lahaine.org
Estado español, Europa :: 01/09/2011

Europa ha muerto

Carlos X. Blanco
Aquella Constitución de 1978, sagrada, intangible, Fruto del Consenso, hoy ya se ha podrido. Es lo que tiene ser “europeísta” como sinónimo estándar de “demócrata español”

“Me trajeron al hospital.
Algo en mi cabeza no funciona.
Yo era un soldado americano.
Ahora soy el último europeo”

[Letra de la canción “Europa ha muerto” del grupo Los Ilegales]

Europa muere, Europa se desangra. Las dos guerras mundiales, y toda una plétora de humillaciones (Yugoslavia, Dictadura de los Mercados, Invasión islamista…) hacen de este continente un viejo cascarón a la deriva. Las dos tenazas, la yanki y la bolchevique, fueron capaces de ahogarla por la mitad. La Europa del Medio, Centroeuropa, ya partida por la mitad, dejó de tener vida con la llegada del Telón de Acero. El proyecto francogermánico de construir una Europa desde el centro, uniendo germanismo y latinidad, hizo aguas. Los bolcheviques se fueron, dejando ruina, caos y mafia tras de sí. Los yanquis se quedaron, con sus bases, los tanques y los misiles adecuados para seguir embozando Europa.

El disfraz se llamó entonces, desde 1945, Occidente. La trampa estaba servida. Europa contaba, por contagio del american way of life, con su natural prolongación, América. Esta prolongación se podía complementar con Australia, Japón, etc. La perspectiva de una Europa continental unida por ancestrales lazos étnicos y culturales y aún viva por encima (y a pesar) de las fronteras artificiales de sus estados, se diluía por culpa de ese engendro conceptual de “Occidente”.

Y es que “Occidente” sigue significando demasiadas cosas. Democracia formal y consumista, obediencia al guardián yanqui, capitalismo sin control político, dictaduras financieras, sacrificios al Mercado, competitividad. Occidente es un invento [norte]americano, y cualquier subespecie del mismo (Hispanidad, Francofonía, Commonwealth) también lo es.

La Europa del Carbón y del Acero fue haciéndose la Europa de los Comerciantes. Una lonja de mercaderes que progresivamente iban dotándose de un marco jurídico apropiado para sus intereses puramente crematísticos. Un marco jurídico creciente, con tendencia hipertrófica. Una ballena burocrática, un Leviatán de decretos, de chupatintas, de directrices asfixiantes y de obligado cumplimiento.

Entre tanto, la Europa de los pueblos, la de las naciones (tan distinta ella de la Europa de los Estados) fenece lenta y calladamente. Fenece tras las ruinas de 1945 (en España, las de 1939). Los Estados de Europa Occidental fueron dotándose imaginariamente de personalidad con el fin de llegar a ser algo más que una Corona extendida sobre territorios varios y entonces exigieron, con la llegada de la Modernidad, la muerte de los pueblos, de las nacionalidades. Así trabajaron duramente en un proceso cruel e implacable de centralización administrativa llevado a cabo desde el siglo XV.

Pero esos mismos Estados son hoy un muñeco de trapo que algunos agitan, pero que no esconde alma propia. Manda el Capital, manda el Mercado. Manda una UE al servicio de éstos.

Esos Estados, antaño duros e implacables con sus comunidades naturales, campesinas, étnicas, esos “creadores de mercados” por vía de una imprescindible uniformización de las condiciones de vida y de producción, hoy son peleles. España ha devenido hoy en uno de los más ridículos y absurdos peleles de cuantos son socios en la ONU, a puertas de una reforma constitucional impuesta y decidida en el exterior.

Algunos podrán gritar a favor de “La Roja” y caer en tontos mecanismos identitarios de un Estado-nación inventado, como casi todos los de nuestra órbita, en pleno siglo XIX, el Estado de España. Pero esto es seguir viviendo en el ayer. Otros, como sombras reflejadas en un espejo, podrán caer en otros iconos anti-españoles: los tics “separatistas”, pero, al hacerlo, con sus rituales de identificación tribal y lingüística, no ocultarán lo que de castizo tiene su españolismo “en negativo”, se apoye éste en la gaita, el chistu o la sardana. El nacionalismo clásico no tiene mucho futuro. Los vientos que están recorriendo Europa van a barrer con todo ello. Sentirse español o anti-español (y análogamente francés o anti-francés, etc.) no va a servir de nada. Es como la hoja que queda barrida por la tempestad.

El Estado español está en manos de instituciones europeas que dirigen sus derroteros, y estas instituciones ya están imponiendo recortes o limitaciones en la soberanía. Recortes de soberanía que ya se encontraban presentes antes de toda esta tormenta financiera. Aquella Constitución de 1978, sagrada, intangible, inmarcesible, aquel Fruto del Consenso, hoy ya se ha podrido. Es lo que tiene ser “europeísta” como sinónimo estándar de “demócrata español”. Que la Moncloa o la Carrera de San Jerónimo son sedes de una especie de Diputación Provincial que acata las directrices de Europa, la Francogermania de siempre.

Pero no nos engañemos. Esa enorme superestructura llamada Unión Europea no tiene entidad cultural. Es un marco jurídico para dominar un territorio. Nada más. Está llena de poros y desigualdades. Poros: comencemos por las porosidades étnicas. La Europa llena de minaretes que hay y habrá hacia 2050 ya no es la Europa “Occidental”, “Cristiana” o “Laica” que nos imaginábamos. La Europa multirracial, producto del afán desmedido por la ultraexplotación de trabajadores y por las resacas del colonialismo, no es la Europa burguesa, aseada, uniforme, que algunos soñaron en otros tiempos. En los barrios periféricos de las grandes ciudades están –para lo bueno y para lo malo- los otros cuatro continentes, todas las razas y religiones, y un tercer mundo cada vez más hondo e interiorizado en el primero. Las grandes burocracias parten de un jacobinismo ciego: territorio y población que habita ese territorio. No hay más para ellos. Entre medias, está el Derecho: y la Forma Jurídica discrimina: humanos de primera, de segunda, de tercera. Esa es la UE. Un nuevo Imperio Romano, grande, formalista, ordenancista. Y las cloacas humanas en medio, bien dentro. Los bárbaros no solo acechan fuera de las fronteras. Acechan también en la barriada.

Tras de los poros, hablemos de las desigualdades. La Europa de los decretos, las directivas, la burocracia, esa Unión neoimperial y de raigambre romana, oculta la materialidad misma de su razón de ser: la explotación. Para encontrarse a la altura (de China, India, Brasil, de los llamados “países emergentes”) es de todo punto necesario imponer una “taiwanización”. Todos igual, blancos, negros, amarillos. Todos a trabajar bajo condiciones chinas o tercermundistas. Fuera la sensiblería del Estado del Bienestar y los Derechos Sociales y Laborales. No hay compromiso social alguno por parte del que saquea y explota. Se necesita trabajo barato y mucho multiculturalismo (excusa igualmente barata para imponer el trabajo barato) para así entrar en competencia con países extracomunitarios que andan pisando el acelerador y van a terminar por deslocalizar toda la producción propia del continente europeo.

En resumen: Primero, al entrar bajo la rúbrica de “Occidente”, Europa se olvidó de sí misma, de su heroica historia de lucha por la libertad y la dignidad del hombre y de los pueblos. Fue la etapa yanki del olvido de Europa, su americanización. Fue la resaca del plan Marshall y de la derrota del Eje. Segunda etapa: la de los ataques financieros, la de la taiwanización de sus trabajadores, la de la filfa del multiculturalismo y la Nación-Estado.

Para paliar esto solo cabe pensar en una restauración de las comunidades naturales (no por ello ahistóricas o ajenas a la lucha de clases) que habitan y malviven dentro de los Estados-nación. Comunidades que han de luchar por recuperar sus propios modos de producción autosuficiente, restaurando su propio pujo demográfico y “desconectando” de los procesos globalizadores de capital y mano de obra. Europa solo puede restaurar su identidad por medio de esa alianza de lo que cabe llamar Mosaico Familiar: mosaico de pueblos, de nacionalidades, todas ellas unidas por el aire de familia: latinas, celtas, eslavas, germanas, etc. Ese mosaico solo puede revivir bajo formas federativas, no bajo Imperios burocratizados como la UE, que se alzaron sobre artificios como el “Estado nación” o el Mercado, y que solo buscan el provecho de alguna de las más fuertes entidades fundadoras, y en lo más hondo, el provecho único y exclusivo del Capitalismo caníbal.

La Haine

 

Este sitio web utiliza 'cookies'. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas 'cookies' y la aceptación de nuestra política de 'cookies'.
o

La Haine - Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y revolución social

::  [ Acerca de La Haine ]    [ Nota legal ]    Creative Commons License ::

Principal