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Pensamiento :: 08/02/2006

Frente al hambre y la comida basura, soberanía alimentaria

Pilar Galindo
La soberanía alimentaria es la autodeterminación de los pueblos para ejercer su derecho a la alimentación desde sus propios medios ecológicos, sociales, culturales y económicos.

Disponer de alimentos nutritivos en cantidad y calidad suficiente es una necesidad para el desarrollo integral de la persona y un derecho humano prioritario, cuya privación es la causa de la peor de las exclusiones: el hambre y la muerte por enfermedades evitables. Una sociedad que se considera a sí misma democrática, desarrollada y que ha alcanzado un nivel de riqueza material sin precedentes, debería garantizar la alimentación sana.

Sin embargo, la riqueza -para algunos-, es la condición del aumento del hambre, la pobreza y la exclusión de la mayoría de la población. No se producen los alimentos necesarios para alimentar adecuadamente a las personas cercanas, sino para obtener beneficios en el mercado mundial.

Para aumentar la productividad del trabajo y extraer el máximo rendimiento inmediato de la tierra, la agricultura y la ganadería han incorporado los métodos de la producción industrial a gran escala: 1) especialización y fragmentación del proceso productivo en unidades distintas: en el caso de la fresa, producción de la semilla en California, de la planta en Valladolid y del cultivo en Huelva; en el caso del cerdo, cría, engorde y cebadero en granjas distribuidas entre Cataluña y Holanda; 2) deslocalización de las producciones en monocultivo a territorios con mayores ventajas competitivas; y 3) incorporación masiva de tecnología en la producción, el procesado y la conservación de los alimentos. Esta dinámica coloca en el puesto de mando a la competitividad y el beneficio económico, desconsiderando todos los límites ecológicos, territoriales, humanos, sociales y culturales.

Hambre y comida basura son producto de la lógica del beneficio capitalista en la alimentación. El vaciamiento del campo, la concentración creciente de la población en las ciudades y la expansión de un modo de vida urbano cada vez más insostenible son resultado de la misma lógica. El negocio de la producción mundial de alimentos expulsa y priva de sus propios recursos a las poblaciones campesinas de los países del Sur y genera migraciones masivas a los países del Norte en busca de una vida mejor. Quienes superan la travesía de la muerte, sufren la persecución como personas sin papeles y se convierten en mano de obra irregular, sin derechos laborales ni condiciones humanas de vida. Esta indefensión explica la competitividad de los cultivos hortícolas intensivos para la exportación.

Frente a la inseguridad alimentaria de la producción industrial de alimentos, surge una demanda creciente de alimentos saludables, "sin riesgos" y que, en tanto que consumidores, nos haga sentir protagonistas de una cierta reparación ecológica. Esta nueva demanda supone un cambio de comportamiento necesario, pero no suficiente, por individualista y ciego frente a los otros daños de la globalización alimentaria.

El desarrollo de la agricultura y alimentación ecológicas como un nicho comercial para consumidores con alto poder adquisitivo, en base a las multinacionales de la alimentación e incorporando la lógica del mercado global -competitividad, productividad y escala productiva para abaratamiento de costes- es una falsa solución a los problemas generados por la globalización alimentaria de la agricultura industrial. No sólo no la impugna, sino que coexiste pacíficamente con ella, beneficiándose de su ventaja comparativa en los mercados desarrollados y facilitando así la coartada a los gobiernos globalizadores, que aparentan resolver los problemas de inseguridad alimentaria.

La alimentación ecológica alterglobalizada, se desentiende de los problemas de la seguridad y la soberanía alimentarias y pasa a formar parte de la globalización de la alimentación en manos de las multinacionales. No combate el hambre y no elimina la comida basura a la que necesita para diferenciarse. La agricultura y alimentación ecológicas "alterglobalizadas" crecen en los países desarrollados sin cuestionar un escenario mundial definido por: a) aumento de la inseguridad alimentaria, la pobreza, la desigualdad y la emigración sur-norte; b) despilfarro de recursos naturales y contaminación crecientes; c) consumismo desaforado de mil millones de incluid@s causante de la exclusión de la mayoría de la humanidad; d) proliferación de trabajo basura y generalización, para la mayoría, de la comida basura y una vida basura.

No hay alternativa al hambre y la comida basura, sin oponernos como consumidor@s a la industrialización de la agricultura y la alimentación, a la producción a gran escala para la exportación y a la competitividad para el mercado global. Construir alternativas que den respuesta a estos problemas supone interrumpir, aunque sea parcialmente, la lógica del beneficio como motor y la modernización competitiva como modelo de la producción y distribución de alimentos.

La soberanía alimentaria es la autodeterminación de los pueblos para ejercer su derecho a la alimentación desde sus propios medios ecológicos, sociales, culturales y económicos. Crear las condiciones para su desarrollo, implica asumir nuestra responsabilidad con la forma actual de alimentación y promover una alianza estratégica entre productor@s del campo y consumidor@s de las ciudades, basando la seguridad alimentaria no sólo en la propia necesidad de comer alimentos sanos y en la capacidad para organizar su producción, distribución y consumo, sino sobre todo, en el dialogo con las necesidades de tod@s en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@s-consumidor@s; autócton@s-inmigrantes; Sur-Norte; naturaleza-especie humana, etc. Hay que crear, en barrios y pueblos, grupos de consumo autogestionados que se coordinen y constituyan redes de distribución de alimentos a productores agroecológicos y se planteen, además de su legítimo derecho a una alimentación saludable, el enfrentamiento con la causa del hambre y la comida basura: las multinacionales y los gobiernos globalizadores.

Pilar Galindo es miembro del Grupo Autogestionado de Konsumo (GAK) del CAES

 

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