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Estado español :: 12/10/2009

El 12 del patíbulo de 1492: La fiesta de los sepultureros

Carlos de Uraba
Otro aniversario más, cinco siglos de tinieblas enterrados vivos bajo la pesada lápida de la mentira y el olvido

Existen diferentes fiestas de guardar, está el día de la Madre, la Virgen de mayo; el día del maestro, San José de Calasanz; el del estudiante, San José de Cupertino; el de los novios, San Valentín; el de la secretaria, Santa Tecla... aunque sin duda alguna el día más importante en el calendario es el 12 de octubre, la fecha en que se conmemora la gloriosa epopeya del descubrimiento de América llevada a cabo por don Cristobal Colón bajo el patrocinio de los Reyes Católicos.

El 12 del patíbulo se celebra por todo lo alto el día de los sepultureros, el día del orgullo españolista, la ocasión perfecta para enaltecer la figura de nuestros héroes y mártires. Como es costumbre al velatorio asisten los reyes, presidentes, obispos y embajadores. Doblan las campanas y con toda la pompa el cortejo fúnebre se abre paso por las principales calles y avenidas encabezado por una interminable procesión de capirotes que arrodillados se flagelan al ritmo del réquiem sacrosanto.

Loados sean los piratas que empuñando la espada y la cruz violaron el edén, de amor patrio henchido el corazón aquellos valientes guerreros a punta de pólvora y dinamita escribieron una de las páginas más sublimes de la historia.

Juicio sumarísimo y al paredón. Al bélico grito de España imperial los verdugos disparan sus armas a quemarropa y tras la dulce agonía, el tiro de gracia. Hijos míos, vuestra sangre derramada os hará libres.

Palada tras palada los sepultureros abren los profundos socavones, son esqueletos que caminan lerdos arrastrando sus pesadas armaduras; encorvados apenas se mantienen en pie mientras en sus rostros pálidos se dibuja un rictus mortis de satisfacción. Con nobleza sus manos huesudas sostienen la guadaña civilizadora que impone la ley de los vencedores. La bolsa o la vida, canallas. Oro, montañas de oro, de oro puro que nuestros dioses tienen hambre.

Las plañideras rigurosamente de luto enjuagan las lágrimas en sus pañuelos y una y otra vez repiten las letanías: señor, perdónanos nuestros pecados... nuestros pecados. Contemplar el nuevo mundo convertido en un camposanto es algo tan maravilloso, el perfume de las flores tiene otro sabor y hasta las bandadas de cuervos y de buitres parecen ángeles celestiales. Un verdadero remanso de paz: tumbas soleadas, confortables nichos, elegantes panteones, valles de los caídos y pudrideros donde florece la cizaña para gozo y disfrute de las ánimas en pena.

Este 12 del patíbulo una vez más los heraldos negros proclamarán la victoria ¡arriba España! ¡Qué vivan los fundadores de las morgues y las funerarias! un homenaje a los novios de la muerte, feliz cumpleaños venerables negreros e inquisidores, benditos sean por siempre señor los especialistas en fabricar ataúdes y catafalcos, alabados sean los expertos tejedores de sudarios y mortajas.

La madre patria es generosa y da el pésame a los deudos: resignación cristiana ¡cuánto lo sentimos! Eran tan buenos. Un minuto de silencio en honor a las tribus bárbaras desaparecidas, un minuto de silencio a la memoria de los salvajes sin alma predestinados a ser carne de cañón de los infiernos.

Otro aniversario más, cinco siglos de tinieblas enterrados vivos bajo la pesada lápida de la mentira y el olvido, 500 años en esa fosa común sin nombres y apellidos, no hay nada más que cardos y espinas y sobre la fría losa un triste epitafio que reza: dale señor el descanso eterno, brille para ellos la luz perpétua.

Carlos de Uraba 2009, investigador de Colombia

 

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