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Pensamiento :: 28/01/2005

Disquisiciones críticas sobre la última década del Movimiento vegano

Luciano Bonfico
A los veganos de buena cepa nos tiene sin cuidado tu filiación política o tus berretines ideológicos o tu entusiasmo por tal o cual teoría socio-económica. Hablando mal y pronto, nos saltamos a la comba tu concepción política del mundo, o tus rencores personales destilados sutilmente, como suele ocurrir, en prácticas de militancia, o tu concepto de quién es buen patriota y quién no.

Nos importa un adarme y hasta se nos antoja irrelevante el discurso genérico que aceptes o dejes de aceptar, así como tampoco nos importa tu interpretación sobre hechos controvertidos de la historia humana.

Incluso de aquellos cuya controversia ha insumido y siga insumiendo ríos de tinta. Sólo en una cosa puntual y concreta estamos interesados: avocarnos y hacer avocar a otros en la tarea de idear, difundir y poner en práctica soluciones de corto y mediano plazo -e incluso soluciones inmediatas por vía directa- capaces de modificar la implacable e injustificable suerte padecida por nuestros hermanos de especie en su diario trato con la iniquidad humana. Cualesquier otra prioridad en nuestra escala de valores y actitudes veganas deberá ser considerada "ipso facto" como lo que habitualmente es: un intento desviacionista, distorsivo, y en ocasiones adrede en su intención desorientadora, destinado a desvirtuar la esencia de lo que nos nuclea.

Desde luego que una premisa organizativa tal no ha de impedir a este o aquél vegano profesar, por propia cuenta, ideales políticos, credos religiosos o preferencias culturales por las cuales se sienta inclinado (justamente porque como movimiento no estamos a favor ni en contra de un solo credo ni de un solo ideario es que no queremos privilegiar el discurso de uno en detrimento de otro). Lo único que no debiéramos admitir, y en esto sí mostrarnos intransigentes, es que el vegano en cuestión se permita obstruir la agenda proyectiva de nuestro movimiento sembrando discordias personales o ventilando disensos marginales que no vienen a cuento.

Lo que hayan hecho en el pasado o sigan haciendo en el presente comunistas, nazis, sionistas, anarquistas, católicos fundamentalistas, bolcheviques, mencheviques, peronistas, izquierdistas, o separatistas vascos es algo ajeno a nuestro movimiento, toda vez, que nuestro movimiento no se preocupa por las mismas cosas que preocupan a todos esos "ismos". Se preocupa por otras. La liberación de los animales es nuestro objetivo y en tanto veganos es nuestro ÚNICO objetivo centrarnos en eso. Imaginemos que dentro de un partido de izquierda o de derecha alguien saliera, en el momento de discutir la próxima agenda electoral o revolucionaria, con el tema de que tal o cual camarada o tal o cual compañero maltrata a su perro o es adicto a la pesca. En cualquiera de los dos partidos la respuesta sería, en el mejor de los casos, una carcajada general, y en el peor hasta la expulsión sumaria del opinante dada la incapacidad demostrada para entender los fines que se propone su propio partido, sea de izquierda o derecha. Puesto que ningún partido político elige preocuparse por los animales, ¿a cuento de qué debiera un movimiento de liberación animal preocuparse por los intereses de los partidos políticos? Lo cual no significa que no figure o deba figurar en nuestra agenda la posibilidad cierta y anhelada de insertar nuestro tema animalista en el repertorio de intereses básicos de la agenda de los partidos políticos. Pero entiéndase bien: insertar nuestro tema en la agenda de ellos, NO los temas de ellos en nuestra agenda.

La razón por la cual no debemos dar pábulo a las controversias políticas es bien sencilla: lo que caracteriza a toda controversia es, precisamente, la imposibilidad de ponerse de acuerdo. Jamás, por ejemplo, catalanes separatistas van a ponerse de acuerdo con leales del estado centralizado español en cuanto a cuál de los dos bandos tiene razón; del mismo modo en qué comunistas y fascistas jamás van a ponerse de acuerdo en cuál de los dos asesinó a mayor cantidad de gente, y del mismo modo en que sionistas y eslavos y armenios jamás van a ponerse de acuerdo en cuál de sus respectivos holocaustos ha sido el más atroz -mas sí podemos ponernos todos los veganos de acuerdo en que somos veganos porque queremos la liberación animal. Y
concédasenos como irrebatible el hecho de que si todas estas tesituras encontradas no se han puesto de acuerdo a lo largo de los últimos cien años, mal van a conseguirlo dentro del modesto ámbito de nuestro modesto movimiento. Por lo tanto, deben ser tenidas por inconducentes y contraproducentes. Ello sin perjuicio, claro está, de que cada vegano por separado adscriba a uno u otro punto de vista.

Pero en tanto y en cuanto demuestre ser útil a nuestra causa animalista, ese punto de vista a nosotros no nos interesa.

Desencadenemos nuestras fuerzas vitales latentes, hasta hoy desarticuladas, y seamos capaces de promover en nosotros mismos y en los demás acciones concretas por la liberación animal, una sostenida difusión del vegetarianismo y la más sólida cohesión posible en la lucha por la liberación animal y en soliaridad con los compañeros y compañeras presas por luchar.

 

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