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Estado español :: 26/05/2013

Bajar a por aire: clase, feminismo y dialéctica en Red Roja

Elisa Nieto Maestro
La lucha contra el Patriarcado es uno de nuestros tres ejes de lucha principales, formando parte, por tanto, de nuestra identidad esencial

Desde estas líneas incompletas, en construcción y claramente mejorables propongo avanzar en el desarrollo de Red Roja como organización de clase y feminista, teniendo presente cuatro ideas básicas:

1. La lucha contra el Patriarcado es uno de nuestros tres ejes de lucha principales, formando parte, por tanto, de nuestra identidad esencial.

2. Existe una relación indisoluble entre la lucha de clases y la lucha de géneros, entre la opresión de clase y la opresión de género y que, por tanto, cualquier discurso o práctica que no tenga en cuenta estos dos elementos, y no los aborde al mismo nivel, no será ni transformadora ni emancipatoria.

3. La liberación de todas las personas y la construcción del ser humano nuevo pasa por la destrucción del Patricarcado y el Capitalismo.

4. “Lo personal siempre es político”, y la lucha contra todas las manifestaciones del Patriarcado es una lucha fundamentalmente política que debemos abordar colectivamente.

1. POR UN SOCIALISMO SIN CLASES… ¿Y SIN GÉNEROS?

A raíz de una reflexión de un compañero del núcleo de Sevilla me di cuenta de que nuestro comunicado Sin feminismo no hay socialismo y sin socialismo no hay liberación de la mujer podría haber incluido una clara imprecisión. Esta persona cuestionaba un epígrafe de ese texto en el que se apostaba “por un socialismo sin clases y sin géneros”. En concreto - pseudoparafraseo, disculpas de antemano- se planteaba lo siguiente: ¿es la contradicción de género, como la de clase, antagónica? ¿Debe, por tanto, suprimirse? ¿O es, como la nacional, no antagónica, pudiendo por tanto establecerse relaciones respetuosas, liberadas, entre naciones y géneros (sin por ello decir, por supuesto, que haya un número limitado de géneros)?

Debo decir, antes de nada, que considero esta crítica tan sana como lógica y oportuna. Se esté o no de acuerdo, el compañero tiene toda la razón del mundo al querer que algo de tal envergadura, nada menos que la lucha por la desaparición de los géneros, se debata en profundidad en nuestra organización antes de ser incluido en un comunicado.

Formo parte del grupo de compañeras que redactó el texto y me atrevo a afirmar que es probable que estemos más bien ante una expresión poco afortunada: tratábamos, en realidad, de apostar por la desaparición de cualquier opresión de género.

No obstante, bienvenida la crítica y bienvenido el interesante debate que plantea. A la espera de la discusión colectiva, adelanto mi opinión en estas líneas.

La contradicción de género entendida como un binomio enfrentado (mujeres-hombres) resulta de utilidad, por su simplicidad, a la hora de explicar la actuación del patriarcado sobre mujeres y hombres, para analizar y medir niveles y formas de opresión, explotación y la relación estructural de poder falsamente naturalizada en la que el “grupo hombres” domina al “grupo mujeres”.

En un segundo momento y en un análisis más profundo es preciso distinguir con claridad entre estereotipos de género y géneros: los primeros son una configuración normativa, impuesta y estructural de lo que es “ser hombre” y “ser mujer” y los segundos se caracterizan por ser espacios de libertad sobre los que cada persona, con independencia de su sexo (y, ojo, hay más de dos sexos posibles), se define, comporta e interrelaciona y en los que, en muchos casos, se difuminan las fronteras entre “lo masculino” y “lo femenino”. Los primeros son el resultado de la ideología dominante, fruto de una opresión rentable que ejerce el hetero-patriarcado en el capitalismo. Los segundos pueden configurarse como verdaderos espacios de libertad sexual y emocional, creando identidades específicas que rompan con la dicotomía falsa entre masculinidad y feminidad. Géneros (es decir, configuraciones del ser afectivo y sexual) hay muchos y, en mi opinión, es fundamental que siga habiéndolos.

Añado, además, que la contradicción de género no es antagónica. La destrucción de las relaciones sociales capitalistas requiere acabar con la propiedad burguesa de los medios de producción, con la explotación económica y, mediante el ejercicio del poder por el pueblo trabajador, subvertir toda la superestructura ideológica dominante. La contradicción de género no se resuelve, ni mucho menos, eliminando a los hombres o lo que entendemos como masculino. El fin de las contradicciones de género pasa por la desaparición del capitalismo y el patriarcado, la toma de conciencia de la opresión de género por parte de las mujeres (para empezar) y acabar con las relaciones estructurales de poder entre hombres y mujeres que, entre otras cosas, encarcelan todos los cuerpos y mentes.

2. POR UNA SALIDA A LA CRISIS CAPITALISTA QUE SEA OBRERA…

PATRIARCAL?

Este año el comunicado de Red Roja para el 1 de mayo tuvo un título indispensable: “Por una salida obrera y antipatriarcal ante la brutal crisis capitalista”. Queda mucho camino que recorrer para que la lucha contra el patriarcado impregne nuestro decires y nuestros haceres, pero nos hemos echado a la espalda el hatillo dialéctico y avanzamos, que no es poco.

Si bien es verdad que el texto no daba cuenta en su desarrollo del elemento antipatriarcal es un logro muy importante que una organización como la nuestra recuerde, desde el título de un texto así, que la salida a la crisis debe ser necesariamente obrera e inevitablemente antipatriarcal.

Lo ideal sería que no hiciera falta adjetivar nuestra lucha, que la mención a la clase, la nuestra, la obrera, fuera en sí y para sí antipatriarcal. Sería perfecto, además, que no hicieran falta ochos de marzo, Mujeres Rojas, o clases de autodefensa para mujeres. En definitiva, sería maravilloso que no fuera necesario el feminismo.

Nekane Jurado lo explica muchísimo mejor que yo: “Si queremos hablar de igualdad real tenemos que hablar de igualdad de clases, de reparto del trabajo, del reparto de la riqueza, del reparto de responsabilidades públicas y privadas, y para esto se tiene que dar una lucha de género y de clase”.

Y es que resulta que el patriarcado y el capitalismo actúan de forma diferenciada y asimétrica sobre nuestra clase. La clase es una pero en su seno se reproduce una relación de poder que es necesario visibilizar siempre si se quiere entender algo. Resulta, entonces, que se define un círculo con su correspondiente cuadratura: a) existe una relación de poder entre mujeres y hombres (opresión); b) histórica y estructuralmente el colectivo hombres se beneficia, oprime y exprime al colectivo mujeres; c) el sistema patriarcal se ensaña con las mujeres y sus cuerpos atrapándolas en la función reproductiva (maternidad obligatoria, por ejemplo); d) El trabajo reproductivo gratuito e invisible, desempeñado esencialmente por las mujeres, literalmente sostiene el engranaje capitalista y es la precondición invisible de toda plusvalía (doble explotación de las mujeres).

En palabras de Andrea D´Atri, que a su vez parafrasea a Marx: “sostenemos que no puede liberarse quien oprime a otros. Porque no hay posibilidad de que la clase, que es en sí revolucionaria por el lugar que ocupa en la producción, pueda erigirse en la dirección revolucionaria del conjunto del pueblo oprimido, sin considerar también que existe la opresión en sus filas; que millones de mujeres trabajadoras y del pueblo pobre sufren la humillación, el sometimiento y el desprecio de la mano de los miembros masculinos de su clase”.

Y voy concluyendo: si estamos de acuerdo en que la contabilidad oficial capitalista no contempla el trabajo productivo (reproductivo), realizado mayoritariamente por las mujeres en condiciones de invisibilidad y gratuidad; si sabemos que este trabajo es socialmente necesario e imprescindible para el sostenimiento del sistema capitalista; si sabemos que este trabajo sostenedor de la clase obrera no tiene valor de mercado pero sí un valor económico inmenso; si sabemos que en el caso de las mujeres, entonces, tiene lugar una doble extracción de plusvalía: por parte del hombre concreto y por parte del sistema capitalista; si tenemos la seguridad de que existe una división sexual del trabajo previa, en casa, que permite poner en el mercado a trabajadores vestidos, alimentados, afectivamente sostenidos, que suple de muchas formas la función social del Estado … tenemos la obligación de apostar una salida obrera y antipatriarcal a la crisis capitalista.

 

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