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Pensamiento :: 14/08/2006

Cristianismo y socialismo

Rubén Dri
El valor fundamental que debe unir a los miembros del cristianismo es el dar, el compartir. Es por ello que una sociedad basada en el lucro, en el egoísmo, como el capitalismo, es esencialmente anticristiana. Una sociedad cristiana es necesariamente socialista en el sentido profundo de la palabra, es decir, una sociedad en la que el valor fundamental sea el de compartir

En las raíces mismas del cristianismo se encuentra la tendencia a la construcción de una sociedad de iguales, anti-jerárquica, de economía solidaria y, por ende, socialista. Efectivamente, Jesús de Nazaret anuncia su mensaje como advenimiento de una nueva sociedad denominada "Reino de Dios" cuya propuesta económica se encuentra ampliamente desarrollada en el evangelio de Marcos, especialmente en lo que se conoce como "secuencia de los panes" que abarca desde el 6,34 al 8,30, previa una introducción que va del 6,30 al 6,33.

La parte fundamental de la propuesta se formula en una introducción en la cual se dan las dos escenas conocidas como "la multiplicación de los panes". Son dos multiplicaciones, o mejor, es la escena de la multiplicación que se repite. La primera escena es precedida por una introducción que nos dice que una vez que los discípulos volvieron de la misión que Jesús les había encomendado (Mc 6, 7-13), Jesús los quiere llevar aparte para descansar, porque "eran tantos los que iban y venían que ni para comer tenían tiempo". (Mc 6, 31).

Pero ello no fue posible, porque "al desembarcar (Jesús) vio mucho pueblo -pollýn ójlon- y se compadeció de ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor y comenzó a enseñarles muchas cosas" (Mc 6, 34). Es conocida la metáfora del pastor para la dirigencia política en toda la literatura antigua. La utilizan Homero, Platón, Ezequiel. Se encuentra en los Salmos bíblicos, en el Éxodo, en el Poema de Gilgamesh, en el Código de Hammurabi. Los reyes sumerios, acadios, babilonios, neobabilonios y asirios llevaban esa denominación.

El problema que aquí preocupa a Jesús es que el pueblo está desorganizado. Un rebaño sin pastor es un rebaño desorganizado, fácil presa de los lobos. De esa manera no tiene posibilidades de salir de la situación opresiva en que se encuentra. Un pueblo sin pastores no es un pueblo, es una simple multitud, un conjunto de átomos sin capacidad de tomar decisiones. La propuesta económica no puede funcionar en un pueblo desorganizado.

"Era una hora muy avanzada cuando acercándosele los discípulos le decían: 'El lugar es desierto y ya es hora tardía: despáchalos para que vayan a los campos y aldeas -agroús kai kómas- del contorno y compren para sí mismos -agorásosin eautóis- algo que comer'. Mas él respondiendo les dijo: 'Denles -dóte autóis- ustedes de comer'". (Mc 6, 35-37).

En este diálogo tenemos la clave para entender el significado de ambas multiplicaciones de los panes y, en general, del aspecto económico del proyecto del Reino. Los discípulos hablan de "comprar" -agorádsein-, mientras que Jesús habla de "dar" -didonai-. Para comprar se requiere tener con qué hacerlo, dinero. Pero la mayoría del pueblo que anda con Jesús es pobre, de manera que no será posible se compren lo necesario para comer. Por otra parte, se trata de una acción individual. El que tiene dinero comerá y el que no lo tiene se quedará con hambre.

Se trata evidentemente de una economía de acumulación individual. Era la que se estaba produciendo en esa etapa crítica en que la incorporación a la esfera del dominio imperial había ido destrozando las comunidades campesinas. Pero además, Herodes Antipas había realizado un programa de urbanización con la fundación de Tiberíades y la reconstrucción de Séforis que provocó una verdadera crisis en el campesinado.

Pues bien, las élites ciudadanas nuevas o renovadas en Séforis o Tiberíades necesitaban tierras en los campos adyacentes y eso significaba la posibilidad de la fuerza o la violencia así como la realidad cotidiana de préstamos y deudas, hipotecas y expulsiones. La tierra que era un "don divino" se había transformado en un "bien comercial".

Los discípulos participan de esta concepción económica, de la cual participaban también los zelotes. El zelotismo había penetrado profundamente en los sectores populares. Sin duda que muchos de los componentes del movimiento de Jesús venían de ese movimiento y seguían sufriendo su influencia. Se trata de un movimiento popular antiimperialista, y, en ese sentido revolucionario, pero en cuanto a la estructuración social, reformista. Efectivamente, en eso coincidían con el proyecto sacerdotal. Tanto es así que no pretendían eliminar el sacerdocio, sino purificarlo.

Jesús, en cambio, propone un proyecto radicalmente diferente, contrapuesto. Es el de la primera Confederación de tribus que retomarán los profetas más radicales como Amós, Oseas y Miqueas. La sociedad se debe estructurar alrededor del valor central del "don", del dar, de la generosidad, de la solidaridad.

Pero no se trata simplemente de dar como quien da una limosna, o como quien hace un acto de caridad. No se trata de "populismo", de solucionar el problema social mediante un plan de reparto para los necesitados, porque en ese proyecto de sociedad no puede haber necesitados. Nadie tiene que tener hambre como acontece, en cambio, si es que para comer es necesario ir a comprar.

En la narración con la simple propuesta de "dar" que hace Jesús ya el proyecto está suficientemente claro para quien tiene memoria histórica y recuerda a los profetas. Pero como ello no siempre acontece, pues la memoria muchas veces se pierde, y los sectores dominantes hacen todo lo posible para que ello acontezca, el "dar" se completa con el "partir", "partió los panes y los daba a los discípulos para que se los sirvieran" (Mc 6, 41).

No había ninguna necesidad de partir los panes, porque no se trata de un bien escaso. Si solo eran cinco panes y los que tenían hambre, cinco mil, por más que se los partiera no hubiera alcanzado ni siquiera una miga para cada uno. El partir es, como todo en esta narración, simbólico. Si se juntan "dar" y "partir", se tiene "compartir". Partir para dar, una parte para ti y la otra para mí, "compartir". El "dar" significa la generosidad que debe animar ese "compartir".

Su significado es revolucionario, profundamente revolucionario. Se trata de cambiar una economía de acumulación individual o grupal, por otra del compartir. Se trata de cambiar las relaciones verticales, de dominadores y dominados, por otras horizontales, fraternales, intersubjetivas, de mutuo reconocimiento. Implica cambiar las relaciones sociales que conlleva, a su vez, un cambio profundo en el individuo.

Es lógico que esta propuesta les extrañe a los discípulos y los sumerja en el escepticismo: "Le dicen: '¿Que vayamos y compremos doscientos denarios de panes y les demos de comer'?. Jesús no se detiene en explicaciones. Va directamente al grano, a la práctica: "'¿Cuántos panes tienen? Vayan y vean'. Habiéndose informado, dicen: 'Cinco panes y dos pescados'". (Mc 6, 37-38).

Esto es muy importante. Ha sido pasado por alto por todos los exégetas, si no me equivoco. Los discípulos siguen hablando con la mentalidad del "comprar", es decir, de la economía de acumulación o mercantil. Para quien piensa de esa manera, la situación se presenta como quien tiene que solucionar el problema del hambre de "cinco mil personas" mediante "cinco panes". Imposible. Todo el pasaje, como ya lo he señalado es simbólico. Los cinco panes están en directa contraposición con los cinco mil del relato que finalmente van a ser alimentados. En la lógica de la acumulación ello es imposible.

Para la lógica de Jesús o del compartir, el hecho de que sólo existan "cinco panes" es aparente. Es la mirada individualista, de acumulación. Para esta mirada los bienes siempre son escasos, nunca alcanzarán para alimentar a todos. Pero la realidad es diferente, pues algunos tienen un pan, otros cinco, otros diez, otros ninguno. Si se comparte, hay para todos, se crea abundancia. Esto es lo que Jesús quiere comunicar, pero no lo hará mediante un discurso, sino prácticamente.

Por ello, después del informe que le pasan sus discípulos "les ordenó -epétacsen autóis- que se sentaran todos, grupo convivial por grupo convivial -symposia symposia-, sobre la verde hierba. Y se acomodaron por conjuntos de cien y de cincuenta. Luego tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y daba a los discípulos para que se los sirvieran; también los dos pescados. Comieron todos y se saciaron -ejortásthesan-. Recogieron de los pedazos doce canastos llenos -dódeka kofínon plerómata- y de lo que sobró de los pescados. Eran los que comieron los panes, cinco mil hombres" (Mc 6, 39-44).

El reparto no se hará de manera anárquica, desordenada, pues ello llevaría fácilmente a que algunos recibiesen más de lo debido y otros menos, o nada. La multitud reunida no es una simple multitud, es un pueblo, o debe llegar a ser pueblo y más aún, "movimiento", fuerza aglutinadora del pueblo. Por ello Jesús "les ordenó -epétacsen autóis- que se sentaran todos, grupo convivial por grupo convivial -simpósia simpósia- sobre la verde hierba". El movimiento de Jesús no es un conglomerado confuso de individuos. Conlleva una organización.

El orden del que se trata es la reunión del conjunto en grupos "de cien y de cincuenta" que fueron las unidades de combate de las milicias campesinas en la época de la confederación de tribus. No se trata de ejércitos profesionales, sino de milicias populares que formulan modelos para la organización social. O tal vez al revés, la organización social formula modelos para el encuadre militar de las milicias. En realidad, milicia y organización social conforman una unidad dialéctica. El pueblo está organizado para solucionar todas sus necesidades, entre las que se encuentran las necesidades de defensa militar, sin ejército profesional.

Mil, cien, cincuenta, diez, ésas son las unidades de combate de la antigua confederación de tribus. Frente al ataque de los ejércitos profesionales de las monarquías, la confederación ponía fácilmente en pie su organización militar. En el relato evangélico sólo figuran las unidades de cien y de cincuenta. Probablemente hayan sido las más empleadas. A lo mejor las otras no hayan sido empleadas en el movimiento de Jesús. Por otra parte, a Marcos no le interesa darnos datos precisos sobre la organización. Le basta con señalar su realidad.

Esa organización no es meramente militar, sino fundamentalmente social. Así lo era en la antigua Confederación como aparece claramente en el consejo que Jetró le da a Moisés. El sentido es que distribuya el poder entre los diversos grupos para solucionar los diversos problemas humanos, religiosos, sociales, políticos. Es lo que aparece con particular vivacidad en la narración evangélica.

Efectivamente, allí los grupos son denominados sympósia, palabra plural de sympósion que según el diccionario significa: 1) convite, banquete; 2) los convidados; 3) sala del convite. El término no puede ser inocente y significar sólo "grupo" como traducen tanto la Biblia Latinoamericana, como la Biblia de Jerusalén, la Traducción Interlineal de Gutiérrez Escalante y Fernando Belo.

Se trata, por una parte, de unidades calcadas de las milicias campesinas pero no se las denomina simplemente "conjuntos" sino sympósia, plural de sympósion que hace alusión al banquete, a la comensalidad. Evoca una cantidad de escenas en las que Jesús banquetea, rompiendo todas las reglas establecidas por la sociedad sacerdotal. Jesús quiere un movimiento organizado tanto para la lucha como para el festejo, o mejor, para el festejo de la vida que siempre requiere momentos de lucha.

Los grupos se sientan sobre la "verde hierba", noticia importante que nos ilustra no sólo sobre el momento del calendario en que se realizó el evento, es decir, la primavera, sino también y principalmente sobre la relación de Jesús y su movimiento con la naturaleza. La escena es como la de un campamento.

Comieron todos y se saciaron -ejortásthesan-. Recogieron de los pedazos doce canastos llenos -dódeka kofínon plerómata- y de lo que sobró de los pescados. Eran los que comieron los panes, cinco mil hombres" (Mc 6, 39-44). Hay aquí tres temas de mucha importancia: la comida para todos, la saciedad, los doce canastos y los cinco mil.

En primer lugar, "comieron todos". Se supera la economía en que sólo comen los que pueden comprar. No hay que esperar a que "la copa se llene y rebalse". En el mismo proceso de producción de los bienes, éstos llegan a todos. Las relaciones no son de dominación, sino horizontales, fraternales, de mutuo reconocimiento. La escasez de bienes responde a la visión distorsionada del dominador. El militante popular ve que los cinco panes son miles de panes.

La idea que se tiene del mensaje de Jesús es que recomienda o pone como condición la pobreza, el sacrificio, la mortificación, la negación de todos los sentidos. De esa manera se trastrueca el mensaje y se lo transforma en un mensaje de muerte, cuando es un mensaje de vida. La afirmación de que "comieron todos y se saciaron" no es circunstancial sino esencial. Hace a la esencia misma del relato.

El mensaje del reino de Dios conlleva como momento esencial la "saciedad’ en su sentido pleno, es decir, como realización plena de todas las aspiraciones, anhelos, potencialidades, ideales, utopías del ser humano. Saciedad en todos los niveles, materiales y espirituales; en la alimentación, el vestido, la vivienda; en la educación, la lectura, el arte.

Sobran "doce canastos". Es el símbolo por excelencia del pueblo de las doce tribus, de la confederación en la que todo se compartía. Doce es la totalidad, todo el pueblo liberado. Servirá aquí expresamente para distinguir y unir la comunidad hebrea, representada por el "doce", con la comunidad "helenista" representada por el "siete" de la segunda multiplicación que aquí no vamos a comentar.

Los que comieron "eran cinco mil hombres". Cinco panes para cinco mil hombres. Así lo veía el problema quien se ubicaba en el proyecto sacerdotal. Así lo ve hoy quien se coloca en el proyecto capitalista neoliberal. Si la economía no crece, no se puede repartir. ¡Como si la economía ya no hubiese crecido lo suficiente para inundar el universo de bienes!

Las primeras comunidades cristianas entendieron perfectamente el mensaje. Efectivamente, "todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba. (Hch 2, 44-45). En este pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles se inspira Marx cuando afirma en la célebre Crítica del programa de Gotha que sólo "en la fase superior de la sociedad comunista" ... "la sociedad podrá escribir en su bandera: 'De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades'".

El valor fundamental que debe unir a los miembros del cristianismo es el "don", el dar, el compartir. Es por ello que una sociedad basada en el lucro, en el egoísmo, como el capitalismo, es esencialmente anticristiana. Una sociedad cristiana es necesariamente socialista en el sentido profundo de la palabra, es decir, una sociedad en la que el valor fundamental sea el de compartir.

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