lahaine.org
Estado español :: 11/03/2011

32 aniversario de la caída en combate de Gregorio Fernández Riaño

Presos.org.es
Militante del PCE(r), murió en Muskiz(Bizkaia) a manos de la Policía Municipal el 9 de marzo de 1979

Conocido entre sus camaradas como Aitor, Goio nació en León el 6 de diciembre de 1958 en una familia de procedencia comunista. Eran 11 hermanos.

En 1939 su abuelo logró huir a Francia vestido de mujer para eludir los paseos y fusilamientos con los que las hordas de Franco pacificaban España. Huía de una tierra donde tan sólo crecía la hierba de los cementerios. Cuando Goio contaba tan sólo 8 años emigraron a Portugalete (Bizkaia). Estudió en las escuelas de Zubeldia y luego la carrera de Ingeniero Técnico Industrial en Barakaldo.

Pero él no era un buen chico, un chico callado, sumiso, un chico dispuesto a comulgar con la reaccionaria y oscurantista educación del fascismo. Goio protesta, reivindica, moviliza a sus compañeros y por rojo, la Dirección del Centro le impide matricularse en el segundo curso.

Empezó a trabajar en los Astilleros de La Naval, de Sestao. Se especializó en soldadura y pasó a trabajar en la empresa Herrerías.

Su espíritu rebelde e inquieto choca con la disciplina cuartelera impuesta por el Sindicato Vertical falangista, con los sueldos de hambre, con las degradantes condiciones de trabajo, con la estela interminable de los accidentes de trabajo que tantas y tantas vidas obreras siegan. Así se fue haciendo, Goio, soldador de oficio y zurdo de ideas.

En continuo contacto con la vanguardia obrera, entró a militar en el PCE(r) en 1975. Enfrentando la política claudicadora y rastrera de CC.OO y UGT que propugnaba trabajar en el interior del Sindicato Vertical, fomenta e impulsa los Círculos Obreros, los métodos de organización independientes, asamblearios, los métodos de lucha radicales, que los obreros tomen en sus manos la riendas de su emancipación. La libertad no se mendiga, se conquista luchando, era una de las frases preferidas de Goio para arrojársela a los revisionistas a la cara. Por eso, sus palabras eran el espejo donde fielmente se reflejaban las huellas de sus pasos. Sus palabras, sus huellas y sus actos se unían en la clara dialéctica de ser comunista de una sola pieza.

Goio se sumergió de lleno en una Euskadi batida por vientos de insurrección. Lucha de clases y lucha nacional caminaban, codo con codo, como dos afluentes de un sólo torrente revolucionario. Los sucesos de Vitoria, el 76, donde cinco obreros en huelga son asesinados por la policía, el oleaje que crecía y crecía exigiendo la Amnistía, los sucesos de los Sanfermines en Pamplona, en el 78, con un muerto y más de 150 heridos, la reciente actividad del Batallón Vasco Español contra militantes de ETA, contra Etxabe que resultó herido y muerta su mujer, contra Argala que, en el sur de Francia, vuela por los aires, hicieron que muchos se planteasen que la lucha armada resultaba imprescindible para combatir al Estado fascista español y para conquistar las verdaderas libertades democráticas y nacionales.

El PCE(r), y cómo no en Euskal Herria, lanza la consigna de impulsar la lucha armada y su práctica en diversas organizaciones. Así lo entiende Goio y pide su ingreso en los GRAPO. Pero el Partido le hace ver la necesidad de que se una, como comunista, a la lucha armada del pueblo de Euskadi. Y Goio se integra en 1978 en el comando Txabi Etxebarrieta, perteneciente a los Comandos Autónomos.

Goio sostenía que era necesario sobrevivir sin que se te apague el alma. Que no se puede sobrevivir sin luchar, sin resistir, sin pelear de frente y de espalda, sudando hielo, respirando fuego, venciendo el miedo con el amartillar de los sueños. Luchar y resistir para que no nos conviertan en ellos, en muertos vivientes que caminan y respiran con su corazón repartido entre los gusanos y el estiércol.

Realizó varias expropiaciones y siguió militando activamente en el PCE(r). En Muskiz, Bizkaia, un 9 de marzo de 1979, con 20 años tan sólo, ya responsable del comando, dirige un operativo militar destinado a recuperar armas del enemigo. Un policía municipal es el objetivo. Un objetivo que, sin embargo, se complicó endiabladamente. Un descuido, un pequeño fallo de previsión, le permitió al policía municipal revolverse. Se produjo un forcejeo, se escuchó el estampido de una bala y el cuerpo de Goio se desplomó inerte sobre el asfalto.

Goio, comunista, joven sonido en el que el torbellino de la lucha de clases conjugó el sonido revolución. Su vida fue un deslizarse por el canto leve de la luz que niega la oscuridad, de la mañana que a la noche no teme y cantando se fue a sembrar sueños en el palpitante amanecer.

Pero que nadie vaya a buscar a Goio al oscuro manto de la tierra porque él es el arco donde se tensan las notas que ponen música a los versos de Telesforo Monzón: Lepoan hartu ta segi aurrera (Coge al caído y sigue adelante).

Socorro Rojo Internacional

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal