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Pensamiento :: 21/09/2006

El 11 de Septiembre nos ha derretido el cerebro

Marco d'Eramo
[Traducido del francés para La Haine por Felisa Sastre] Estos días, el planeta, pensativo, se pregunta de qué manera el 11 de Septiembre ha cambiado para siempre el mundo y nuestra vida. Desde el control de nuestra intimidad hasta la inseguridad, todo una serie de consecuencias han sido analizadas de arriba abajo pero nunca se ha mencionado uno de los cambios. El 11-S nos ha hecho más estúpidos: los aviones que se estrellaron contra el World Trade Center no fundieron sólo el acero de las Torres Gemelas sino que nos derritieron también el cerebro.

El daño colateral más devastador es que nos ha destrozado nuestra capacidad de razonar. No se puede explicar de otra manera cómo en cinco años ningún político, ningún filósofo, editorialista, o lingüista haya intentado seriamente analizar el concepto que, desde aquella fatídica mañana de septiembre, tiraniza el campo semántico de nuestro debate político, a saber, el concepto de "guerra contra el terrorismo". Analizar significa evaluar si esta expresión debe ser tomada literalmente o en sentido metafórico, o en sentido connotativo o, si por el contrario, no es más que un pseudo concepto.

Es seguro que no se puede tomar en sentido literal: el terrorismo es una técnica concreta del arte de la guerra, como la guerrilla o el paracaidismo. Con esta acepción, declarar la "guerra al terrorismo" tiene tanto sentido como declarar la guerra al "paracaidismo". O, por seguir con el tema, el mismo sentido que una "guerra contra la guerrilla". Pero, si no es en sentido literal, ¿De qué otra forma entenderlo?

¿Quizás como metáfora? ¿De la misma manera que el presidente Lyndon Johnson cuando declaraba la "guerra a la pobreza" en 1964? No, por supuesto, habida cuenta de que la guerra contra el terrorismo no tiene nada de metafórica y la sangre que derrama es bien real. Entonces, puede que sea con otro sentido, en sentido retórico, que remplaza el sustantivo abstracto singular por una multiplicidad de agentes: en este caso, "guerra contra el terrorismo" remplazaría a "guerra contra los terroristas", de la misma forma que "guerra contra la droga" equivale a "guerra contra los narcotraficantes (en el mejor de los casos) o "contra los drogadictos" (en el peor). Si fuera así, la comparación sería descorazonadora: en 30 años, la "guerra contra la droga" no ha llegado a ninguna parte.

Pero incluso "guerra contra los terroristas" es una expresión resbaladiza porque en ella se mezclan sujetos diferentes, con objetivos también diferentes y con ideologías distintas, únicamente por el hecho de que practican una forma de lucha común: así, declarar la guerra a los "guerrilleros" incluiría a los vietcongs y a los contra sandinistas, al Che Guevara y a Savimbi. Además, "terrorista" es en sí misma una definición heterónima: nadie se considerará a sí mismo como terrorista, sino que serán siempre sus enemigos quienes lo calificarán como tal. Para los nazis, los maquis franceses eran terroristas; para la potencia colonial inglesa, el terrorista era Menahem Begin; para los franceses, los terroristas eran los militantes del Frente de Liberación Nacional argelino; para los soviéticos, el terrorista era el afgano Ahmad Shah Massud; para los israelíes, los terroristas son los de Hezbollah.

Sin embargo, ahora, para los franceses, los terroristas de 1940-45 son héroes de la resistencia; para la Argelia pos colonial, los mujahidines son mártires de la independencia; para los israelíes, Begin es un padre de la patria (y la comunidad internacional le ha honrado con el premio Nobel de la Paz); Massud, ha sido recreado en varias series y películas hollywoodienses como el "león del Panchir". De ello, se deduce que "terrorista" es el término con el que se designa al enemigo durante el conflicto y, una vez acabado éste, se convierte en enemigo vencido (en Estados Unidos, nadie se atreve a llamar "terroristas" a los vietcong porque ganaron la guerra). El valor histórico del término es, por ello, nulo. Terrorista es cualquier enemigo al que nos guste definir como tal.

En la "guerra contra el terrorismo" existe además una falta de lógica final: el terrorismo es la forma de lucha adoptada por quienes no pueden llevar a cabo una guerra de verdad. Se declara entonces la guerra a quienes escapan de ella. Se objetará que lo específico del "terrorismo" es precisamente el hecho de aterrorizar a los civiles desarmados: pero no es así, y se comprueba en los numerosos Estados que, para conseguir que el enemigo se rinda, han inspirado el máximo terror entre los civiles enemigos: desde los bombardeos de Dresde en los que murieron centenares de miles de alemanes hasta los más recientes bombardeos en el Líbano, en los que han muerto centenares de mujeres y niños. Pese a ello, la expresión "terrorismo de Estado" no goza del favor de los politólogos ni de los medios de información. No, siempre se habla de forma exclusiva del "terrorismo NG", en ningún caso del de Estado (en inglés "NG" no quiere decir "no gubernamental" sino "no estatal").

La aporía de declarar la guerra a una forma de lucha adoptada por quienes no se encuentran en situación de llevarla a cabo ya nos indica que estamos en un callejón sin salida, no sólo lógico sino político y material, al que nos conduce la guerra "contra el terrorismo". Cuanto más despliegan las grandes potencias su superioridad tecnológica, quienes se oponen quedan más obligados a recurrir a lo que Chalmers Johnson denomina "ataques asimétricos". En un libro que va a aparecer pronto, Mike Davis define los atentados suicidas como "las fuerzas aéreas de los pobres(1). El resultado es que la guerra contra el terrorismo genera terroristas, los multiplica y los alimenta. Y uno se pregunta cómo quienes han acuñado la expresión no han tenido en cuenta este resultado.

Queda una última hipótesis: que sea simplemente un slogan, eficaz y maleable según las necesidades pero que, como en los anuncios publicitarios en los que se hace uso de una mujer medio desnuda para vender un coche de lujo, mande otro mensaje. Es decir, que quiera decir sencillamente "Guerra contra el Islam". El paralelismo lógico de Samuel Huntington según el cual "la guerra contra el terrorismo" es en realidad un "choque de civilizaciones" quedaría entonces al descubierto por el mero hecho de que la primera sería el nombre del segundo. Pero lo trágico se produce precisamente en el hecho de que aceptamos de forma sumisa estas expresiones; que aceptamos que dirijan nuestras vidas, que determinen las guerras, las matanzas, en nombre, en el mejor de los casos de un slogan, y en el peor, de una engañifa.

P.S.: La razón, sin embargo, de forma obstinada sigue empeñada en aparecer de vez en cuando. Así la crítica al concepto de "guerra contra el terrorismo" no se muestra sólo en un periódico extremista y considerado anti-israelí, como Il Manifesto: nos alegra que un multimillonario famoso y filántropo como el húngaro de origen judío, Georges Soros, criticara ese concepto en Le Monde del pasado viernes como equivocado y contraproducente.

Mondialisation.ca, 13 de septiembre de 2006. Publicado inicialmente en Il Manifesto


(1) N.T.: Hay dos artículos del propio Mike Davis que son un adelanto del libro: Las fuerzas aéreas de los pobres. Historia de los coches bomba (I) y Coches bomba con alas. Historia de los coches bomba (II)

 

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