuerzas terroristas de Al-Golani, ahora equipadas con un mapa digital de las vulnerabilidades más críticas del ejército sirio y armadas hasta los dientes por Turquía y EEUU, se movieron con precisión quirúrgica. Y mientras tanto, los soldados en el terreno no tenían idea de que ellos mismos habían entregado las llaves.
No se trató de un ciberataque en el sentido convencional. Era una guerra psicológica, ejecutada a través de la tecnología, con una promesa de ayuda.
¿Quién estaba detrás?
Según los informes, uno de los dominios de backend de la aplicación estaba alojado en un servidor con sede en EEUU, lo que es obvio dada la larga historia de Washington de respaldar a las facciones extremistas de Golani.
Se trató de una operación de múltiples actores pro occidentales, que combinó inteligencia de la derecha local, activos regionales y experiencia cibernética extranjera. Israel, EEUU, Francia, Turquía, Qatar, ninguno es ajeno a la guerra cibernética, y todos tenían un interés estratégico en debilitar a Damasco y fortalecer a Israel.
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