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Estado español :: 31/10/2020

El extraño caso de Boryenka

Maité Campillo
Cada persona brilla con luz propia, o debería...

 Moraleja de Roque Dalton: ``Es el alba la crisis de la noche. Pero en su fría, débil luz debe quemar aún carbones críticos para encender la gran llama del día. Así en la historia. En la madeja-edad de las creencias. Sumando voz a voz hasta desamarrar el gran torrente en llamas´´

Cada persona brilla con luz propia, o debería...

Boryenka solía escuchar la radio mientras escribía, normalmente música clásica que era de lo poco decente que emitían las ondas, la relajaba y a veces inspiraba su escritura sobre un cuaderno de hojas cuadriculadas. Aquella mañana andaba preocupada, llevaba tres días con un pequeño bulto, como del tamaño de un garbanzo, se dijo a sí misma -mañana sin falta iré al médico- Boryenka había sido militante de una organización revolucionaria que tuvo una vida agitada en periodo clandestino. Ella misma, en varias ocasiones estuvo a punto de perder la vida. La primera, fue una noche en busca del “correo”, que solía recoger para la organización, a una dirección donde nunca podía ver a los dueños y solo a esa hora era posible; el caso es, que cuando se acercaba al portal de la vivienda a “escarbar” en el lugar acordado, observa en la calle movimientos raros, personas extrañas. Boryenka, que iba armada, tenía como un sexto sentido, olía el peligro a distancia, iba disfrazada de una persona mayor, peluca canosa, gafas, gabardina ligera a la que tenía mucho cariño (inseparables, ella y su Vespa, de la camarada “Dominique” a galope resolviendo temas organizativos, una mestiza gabacho-vietnamita, que se la había regalado con cariño a Boryenka) apropiada para la lluvia de piel por dentro, hacía frío, y un bastón, muy útil; siempre que acudía a encuentros de este tipo, se disfrazaba para no ser reconocida, ni dañar los enlaces de apoyo. Pasó de largo en medio de unos seis secretas apostados en la calle, que también simulaban ser otra cosa de lo que en realidad eran; sale victoriosa aunque sin recoger el correo, un día más burló la tortura. La segunda ocasión fue durante el atraco a una armería, un plan prudente a fin de evitar enfrentamientos. Entró con un compañero, les esperaba otro más con el coche en marcha; apuntan al dueño del establecimiento con la única pistola que disponían, instándole de la forma más relajada a llenar las bolsas de armas de fuego y munición. El dueño siguió las indicaciones de Boryenka, iba sacando pistolas y alguna ametralladora, que colocaban con rapidez en sendas bolsas deportivas... De pronto desde la trastienda, tras una cortina el hijo del dueño empezó a disparar hiriendo en el hombro a Boryenka, mientras repelía al agresor sorteando los disparos salen veloces llevando solo una de las bolsas con algunas armas, montan al coche y salen a toda mecha; un día más, burló la muerte.

La tercera ocasión ocurrió durante una manifestación clandestina, uno de los saltos cortaba la calle con algunas barricadas improvisadas, aparece un coche camuflado lleno de sociales, sacan sus armas y empiezan a disparar a todo lo que se mueve; el grupo de Boryenka repele los disparos de la policía, hubo un intercambio de munición donde las balas rozaban cabezas, piernas, pechos; los sociales se ven acorralados por otro salto en columna contraria que se acerca, intuyendo el peligro, salen de la encerrona con algún que otro herido; día de victoria, burló balas, comisaría y cárcel segura. Quizá estas tres, y una cuarta, haya sido la más “rocambolesca”, que dio que decir en una manifa en París, donde se hace con una pistola desenmascarando al secreta español que en su sorpresa y con el ánimo de “agarrarla”, de un golpe se le cae al suelo la pipa y, nadie como la ligera ardilla Boryenka, se hizo con el arma, que entrega a uno de los grupos de autodefensa, a un entrañable valenciano (consciente de saber a quién la entregaba). El caso es que esta fue la primera vez “públicamente” que Boryenka mostró su habilidad, pues la situación lo exigía; al día siguiente fue la comidilla que estimuló nuevos días en momentos duros a muchos camaradas, un arma menos para el enemigo.

Decir de Boryenka que era una camarada apacible, empática, que gustaba de pasar un buen rato mirando las estrellas en silencio desde su diminuto ático acariciando su gata. De aquella trinchera de lucha poco o nada fue quedando, consciente que el espejo roto en mil pedazos a principios de los años noventa, ya cristales rotos, jamás lograrían más allá de revivir el pasado vivido a una edad que seguía siendo rabiosamente joven. Revolución que quedó estancada en un punto indefinido. En la jornada que se puso a escribir, a principios de los noventa, se preguntó si algún día sería posible continuarla tras ese punto, ¿o ese punto era el final de la historia?. La gata la acompañaba, aferrada a sus notas escritas para descifrar tareas de antes y de ahora, aunque las de ahora, no las entendía ni un carajo. Pobre Boryenka, había caído como en un vacío, agravado por un estado de ansiedad, que se vengó con una importante depresión entre ríos de agua lagrimosa, que duró hasta que empezó a escribir y a viajar, dispuesta a compartir en cualquier parte del mundo que luchara contra el fascismo e imperialismo; así empezó a remontar, avivando la vieja y nueva esperanza. Se acostó tras el complaciente diálogo con las estrellas.

A la mañana siguiente, al amanecer del día fue al baño para refrescarse con agua fría, y mientras estaba frente al espejo, se miró donde tenía el dichoso bulto ¡había desaparecido!!! Después de desayunar emocionada de alegría, fue a buscar su cuaderno de notas, siempre lo dejaba en un cajón del mueble librería. No estaba, ni ese, ni los otros que había escrito hasta llenarlos. Empezó a mirar por todos lados, ni rastro de los cuadernos. Se rascaba la cabeza una y otra vez sin encontrar sentido alguno a la desaparición de sus notas. Fue a la puerta de entrada, por si alguien había entrado mientras dormía, pero la puerta estaba cerrada por dentro con su llave puesta. Esto le empezó a preocupar, no entendía nada, dando vueltas y más vueltas a la casa, abriendo y cerrando cajones, mirando hasta debajo de la cama, mirando a la gata por si sabía algo, nada, medio día así. Salió de casa a dar una vuelta para despejarse, notó algo raro en la calle, en la gente, el ambiente, un no sé qué, que no acababa de descifrar daban un contrasentido, en su mente brotó como una lluvia de cristal fino molido devolviendo la historia que “los fantasmas” intentan ocultar; volvió en la noche a su pequeña terraza intentando calmarse dialogando con las estrellas, pero las estrellas no estaban, el cielo se encontró tomado por la oscuridad.

Al siguiente día se levantó como de costumbre, al alba, se dio su ducha de agua fría, se miró al espejo, el bulto tampoco estaba hoy, antes de desayunar fue a mirar el cajón donde guardaba sus cuadernos, nada, ni rastro. La gata siempre se despertaba como ella, pero ese día no se despertó, se extrañó, fue a la caja donde dormía y ¡no había rastro de caja ni de gata!!! Miró como hizo el día anterior con los cuadernos por toda la casa, nada, ni la comida que le preparaba ni el botecito de agua, todo había desaparecido ¡¡Ahora sí, ahora si voy al médico!! Se encaminó sin pensarlo dos veces a su centro sanitario, sacó su tarjeta para pedir cita, la empleada de la recepción le dijo que esa tarjeta no la conocía, y que la doctora a la que pedía cita en ese centro no trabajaba. Volvió a casa aún más confusa. Llamó por teléfono, a una amiga -antigua camarada- una voz le comunicó que ese teléfono no existía, así varias veces cuando marcaba el número, no es posible -se dijo- si hemos hablado hace una semana, la llamé, estoy segura, aquí está pasando algo raro que no acabo de entender, me estaré volviendo loca?

Boryenka se echó al día siguiente veinte veces agua fresca sobre la cara, las manos bajaban y subían agitadas como si se tratara de espantar una bandada de pájaros ¡Se había levantado en una casa que ya no era su casa!!! Era la casa en la que había vivido con un camarada, el calendario marcaba el 27 de septiembre de 1975, le dio un escalofrío, se miró al espejo. Ahora ya no necesitaba médico alguno, ni psiquiatra, ni psicólogo, ni curandero, necesitaba pellizcarse para saber si estaba soñando, cosa que hizo varias veces como queriendo despertar de una pesadilla. Pero nada. Ahí seguía, en esa casa, cuando vio al camarada salir de la cocina que dijo ¿Qué te pasa?, te veo un poco rara, por qué te miras así, y tocas todo… Boryenka, dijo en voz baja: Nada. No me pasa nada, un mal sueño quizá (ya, eso nunca se olvida). Sin comprender todavía, se acostó, esperando encontrarse al día siguiente con la normalidad, con su normalidad, la de sus cuadernos, su gata y sus estrellas; sin olvidarse de que -de eso sí que no se olvidaba- quienes hacía más de una década iban provocando apagones cada vez más monumentales, aquel año noventa y uno, lograron el apagón total de referencia de sus vidas. Pero el tiempo caprichoso en su defensa iba hacia atrás, a contracorriente plasmando memoria. Se despertó en un calabozo oscuro, húmedo, frío, durmiendo en el suelo y su cuerpo encharcado, molido a palos y desecha, sus ropas rotas manchadas de su propia orina y sangre. El reloj de la historia, se imponía, seguía marcha atrás. Estaba en los calabozos de la DGS (Dirección General de Seguridad). Sí, estaba otra vez en el maldito centro de torturas ¡Otra vez no! ¡Otra vez no, no, no, nooooo!!! No pregunten su edad, aún revolotea en algún sitio.

NOTA

¡Despierta! ¡Abre los ojos! ¡Hora de renacer! -se dijo Boryenka- Siente que eres ave, de otro mundo posible, no del que criminaliza nuestro lienzo. Agita su contenido incendiario. No permitas que te adulen por el hecho de ser mujer ni utilicen de la peor manera, tus actos definirán el peso exacto de tu conciencia. No es un simple eslogan para dormir mejor, más allá del sacrificio que propaga el monstruo para tapar tu boca. Verticales muros de picachos a vencer nos esperan. También olorosas selvas humanas, valles tachonados de flores y estrellas centelleantes, luz de luna, sol y lluvia en alas de lucha. Nada puede justificar el desempleo ni un desahucio ni ley mordaza en derechos conquistados a sangre y fuego, menos, la violación y el crimen. Rechaza la mediocridad que en nombre de la inteligencia, fomenta la dependencia al imperio en todos los sentidos de la vida, incluido su idioma. No tomes a broma el espejo de los descalabros que premia la vida con la asfixia. Aferrada a la espuma de los océanos lucha iluminando fauces contra los imperios. Mujer tormenta, contra la domesticación venga de donde venga la ley de su imposición, cedazo en manos del capital, amasando plaga destructiva por donde debería surgir el vuelo de las aves. Recuerda -se dijo así misma- que más que por la fuerza nos dominan por el engaño.

PD.

Hoja de vida e historia dedicada a Mireille Yaich, argelina a favor de la causa antifranquista. Me viene su imagen, y la de sus hijos, la buena educación integral pedagógica hacia ellos que observé, de una mujer, que a mi tierna adolescencia dejó marcada su voluntad de acción. La vi por primera vez en París, tiempo en que trabajé para la Agencia de Prensa “España” Popular (APEP). Nos seguimos viendo en algún que otro encuentro que mantuve con el Comité Unitaire de Solidarité avec les Peuples d`Espagne (CUSPE), Comité que agrupó organizaciones y vinculó importantes personalidades de apoyo del ámbito intelectual, que tomó gran auge contra los crímenes del franquismo y fusilamientos del 75; una de tantas organizaciones, como APEP, organismos de denuncia de detenciones y condiciones de los presos políticos, apoyo y difusión de huelgas, lucha antifranquista en el Estado y su repercusión en Europa, listados de apoyo, etc, vinculadas al FRAP. Mireille Yaich, ha luchado como siempre, sin desmayo contra la enfermedad que la aquejaba hace un tiempo. Acaba de dejarnos, no así su estímulo y mucho menos su incondicional entrega. Compañera de Julio Conejo, camarada y amigo de algunos compañeros para mí entrañables como Antonio Piera, Lola Canales, Juana Doña de la dirección del PCE(ml), última presa política condenada a muerte por la dictadura, escritora del libro 'Desde la noche y la niebla' (mujeres en las cárceles franquistas), de los grandes compas galegos asentados en Barakaldo, Mariana y Paco (nombres de guerra). Mi admiración, y respeto a todxs, especialmente a Mireille y Julio, por haber sabido vincular vida e historia a sus hijos para que nada quede en el olvido. Por ese vídeo, como despedida de su ya eterno viaje, en acento más cercano, y en memoria a la masacre en la carretera de Almería, a la que me ha costado reconocer, no así olvidar la viva estampa de cuando la conocí, su alegría y luz como Julio, impregnada de combatividad (Como dijo, y dijo bien, en su momento, Manuel Vázquez Montalbán): “Porque lo sorprendente, lo tremendamente sorprendente de la España de aquellos años, lo que sorprendía cada amanecer, era estar vivo. Porque no todos podían decir lo mismo”. Aprovecho estas líneas a favor de todxs los presos políticos del mundo. Y que “el gobierno progresista” PSOE/PODEMOS se atreva a abrir las celdas del portón que divide la vida de la muerte lenta; no hay justificación, para seguir perpetuando el franquismo y sus represalias, estas ya se encargaron de azotar y abolir las organizaciones que ciñó sus talones.

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

 

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