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Estado español :: 11/11/2006

Conductismo: Un viaje a la tortura institucional en la España democrática del tercer milenio

David MG
Los fundamentalistas de la salud proclaman la salvación de sus semejantes mediante técnicas de destrucción masiva: o te curas o te mato.

Desacreditado el padre del psicoanálisis y considerado hoy por algunos sectores un cocainómano tan visionario como desequilibrado; transformados los adalides de la antisiquiatría en meros cerrajeros de los internados siquiátricos, la asistencia psicológica oficial de este país se basa de manera troncal en la psiquiatría farmacológica conductista, como vehículo de recuperación e integración social del enfermo mental, consideración ésta que se aplica arbitrariamente a individuos con patologías somáticas cerebrales, a drogodependientes y a personas que por uno u otro motivo presentan una conducta asocial o desintegradora.

Incapaz de proporcionar alternativas reales a una forma de vida altamente competitiva y de vertiginosos cambios en el modelo social y en las relaciones personales, el Sistema Público de Salud Mental aboga por los psicofármacos para librarse de los elementos problemáticos o inadaptados y los condena al hacerlo a una vida vegetativa, restrictiva de sus capacidades intelectuales y emocionales. Los psiquiatras se convierten así en otro tipo de policía del Sistema, vigilante y represiva con los derechos individuales, abolidos estos en aras de una supuesta armonía colectiva, cuya finalidad no es otra que la homologación eficaz de las conductas con el mínimo esfuerzo y al más bajo coste.

La aplicación ilegal, sin el consentimiento del presunto enfermo, de terapias altamente agresivas contra la drogodependencia y los "malos" hábitos, basadas en la inoculación subcutánea y la administración oral de psicofármacos que se liberan lentamente en el organismo para sustituir y provocar el rechazo al alcohol, al tabaco y a cualquier otro tipo de droga o conducta indeseable, así como la involucración programada de parientes y amigos del "paciente" con el fin de dinamitar las bases afectivas que sustentan su autoestima y su estabilidad emocional, serán vistas algún día (espero que no lejano) como meras torturas físicas y psicológicas que, en vez de curarlo, tan sólo consiguen potenciar su carga antisocial una vez es consciente del daño que le están infligiendo para reprimir una conducta o unos hábitos que sólo él tiene derecho a considerar, desde su propia estimación personal, como dañinos para sí mismo o, de manera más abstracta, para el conjunto de la sociedad (la transgresión de las reglas sociales es siempre subjetiva, puesto que éstas varían constantemente con el tiempo y difieren en cada territorio).

Concretamente, la terapia que se describe nace en 1996, en Minesota, tras un proceso de aplicación y desarrollo sobre modelos de trabajo con alcohólicos de alta marginalidad. Los estadounidenses descubren el santo grial y comienzan a utilizarlo en otros adictos, tan dispares como toxicómanos, farmacodependientes, jugadores compulsivos, sexoadictos y todo tipo de conductas "desordenadas" que les salen al paso.

El método de sustitución difiere principalmente de los reactivos tradicionales en que no ofrece castigo ni recompensa aparentes. Aun dejados los vicios por el supuesto enfermo, el protocolo sigue adelante durante el tiempo estimado por los psiquiatras, lo que da lugar a una total desorientación y la convicción extrema de que realmente estás muy enfermo y deberías cambiar de vida urgentemente. Esa es al menos la idea que ellos persiguen. En realidad, a no ser que verdaderamente lleves una vida caótica durante un largo plazo y hayas perdido un mínimo de lucidez o armonía entre tu mente y tu realidad existencial, lo cierto es que te das cuenta de todo lo que te están metiendo y eres totalmente consciente de que no tienes recompensa alguna por dejar tus vicios.

De manera que, si igualmente has de estar jodido, lo más lógico es que disfrutes un ratillo de vez en cuando, en cuanto consigues un respiro, no sea cosa de que se tiren diez años con el protocolo y para entonces te hayan comido los gusanos lo poco que según ellos te quedaba sano.

Los propios creadores afirman que esta terapia sólo debe aplicarse en casos extremos, cuando exista desinserción social, peligro de contagio de enfermedades, problemas psiquiátricos graves... y en definitiva el "paciente" presente algún tipo de peligrosidad social concreta e inmediata. Sin embargo, más papistas que el papa, aquí se está aplicando de manera arbitraria y me temo que incluso con modelos experimentales. La natural inventiva ibérica.

Apoyados administrativamente por una política preventiva de ahorro frente al aumento progresivo de la esperanza de vida y el consiguiente incremento de las enfermedades degenerativas y los gastos clínicos y asistenciales que las mismas generan, los fundamentalistas de la salud proclaman la salvación de sus semejantes mediante técnicas de destrucción masiva: o te curas o te mato. Sometidas a programas de larga duración (cuatro años como mínimo bajo control asistencial si todo va bien y el "paciente" es reinsertado) y a protocolos realmente torturadores mediante la administración subcutánea de neurolépticos que te alteran el sueño y te provocan pesadillas durante la noche, así como dolores de cabeza, pérdida de concentración, desorientación y aturdimiento durante el día y neurodepresores del sistema nervioso central que te sumen en el abatimiento total y te transforman en un vegetal, sus víctimas se ven abocadas al abandono del trabajo y de sus relaciones personales, situaciones que no raramente terminan en suicidio o asesinato, pues el cuadro clínico generado por los verdugos es el más parecido a una depresión esquizoide con manía persecutoria, además del temor a padecer enfermedades gastrointestinales o genitourinarias provocadas por los dolorosos "señuelos" que te introducen por vía oral a la menor oportunidad, ayudados por familiares o amigos que te invitan a comer o a tomar algo, o en el primer bar que te despistes cuando andas solo, después de haberlos enviado a todos a la mierda. Y si no bebes da lo mismo, pues también te introducen otro tipo de subcutáneas, más purulentas, que imitan los mismos síntomas en tus órganos, todo para convencerte de que además de loco estás totalmente podrido por dentro. Incluso llegan a colocarte hipodérmicas, a través de los glúteos, para simular ataques de ciática, o en el pie para simular gota.

De paso te impiden una movilidad excesiva, incómoda para su seguimiento y derribo. Por supuesto, para ello lo mejor es disponer de la intimidad de un dormitorio.
De forma que si no estás casado ni tienes una novia a quienes previamente habrán involucrado, no te preocupes, que enseguida te envían alguna voluntaria dispuesta a echar unos polvetes por la causa, bien a través de internet, que ya te estarán controlando, bien en algún bar donde pares de vez en cuando. Estas ejemplares mártires de la causa pueden llegar a convertirse en tu pareja durante algún tiempo, hasta que te das cuenta y huyes alucinado o en el peor de los casos le asestas un par de puñaladas. Sobre esto habría que investigar también algunos casos de violencia de género provocados por maridos o compañeros bajo tratamiento por supuesta depresión. Su más que probable vinculación con este otro tipo de "enfermedad’. Se podrían revisar de paso los expedientes de los seiscientos presos psiquiátricos de este país, encerrados por esquizofrenia paranoide en los últimos diez años. Daños colaterales, llaman a los provocados a quienes no logran "curar" ni convencer; pero si se hiciera una investigación seria nos encontraríamos con niveles de fracaso del tratamiento superiores al 40%. Por supuesto no todos los casos terminan criminalmente, pero habría que considerar los graves daños producidos en la personalidad del "paciente" y en sus relaciones posteriores con una sociedad que lo ha torturado durante años. También sería preciso valorar el daño producido a nivel orgánico por los efectos secundarios de todo ese cóctel de DROGAS que te introducen durante tanto tiempo.

¿Por qué se sigue utilizando y renovando con nuevas tecnologías un método tan agresivo de intervención forzada en una sociedad democrática y de supuesta tolerancia con las minorías y la conducta individual? Además de los motivos económicos expuestos, de ámbito general, habría que investigar el importante flujo de dinero que a través de subvenciones estatales distribuidas por la Red Nacional de Asistencia Social (en quien delega la Institución de Salud Mental para el régimen ambulatorio), les llega a los innumerables grupos, oenegés y asociaciones del bien común y las buenas costumbres diseminadas por todo el territorio nacional: Acción Católica, Acción Familiar, Amigos contra la Droga, Fundación de ayuda contra la Drogadicción, Alcohólicos Anónimos...etc. Basta echar un vistazo a las páginas de Internet para realizar un análisis objetivo del tamaño de la plantilla y de los numerosos sueldos concertados con estos grupos, que además de trabajar en su zona de destino, reciben a los "escapados" de otras regiones con el mayor entusiasmo. Hordas de técnicos en asistencia social, psiquiatras, terapeutas, educadores y acompañantes voluntarios con cara de asesinos para intimidar al "paciente" recalcitrante y un poco avisado, todos con su gran corazón de salvadores, pero con la mano extendida para recibir el cheque del trabajo sucio que la administración no podría realizar sin ellos. Si tienes coche no hay problema, pues previamente te habrán colocado en él un localizador o un "gps", pues los chicos disponen de tecnología punta para acosarte. Y si no lo tienes ya te encontrarán, a no ser que te metas en casa y no salgas ni abras la puerta más que para ir corriendo al supermercado a matar el hambre y a la farmacia para comprar las DROGAS que te permitan dormir y sobrevivir, si es que te atreves.

Las mujeres, destinatarias históricas del cuidado de niños y viejos o de enfermos crónicos impedidos para valerse por sí mismos, en la actualidad no desean cuidar ni a unos ni a otros, a no ser por un merecido salario.

De modo que ni tienen hijos (tenemos la tasa de natalidad más baja del mundo) ni apuestan por la libertad de sus hijos, hermanos o padres para disfrutar de los vicios y costumbres habituales, por temor a una hipotética enfermedad que pueda hacer necesarios sus gratuitos servicios. Lejos de adoptar posturas educativas con unos o dialogantes con otros (para eso se precisa un tiempo solidario que compartir en sus anquilosadas y rutinarias vidas y una mente que abrir a otros conceptos en sus linealmente estructuradas neuronas), prefieren suscribirse felizmente a estas terapias de choque (verdaderos atropellos vitales), bien como elementos activos de la policía psiquiátrica o colaborando con ellos a ojos ciegos, sin atisbo de crítica ni consideración y sin la menor idea del sufrimiento que esas DROGAS impuestas van a generar en sus amigos o familiares (a los demás qué mierda le importas, más bien aportan un cachondeo de fondo al asunto). Por supuesto, no siempre son ellas las que deciden la incorporación del sujeto al programa, pero más del 80% de las personas implicadas, tanto a nivel técnico asistencial como en los grupos de apoyo, son mujeres. Mujeres animadas por ese viejo resentimiento de su labor histórica, que ante la ausencia de terapias psicológicas o existenciales menos invasivas (requieren más potencial profesional e implicación humana debido a su complejidad y son de mayor duración estimada), optan por alinearse con la terapia dura de los conductistas farmacológicos. Esperemos que la nueva ley de dependencia, a punto de ver la luz y depositar en las manos del cuidador un sueldo mensual, provoque las evidentes peleas en el seno familiar, al menos entre quienes no hayan terminado de pagar la hipoteca, para decidir quién cuida a los viejos con el mayor amor y el mayor tiempo posible. Y se logre paliar un poco ese resentimiento vernáculo.

Desconozco si este tipo de terapia se aplica en otros países de Europa, será cuestión de averiguarlo, pero al menos en España (todavía reserva espiritual de occidente) hemos sabido conservar con ella un modelo de "enseñanza" reaccionario y cruel que nos recuerda aquel lema de la vieja escuela "la letra con sangre entra", del que pensábamos habernos librado hace tiempo. Y la impunidad institucionalizada con que trabajan esas personas, en una labor ilegal además de cruelmente torturadora, nos recuerda además los viejos tiempos del fascismo más triunfante. Es a la vez aleccionador y reconfortante, todo un aliciente para la curación del "enfermo mental", comprobar con qué facilidad e ilusión se alistan unas y otros en sus filas.

 

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