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Estado español :: 15/08/2020

El trabajo en domicilio. De las tricotosas al teletrabajo

Izquierda Castellana
El Estado español, tal como hemos reiterado en nuestras editoriales a lo largo de los años, es el eslabón débil del capitalismo europeo

La gente de más de 50 años recordará, también en función del área geográfica en la que habitara durante su infancia y juventud, el formato de trabajo en domicilio, individualmente o en pequeños grupos cuando la tarea lo exigiese. Esa era la práctica más que habitual en el sector textil, no digamos en el de la producción de prendas de lana con las famosas tricotosas.

Ahora nos venden el teletrabajo (también la telemedicina y otras variadas “teles”) como el último grito de la “modernidad”. Obviamente, desde el punto de vista tecnológico hay una innovación que simplemente permite volver a las formas de explotación más primarias del capitalismo, eso sí, con aires de modernidad.

Por muchas vueltas que se le dé, la plusvalía, es decir, el beneficio del capital, es la diferencia entre el valor del trabajo pagado y el valor del trabajo realizado. Por supuesto ese valor se materializa una vez vendido en el mercado el producto sobre el que hay que realizar el beneficio.

Todas las medidas para expulsar a las/os trabajadoras/es de los centros de trabajo, que se hagan autónomas/os o simplemente que no tengan ningún tipo de aseguramiento o vínculo administrativo con la empresa, es un intento para ampliar los beneficios del capital. Así de crudo. No es cuestión de malos y buenos, es que así funciona el capitalismo.

Dicho de una forma sencilla, el capitalismo hace dos tipos de inversiones:
– Primeramente lo que se llama capital fijo u orgánico, es decir, el que va dirigido a comprar infraestructura, equipamiento, tecnología, etc. Esa inversión no produce plusvalía, aunque es imprescindible para mantener la competitividad con otras empresas capitalistas. Si se quieren tener resultados efectivos no se puede competir con tecnología de hace 20 o 30 años.
– La otra inversión es en capital variable, o dicho de otra manera, la parte del capital que se invierte en contratar trabajadoras/es, y ello en cualquiera de las posibles modalidades administrativas disponibles o incluso sin modalidad administrativa alguna, tal como sucedió con el compañero nicaragüense que hace unos pocos días falleció por un golpe de calor en el campo, por una clara actitud criminal de sus patrones.

Bien, pues el “teletrabajo” no es ninguna modernidad, es volver a lo más viejuno del capitalismo… eso sí, con nuevas tecnologías.

Es volver a la autoexplotación entre cuatro paredes y en solitario, con un control estricto de la producción pero sin poder compartir o socializar las vivencias y problemas con otros/as compañeras/os. Si en la dialéctica entre trabajadores y empresa hay un desequilibrio estructural de partida, con el trabajo en domicilio y de forma aislada, esa desigualdad se hace dramáticamente profunda.

No conocemos estadísticas rigurosas sobre el retorno de esta vieja modalidad de explotación capitalista, pero seguro que afecta muy especialmente a las mujeres. Ello va en consonancia con la evolución del modelo capitalista en general y especialmente en el Estado español, en donde el carácter patriarcal del capitalismo se ve reforzado día a día.

El Estado español, tal como hemos reiterado en nuestras editoriales a lo largo de los años, es el eslabón débil del capitalismo europeo. Esto se está poniendo de manifiesto actualmente de forma muy cruda.

Asistimos a una crisis múltiple: político-institucional, económico-social, sanitaria y cultural. Para salir de esta crisis de forma positiva no solo es necesario un cambio de modelo político, sino un cambio de modelo económico y social.

¿Alguien se imagina que los que nos han traído hasta aquí, empezando por la Familia Real, pasando por la administración de Justicia, los partidos políticos del Régimen o la CEOE nos puedan deparar un futuro con el menor atractivo o justicia social?

Izquierda Castellana

 

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