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Pensamiento :: 10/05/2006

El caracol y su concha: Ensayo sobre la Nueva Morfología del Trabajo

Ricardo Antunes
Hay que (re)concebir al trabajo como siendo dotado de autonomía, autocontrol y auto comando, cuyo goce sea pautado por el tiempo disponible para la sociedad, al contrario de la heteronomía, sujeción y alienación, regidas por el tiempo excedente orientado a la acumulación privada del excedente, típica de la sociedad fetichizada que hoy vivimos

Ponencia presentada en la III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI

Desde el mundo antiguo y su filosofía, el trabajo ha sido entendido como expresión de vida y degradación, creación e infelicidad, actividad vital y esclavitud, felicidad social y servidumbre. Érgon y pónos, trabajo y fatiga. Momento de catarsis y vivencia de martirio. Ora se rendía culto a su lado positivo, ora se acentuaba el rasgo de negatividad.

Con la evolución humana, el trabajo se convirtió en tripaliare, originado en tripalium, instrumento de tortura, momento de castigo y sufrimiento. En contrapunto, el ocio se volvió parte del camino para la realización humana. De un lado, el mito prometeico del trabajo; del otro, el ocio como liberación.

El pensamiento cristiano, en su largo y complejo recorrido, dio encadenamiento a la controversia, concibiendo al trabajo como martirio y salvación, atajo cierto al mundo celestial, camino al paraíso. A fines de la Edad Media, con Santo Tomás de Aquino, el trabajo fue considerado como acto moral digno de honra y respeto.

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