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Estado español :: 28/07/2006

Chapoteo mediático y judicial

J. M. Álvarez
El chapoteo mediático y judicial es un conglomerado formado por los medios de "información", enzarzados en una lucha feroz por la conquista de la audiencia a costa de lo que sea, jueces estrellas que dictan sentencias en función de leyes promulgadas por la oligarquía y persecuciones policiales "made in USA"

Parece ser que el miembro de ETA, Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, no volverá a comparecer ante el vetusto Tribunal de Orden Público, llamado Audiencia Nacional. ¿Significará ello el fin de los espectáculos grotescos que nos han ofrecido durante estos días? Si tenemos en cuenta precedentes anteriores, va a ser que no.

Medios de intoxicación y Judicatura, juntos de la mano. La propaganda es una herramienta poderosa, utilizada políticamente para disponer el ánimo de la gente y profundizar en la estrategia de enajenación de la sociedad. Como saben, los presos vascos que militan en ETA no reconocen la legitimidad de los tribunales de justicia españoles y en la mayoría de los casos se niegan a declarar cuando son llevados a juicio. Pues bien, desde que las cámaras de televisión tuvieron acceso al interior de los juzgados, el show quedó servido, sobre todo si en la Audiencia Nacional anda un euskaldun por medio.

No deja de asombrar la comunión existente entre jueces estrellas y órganos de información, especialmente cuando independentistas y comunistas revolucionarios ocupan la "pecera". En esas ocasiones, innumerables paparazzis pugnan por lograr la mejor imagen sin que nadie les llame al orden, morbosos reporteros recaban datos para escribir relatos espeluznantes sobre los asesinatos de ETA o de los GRAPO, y, por si fuera poco, hacen acto de presencia, de manera ostentosa, esos "demócratas" de fingida dignidad y dudosa honradez. En fin: algo increíble. En el caso de Txapote hacía tiempo que los franquistas blanqueados no se mostraban tan activos. Juicios con semejantes condimentos serían inadmisibles en otros países.

Después de seguir durante varios días estos remedos judiciales, me ha dado la impresión de que, más que administrar justicia, parece que la prioridad era satisfacer la morbosidad de una muchedumbre azuzada por fascistas reconvertidos en demócratas, que podía ver repetida -como si fuera un partido de fútbol- la jugada más interesante, en el telediario de las tres. Una muchedumbre expectante y ansiosa por descubrir ese pequeño detalle que revelara al preso humillado (se quedaron con las ganas), sea éste un criminal o un trilero. ¿Cuál es la diferencia entre los instigadores de estos despropósitos y lo que, supuestamente, condenan? Alardean de proteger los derechos humanos y con sus piruetas circenses los vulneran vergonzosamente. Alardean de representar a la civilización y al Estado de Derecho y con sus bufonadas patéticas se revuelcan entre la barbarie y la venganza.

Los exabruptos del presidente del Tribunal, más propios de un cuartel, como ese "porque lo ordeno yo, se acabó", dirigidos al reo o a su abogado, en medio de una infernal barahúnda, cámaras y micrófonos preparados para la ocasión, recuerdan actitudes franquistas de otros tiempos que -dicen- pertenecen al pasado. Grotesco e impotente, quiso ser protagonista y sólo logró descomponerse. Quizás algún plumífero hubiera deseado, para mejorar la audiencia, que, ante el desacato del encartado, éste (que llegó a calificar de "monigote de circo" al magistrado) sufriera un castigo in situ en forma de tortura, o la aplicación ejemplar de una descarga con esas porras eléctricas tan de moda en este país. Por suerte, la actuación de los policías fue más correcta que la de quienes, por su cargo, tienen la obligación de ser prudentes y no perder los papeles.

¿Actuarían jueces y medios de igual manera si los comparecientes hubieran sido los que regaron el país de terror y asesinatos durante el franquismo? (muchos siguen vivos, coleando y ostentando cargos políticos). Seguramente no, porque por imperativo de la plutocracia, este Estado es el sucesor de aquel otro donde Franco fungía en el poder. En consecuencia, éstas son sus leyes y éstos sus jueces, salvo honrosas excepciones. La organización ETA debería haber desaparecido de manera natural tras la muerte del dictador pero, por desgracia, la "Democracia Orgánica" parió a la democracia del borrón y cuenta nueva para que todo siguiera igual. En mi opinión, ésa ha sido una de las causas de la pervivencia de ETA hasta hoy.

Estos espectáculos son bastante cotidianos (recordemos el proceso 18/98), y a veces rayan lo esperpéntico. No hace mucho, vimos a la Policía esperando a que el mafioso Julián Muñoz saliera de su domicilio para detenerlo delante de las cámaras de televisión cuando podían haberlo hecho tranquilamente dentro de la casa. El chapoteo mediático y judicial del régimen es un conglomerado formado por los medios de "información", enzarzados en una lucha feroz por la conquista de la audiencia a costa de lo que sea, jueces estrellas que dictan sentencias en función de leyes promulgadas por la oligarquía y persecuciones policiales made in USA. Así es la penosa realidad de una sociedad degradante.

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