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Estado español :: 26/03/2006

Hay algo aquí que va mal

Antonio J. Torres - La Haine
En el Estado francés, millares de jóvenes trabajadores y estudiantes, tanto universitarios como de secundaria, se están enfrentando a las medidas antiobreras del Gobierno de Villepin que legaliza el despido libre injustificado en los dos primeros años de contrato para los jóvenes menores de 26 años.

Es lo que se ha llamado en Francia como CPE (Contrato de Primer Empleo) con el que el Gobierno francés pretende reducir el paro juvenil de la única forma que el capitalismo en estos momentos lo puede hacer: reduciendo costes y obligaciones al capital y aniquilando los derechos de la fuerza de trabajo. A pesar de las declaraciones del tipo: "Los manifestantes son militantes de extrema izquierda y de extrema derecha, gamberros y hooligans" pronunciadas, como no, por el paranoico Ministro del Interior francés Nicholas Sarkozy, la juventud trabajadora y estudiante del Estado francés cuenta, según el diario Le Parisien, con el apoyo del 68% de los franceses.

Mientras en el Estado español, la juventud ha estado convocada, justamente durante estos días en los que la juventud francesa se ha estado partiendo la cara en las calles defendiendo sus derechos, para realizar lo que los medios de comunicación han denominado como los "macrobotellones", esto es, competiciones entre ciudades para ver cual de ellas reúne a más personal en la calle para beber y coger unos cuantos comas etílicos. No hay más, no son actos reivindicativos en absoluto, ni siquiera para reclamar el derecho a divertirse en la calle, esos "macrobotellones" no son un medio para trasladar ningún mensaje, sino un fin en si mismos, o quizá, algo más: noticias de informativos reaccionarios y manipuladores, con las que se pretenden crear tópicos moralistas sobre "lo pérdida que está la juventud’ y la necesidad de reconducir a esta "pobre juventud’ por vías reaccionarias y conservadoras.

Por supuesto, el hecho de que hayan habido enfrentamientos en algunas ciudades, como Barcelona o Salamanca, entre participantes de "macrobotellones" y policía no lo transforma en un acto reivindicativo ni transgresor, de ninguna de las maneras.

Cómo no, Andalucía tenía que destacar, en especial, el "macrobotellón" de Granada, uno de los más numerosos de todo el Estado, con sus 52 comas etílicos y un chaval herido de un navajazo. Y en Málaga, cuando Cortefiel pretende despedir a 400 trabajadores/as de la fábrica de Confecciones Sur, con la complicidad de CCOO, ¿no es ese un motivo para que la juventud tome conciencia, se movilice y tome las calles? Pero ya lo decían los mensajes de sms y los correos electrónicos: había que superar a los sevillanos, "odiados por el resto de Andalucía", las estúpidas rivalidades internas andaluzas tenían que salir a la luz. Tal como está Andalucía con sus escandalosos datos de precariedad y falta de perspectivas laborales, ¿no tienen la juventud trabajadora y estudiante andaluza motivos más importantes para salir a la calle?

Ya lo cantaba el mítico grupo vasco Kortatu: "Hay algo aquí que va mal", pero que muy mal cuando miles de jóvenes han pretendido concentrarse, en unos casos, o lo han conseguido en otros, dependiendo de la meteorología, para beber en la calle, y no lo están haciendo contra las condiciones laborales que muchos de ellos padecen, o contra el futuro incierto que espera les después de la carrera universitaria, o contra las medidas que el Gobierno, el empresariado y las centrales sindicales mayoritarias, CCOO y UGT, están negociando bajo el mismo principio que en Francia: reducir costes y obligaciones al capital, y desproteger a la fuerza de trabajo.

Esto no es moralina conservadora disfrazada de palabrería izquierdista, existe el derecho a divertirse, a beber en la calle, a disfrutar de una noche cualquiera de primavera o verano en cualquier plaza antigua, pero hay cuestiones mucho más importantes que el legítimo derecho a divertirse, como son la dignidad y el respeto como joven trabajador a tener un futuro que el capitalismo nos niega, dejándonos cada vez más sin derechos ni protección alguna, mera mercancía barata en un mercado laboral más al gusto del capital y sus intereses de dominación. Por eso, que menos que enseñarles los dientes, para que cada vez que los opresores pretendan apretarnos las tuercas se lo piensen bien dos veces.

Antonio J. Torres, "Antón"

 

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