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Estado español :: 07/03/2004

Discriminación de las mujeres presas

C. de Mujeres del Colegio de Abogados de Bizkaia Marta Iglesias
La mayoría de los delitos que llevan a una mujer a una cárcel en el estado Español están relacionados con el tráfico de drogas. En ello no se utiliza la violencia,

Discriminación de las mujeres presas

C. de Mujeres del Colegio de Abogados de Bizkaia

También en la cárcel la situación de la mujer es secundaria respecto al hombre. Esto se constata en el texto que viene a continuación, que es un extracto de la investigación sociojurídica sobre la Discriminación de las mujeres presas en la Comunidad Autónoma del País Vasco, realizado por la Comisión de Mujeres del Colegio de Abogados de Bizkaia, y que fue coordinado por la abogada Juana María Balmaseda Ripero y el sociólogo César Manzanos Bilbao. Las conclusiones de este trabajo se pueden extrapolar a todo el Estado.

La investigación se realizó durante el año 1996, a través de entrevistas en profundidad realizadas a presas que cumplen condena en los centros penitenciarios de Nanclares (Álava) y Martutene (Guipúzkoa). La gran mayoría de las presas se encuentran en la prisión de Nanclares (aproximadamente cuatro de cada cinco) y tan sólo una de cada cinco está en Martutene.

La situación de las mujeres dentro de las prisiones estatales es peor que la de los hombres, porque están más hacinadas, tienen menor formación cultural y más problemas por sus condiciones de marginación (Informe de la Secretaría de Estado de Asuntos Penitenciarios del 14 de diciembre de 1994, ante las Cortes Generales).

ARQUITECTURA INADECUADA. Uno de los exponentes del hacinamiento y marginación es la arquitectura penitenciaria, concebida desde los inicios del modelo carcelario de Filadelfia sin tener en cuenta a la mujer. La marginación de las mujeres en prisión es una consecuencia de la marginación que secularmente han padecido las mujeres en la sociedad. El diseño de la arquitectura penitenciaria ha venido respondiendo a una finalidad ideológica de sometimiento y disciplina del hombre delincuente, del que se conocen los estereotipos de violentos, rebeldes, salvajes, insumisos, etcétera. Sin embargo, en el caso de la mujer no existe una equivalencia de estereotipos, y por tanto, cuando entra en el recinto penitenciario, la arquitectura le viene absolutamente inadecuada y sumamente hostil.

El modelo arquitectónico de la cárcel ha variado poco desde los primeros diseños, del confinamiento solitario absoluto se pasó al confinamiento de la clasificación o separación de los presos. El incremento de la población penitenciaria femenina no ha supuesto, sin embargo, una modificación de la estructura arquitectónica penitenciaria. (En diez años la población penal femenina creció de 715 presas en todo el Estado Español a 4.554 reclusas en el año 1994, lo que significa que ha crecido seis veces, aunque disminuyó de forma apreciable en 1995 (4.371) y 1996 (3.984), según las fuentes siguientes: Informe de la Secretaría de Estado de Asuntos Penitenciarios ante las Cortes Generales en 1994, Memoria de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio de Justicia y Memoria del Departament de Justicia de la Generalitat de Catalunya).

Como es sabido, a falta de una estructura arquitectónica adecuada, que tenga en cuenta las necesidades y características propias de las mujeres presas, la fórmula que se ha utilizado mayoritariamente para albergarlas es la creación de departamentos de mujeres dentro de los recintos penitenciarios concebidos generalmente para hombres. El artículo 16 de la Ley Orgánica General Penitenciaria de 26 de septiembre de 1979, así lo establece: "Los hombres y las mujeres, deberán estar separados, salvo en los supuestos excepcionales que reglamentariamente se determinen". El propio Reglamento Penitenciario en su artículo 33, señala: "Los hombres estarán separados de las mujeres, ocupando éstas establecimientos o unidades independientes, con organización y régimen propios".

En la Comunidad Autónoma Vasca existen unidades independientes en los establecimientos de Martutene (Guipúzkoa) y Nanclares (Álava). Hasta 1990 existía otro departamento para mujeres en Basauri (Bizkaia).

POSICIóN SECUNDARIA. Es evidente que las mujeres, en un ambiente penitenciario concebido esencialmente para hombres, ocupan una posición secundaria y se ven marginadas con respecto a las actividades laborales, culturales, deportivas y recreativas programadas, debido, en gran parte, a que la población general masculina es mayoritaria y los espacios para la realización de dichas actividades son limitadas. En reiterados informes del Defensor del Pueblo se advierte de esta situación, constatando que los departamentos de mujeres son pequeños y están saturados, habiendo una fuerte limitación para el acceso y participación en todas las actividades comunes que programan los establecimientos penitenciarios (Informes de 1990 a 1994).

En la Comunidad Autónoma Vasca, como en el resto de las Comunidades Autónomas, en los últimos 15 años, se ha producido un aumento muy importante del número de mujeres presas. Así , en el centro penitenciario de Nanclares, en sólo 5 años, se pasó de una población de 5 internas en 1987 a 113 en 1992, cifra que explica el hacinamiento existente en esta unidad, mucho mayor que el de la prisión de Martutene, que también ha sido señalado por el Defensor del Pueblo por la carencia de espacio y la separación deficiente en el departamento de mujeres (Informe de 1992).

NO HAY SEPARACIóN ADECUADA. No obstante, el hacinamiento no es la única realidad negativa en los departamentos de mujeres. La ausencia de una separación adecuada entre las internas, que tenga en cuenta los criterios que la propia Ley Orgánica Penitenciaria señala, como: la edad, estado físico y mental y otras circunstancias. (El artículo 16 de la Ley Orgánica Penitenciaria establece: "Cualquiera que sea el Centro en el que tenga lugar el ingreso, se procederá de manera inmediata a una completa separación, teniendo en cuenta el sexo, emotividad, edad, antecedentes, estado físico y mental, y respecto de los penados, las exigencias de tratamiento").

La arquitectura penitenciaria ha permitido que existan módulos para garantizar esta separación en los centros penitenciarios para hombres, pero no así en las unidades acondicionadas para las mujeres.

En el centro penitenciario de Nanclares sólo se ha instalado dos módulos, uno de ellos alberga a mujeres con niños, internas de edad avanzada y enfermas, y en el otro vive el resto de las reclusas sin separación alguna entre ellas. Esta situación es bastante generalizada en los centros penitenciarios del Estado. En el Informe del Defensor del Pueblo de 1988 se recomendaba al ministro de Justicia: "la adecuación de la actual reducida estructura de los departamentos de mujeres, con repercusiones directas sobre su clasificación y tratamiento". Pero no han cambiado muchas de las cosas desde entonces, salvo que se han venido cerrando varios departamentos de mujeres por su estado de precariedad (Basauri, Burgos, Huelva, Huesca, Palencia, Pamplona, Salamanca, Segovia, Soria, Teruel, Toledo y Zamora).

LA DISPERSIóN. Esta decisión crea un problema suplementario, que agrava la situación de las mujeres en prisión: la dispersión. La estancia en centros penitenciarios alejados del lugar de residencia habitual produce una cadena de consecuencias negativas para las mujeres en situación de prisión preventiva y para las que cumplen condena.

A las preventivas, la dispersión las priva de la comunicación regular con su abogado defensor, y crea muchas dificultades para mantener el control del proceso penal por parte de la inculpada. Los inconvenientes son aún más graves para las mujeres penadas: mayores dificultades para acceder al tercer grado de tratamiento penitenciario o al disfrute de régimen abierto que suponga la salida al exterior para trabajar, y dificultades para comunicar con sus amigos y familiares, entre otras.

La reducida capacidad que presentan los departamentos de mujeres en general, impide la observancia de la separación exigida, legal y reglamentariamente, entre presas preventivas y penadas (artículo 8 de la Ley Orgánica Penitenciaria y artículo 24 del Reglamento Penitenciario). La prisión preventiva ha de cumplirse en unidades independientes y no dentro de la unidades de cumplimiento de condena .

MÁS DISCIPLINADAS. En cuanto al comportamiento de las mujeres en prisión, se observa que, por lo general, es más disciplinado que el de los hombres en la misma situación. La diferencia de vivir dentro de los muros de la cárcel o dentro de los muros del hogar, no es tan grande para muchas mujeres. Muchas de ellas han sufrido violencia y malos tratos en el seno de la familia. No extraña, por tanto, que en las investigaciones penológicas y sociológicas al respecto, se repita que la mujer se adapta mejor a la cárcel y acata con menos dificultad las condiciones del encierro.

La procedencia social de las mujeres (baja o media-baja), su nivel cultural (bajo, en su mayoría), la naturaleza y clase de los delitos por los que resultan condenadas (delitos contra la salud pública en su mayoría), las carencias que, en muchos casos, presenta su salud física y psíquica, las necesidades personales y familiares de las que debe ocuparse (hijos y otros familiares que dependen de ella), su falta de percepción de ser sujetos de derechos, a pesar de estar en prisión, son temas, entre otros muchos que expresan la naturaleza y complejidad de la problemática de la mujer en prisión.

GRAVE SITUACIóN ECONóMICA. Las entrevistas en profundidad realizadas a las internas ponen de relieve datos significativos. Así, por ejemplo, puede apreciarse que el promedio de edad de las mujeres entrevistadas es de 32 años, dato que coincide con el Informe de la Secretaría de Asuntos Penitenciarios.

Las mujeres que tenían trabajo remunerado antes de entrar en prisión no llegan al 30%, y en muchos casos, los ingresos no alcanzaban las 50.000 pesetas mensuales. Es evidente que la selección de la criminalidad femenina opera, esencialmente, entre los grupos más desfavorecidos de la sociedad, en los que la situación económica de las mujeres es, en general, peor que la de los hombres. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de las mujeres en prisión, en torno a los 35 años, tienen hijos menores de edad a su cargo, lo que agrava, aún más, su difícil situación económica.

En los últimos años con el aumento de la criminalidad femenina, se ha ido modificando el estereotipo de reclusa. Ha pasado de ser considerada al margen de la normalidad (perversa, brutal, etcétera) a tener una imagen más acorde con la realidad. También en el ámbito penitenciario está en desventaja respecto al hombre, ya que la legislación y prácticas penitenciarias no sólo no son ajenas a la discriminación que vive extra muros sino que, por el contrario, contribuyen a incrementarla, al reiterar machaconamente una idea de la normalidad y corrección basadas en la pasividad, sumisión y dependencia.
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ARTICULO DE MARTA IGLESIAS
Aunque en España no hay casos tan alarmantes como los que denuncia Amnistía Internacional en EEUU, el colectivo de mujeres encarceladas sí presenta preocupantes características. En la actualidad existen más de cuatro mil reclusas repartidas en cárceles de todo el país. Esta cifra cobra su verdadero sentido cuando conocemos que la proporción ha aumentado un 800% en los últimos quince años, y se perfila mejor aún cuando sabemos que la mitad de los delitos son contra la salud pública (tráfico de drogas).
Numéricamente la mujer es el 10% de la población carcelaria, por lo que se le destinan muchos menos recursos. Las cárceles específicas para mujeres son pocas, lo normal es reservar un módulo para ellas dentro de una megacárcel para hombres, con lo cual están en desventaja. Un ejemplo: muchas mujeres que podrían disfrutar del tercer grado -libertad por el día y dormir en la cárcel- no pueden acceder a él porque no disponen del departamento necesario, cosa que no sucede en las cárceles masculinas.

Un día entre rejas

Margarita Aguilera

La cárcel idílica de las películas, donde una reclusa estudia para convertirse en abogada y al salir cambiar su destino, es un imposible en España. Nada hay más alejado de la realidad. Desde las ocho de la mañana -cuando la megafonía despierta a las presas- hasta las diez de la noche, el día es una consecución de horas sin nada más para llenar el tiempo que tu imaginación y tus compañeras de presidio. Entre nueve y nueve y media desayunan, y luego bajan al patio. Margarita Aguilera, abogada de ACOPE (Asociación de Colaboradores con las Presas) y gran conocedora de las cárceles españolas, concreta esta actividad: "La actividad más común en las prisiones es estar en el patio. Esto significa no hacer nada. Y lo más duro de la prisión es precisamente eso: la inactividad. Porque las horas no pasan, es un tiempo muerto y muy destructivo a la vez. Las que van a la escuela tienen hora y media de clase a primera hora de la mañana, y a veces también participan en algún curso al que se le dedica una hora o dos a la semana, pero la actividad fundamental es patio, no hacer nada". Hay una hora para comer, y a continuación dos horas en la celda para echar la siesta, escribir cartas, lavar ropa... De cinco a ocho y media de vuelta al patio, cena y a las nueve y media celda de nuevo... hasta la rutina del día siguiente.

Seguridad y tratamiento

Hay dos pilares básicos en la institución penitenciaria: la seguridad por un lado, y el tratamiento y la rehabilitación por otro, y de los dos al último es al que hay que dedicar la mayor parte de los recursos, si seguimos los dictados de la ley. Todo lo que se incluye en la reinserción, en nuestro país está desierto. No hay cursos orientados para encontrar un trabajo al salir, los trabajos que se realizan en la cárcel se hacen en cadena... Pero lo más grave es la actitud que se despierta en la cárcel: "¿Cómo se puede educar en la libertad desde la no libertad? ¿cómo se puede despertar la responsabilidad en una institución que te organiza y te programa absolutamente todo? -se pregunta Margarita Aguilera-. La prisión es un espacio que infantiliza. Lo que es más: para sobrevivir en prisión tienes que adquirir los hábitos de subcultura carcelaria, justo los hábitos que no te sirven en libertad. Lo que tienen que aprender es a ser sumisas, no exigir, no protestar, no tener iniciativa, no elegir, no decidir".

Una duda: ¿Existen malos tratos o abusos sexuales en las cárceles de nuestro país, por parte de los funcionarios?. La abogada Aguilera afirma que "casi todas las mujeres que entran en primer grado denuncian haber sufrido malos tratos en la cárcel". Por su parte Jorge del Cura, que preside la Asociación contra la Tortura, nos aclara más este oscuro tema: "Hay denuncias de malos tratos en las cárceles españolas, pero no en el tema de las violaciones y agresiones sexuales. Aunque tenemos noticia de que se han dado abusos sexuales en las cárceles españolas, no hay denuncias formales. El tema cambia en los centros de detención -comisarías y demás- donde sí tenemos denuncias de malos tratos y abusos sexuales. Lo que sucede es que muchas veces éstas no salen adelante porque las personas agredidas suelen ser extranjeras -sudamericanas y magrebíes, sobre todo-, y no tienen quien las ayude porque no conocen a nadie".
El tema de las mujeres en las cárceles es siempre problemático y muy amplio. Está la droga dentro de la cárcel, ya que la consumen un porcentaje muy elevado de reclusas; la cantidad de extranjeras encarceladas en España porque vinieron traficando con droga en su cuerpo; los niños que nacen y se crían en las cárceles; las familias que se rompen cuando la madre ingresa en prisión; y sobre todo la reincidencia, porque al salir los fantasmas de hambre, marginación y pobreza que conducen al delito siguen esperando en la misma esquina de siempre

 

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