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Pensamiento :: 19/09/2005

¿Es posible el desarrollo urbano sustentable?

Román Munguía Huato
Anticapitalismo: Una crítica a la ideología del desarrollo sostenible

Llovió bien duro y llovió por mucho tiempo/
seis pies de agua en las calles de Evangeline (...)
algunas gentes se perdieron en la inundación/
otros lograron escaparse
Louisiana, Louisiana/ Nos están tratando de deslavar/
nos están tratando de deslavar.

Randy Newman. Louisiana

ntano que este hedor transpira
ciñe en redondo a la ciudad doliente
donde entrar no podemos ya sin ira
Dante Alighieri. Comedia (Infierno. Canto IX)

La pregunta de si es posible el desarrollo urbano sustentable adquiere sentido y validez en estos tiempos terribles si somos conscientes, especialmente, del enorme cataclismo que destruyó a Nueva Orleáns. Sobre este desastre "urbano" se ha escrito ya en estos momentos toneladas de información; no obstante, se hace necesario un análisis profundo de lo que representa un acontecimiento nefasto de una magnitud extraordinaria por su fuerte impacto, en todos los órdenes sociales, particularmente en la sociedad estadounidense (1).

Cataclismo es una palabra cuya etimología griega significa inundación, y eso es literalmente lo que devastó a Nueva Orleáns. No se trata de hacer aquí un exhaustivo estudio del caso, sino de ponerlo como un ejemplo, entre muchos, de lo que para nosotros es la respuesta a la pregunta inicial, objeto de nuestra reflexión: ¡No! No es posible el desarrollo urbano sustentable en el marco de la sociedad actual y de sus procesos de globalización económica y política. Desde luego, también se puede afirmar que este ejemplo no es el más indicado para cuestionar la denominada sustentabilidad urbana, pues se trataría de una catástrofe causado por la naturaleza misma y no por la propia sociedad. Ante tal cuestionamiento, de entrada podemos decir que -al margen del origen o de la génesis natural o social que provoca un desastre social cualquiera-, el hecho es que la política de sustentabilidad o sostenibilidad de un hábitat urbano debe tomar en cuenta, precisamente, todo tipo de factores y contingencias, latentes o manifiestos, que impiden el "desarrollo humano, global y sostenible"; es decir, aquel desarrollo económico, político y cultural necesario para el bienestar social no sólo para la población actual sino también para la población futura.

A principios de los años noventa se consideró necesario que la política del desarrollo sostenible debería especialmente tener en cuenta en su agenda al proceso de urbanización. Así la urgencia de adoptar políticas de desarrollo urbano sostenible se impuso en el marco de una tendencia de una fuerte urbanización registrada en casi todos los países, sobre todo en aquellos países subdesarrollados.

Lo que pretendemos hacer aquí es dar sustento breve a nuestra afirmación apriorística de por qué no puede haber desarrollo sustentable en los actuales procesos de urbanización. La mayoría de las ciudades o de las regiones metropolitanas en el mundo carecen de las condiciones fundamentales necesarias para generar sus propios procesos de sustentabilidad (2). Toda ciudad depende de relaciones exógenas como son los suministros de los recursos energéticos (electricidad, combustibles, etcétera), hídricos y alimentarios. Factores externos que se determinan por el grado de preservación de la naturaleza en tanto recursos renovables o no renovables. Es decir, una primera condición de la sustentabilidad urbana es de carácter exógeno sometida a las relaciones contradictorias entre el campo y la ciudad. No existe ninguna ciudad o metrópolis autárquica, pues una primera relación dependiente de lo urbano es con el campo que la aprovisiona de alimentos y, como es sabido, la economía agrícola-ganadera es una producción que guarda estrecha relación con las condiciones ecosistémicas regionales, nacionales y mundiales. De ahí que la política del llamado desarrollo urbano sustentable no puede establecerse sin considerar un conjunto de factores externos a la ciudad misma.

El suministro del agua potable para las ciudades, por poner un ejemplo de naturaleza vital para la sustentabilidad humana, no depende tanto de las propias condiciones internas urbanas sino de una política de desarrollo de carácter regional, nacional y hasta mundial. Eso explica que dicho suministro sea actualmente una cuestión de primer orden en la estabilidad política como parte de la llamada seguridad nacional precisamente porque se ha convertido en un gravísimo problema social y político. Sin duda, esta cuestión pasa a formar parte de lo que algunos analistas denominan la "sociedad de riesgo" toda vez que la carencia de este líquido puede derivar en verdaderos conflictos locales, regionales, nacionales y mundiales. Hoy, la mayoría de las ciudades en el mundo tienen problemas con el suministro del llamado oro azul (3). En el caso de las ciudades mexicanas muchas de ellas sufren un déficit del agua potable muy severo.

En las políticas del desarrollo urbano sustentable, que en su mayoría son cartas de buenas intenciones gubernamentales, están ausentes la consideración de dos aspectos fundamentales que se constituyen como grandes obstáculos a sus propósitos principales: 1) las políticas (re)privatizadoras de todo tipo de recursos naturales, de la infraestructura y de los servicios públicos y; 2) la ausencia de planeación estatal urbana-metropolitana-regional -con sus acciones prácticas concretas dentro de la llamada planeación estratégica-, derivadas ambas de un proceso de política económica gubernamental de naturaleza neoliberal, la cual hace absolutamente imposible establecer las condiciones de un proceso general de sustentabilidad (4). No se puede planificar nada cuando no existen la política, los instrumentos técnicos ni los agentes necesarios y capaces de realizar las tareas elementales para tal propósito. Existe una contradicción evidente entre la necesidad apremiante de la planeación para este desarrollo sustentable y la ausencia real del intervencionismo estatal en la materia. Lo que denominamos capitalismo salvaje es, precisamente, la ausencia del intervencionismo estatal regulatorio del mercado; es este último el que determina en realidad el proceso de desarrollo urbano a través de una mercado inmobiliario sujeto a sus propias leyes de reproducción y valorización de capitales que impiden, entre otras cosas, una planeación territorial de los usos del suelo urbano en el marco de una sustentabilidad urbana-metropolitana de la propia naturaleza (áreas verdes, bosques, recursos hídricos, etcétera), del manejo de los desechos líquidos, gaseosos y materiales, y de la vigilancia y control de los recursos energéticos. El verdadero sujeto social de la planificación urbana es el propio capital y no el Estado ni la sociedad: el capital en general -y sus diversas formas autónomas (industrial, comercial, bancario-financiero, inmobiliario, etcétera)- diseña y configura los espacios urbano-metropolitanos y su entorno regional.

En una sociedad cuyo desarrollo reina el caos, la anarquía, el desorden y la irracionalidad es imposible que se den las condiciones esenciales para un proceso de sustentabilidad para una la relación armónica entre la sociedad y la naturaleza y en la sociedad consigo misma. Es una sociedad extremada y visiblemente contradictoria en todos los órdenes de la vida social. Al tiempo de la existencia de la irracionalidad y el caos, reina el orden y la racionalidad de la lógica del capital en su conjunto. Es una dialéctica social contradictoria inmersa en el proceso de desarrollo del capital a escala planetaria, determinada por el desarrollo del mercado mundial actual.

El proceso de urbanización se encuentra sometido a esta lógica de desarrollo económico (el del capital) sea directa o indirectamente; por eso debemos considerar el hecho de que cuando se definió y estableció oficialmente el desarrollo sostenible en 1987, aprobado por las Naciones Unidas, pasando por la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en Río de Janeiro en 1992, hasta la Cumbre Mundial del Desarrollo sostenible en Johannesburgo en septiembre de 2002, se constató el fracaso de la lista de principios que los gobiernos debían poner en marcha con la adopción de la Agenda 21. (5).

El fracaso de Johannesburgo se puede explicar por muchas razones, pero sin duda existe una poderosa causa fundamental que no se dice o no se quiere reconocer abiertamente en los círculos político-gubernamentales, científico-académicos y en los medios de comunicación e informativos, etcétera, y es la primacía de los beneficios empresariales, especialmente los de las grandes corporaciones monopólicas transnacionales, que están por encima de las necesidades sociales de la población mundial presente y futura. El capital es un verdadero depredador de la naturaleza y del hombre mismo. La divisa suprema del capital es la necesidad de la obtención de la ganancia máxima en todo momento y en todo lugar, no importa el costo social y ambiental presente y futuro: "Después de mí el diluvio", tal y como se jactaba la monarquía francesa... antes de la Revolución.

El fracaso político de la cumbre de Johannesburgo es cierto que también puede atribuirse a la falta de consenso de los principales gobiernos representativos de las potencias mundiales, peo no debemos olvidar que dichos estados son representativos políticos de los intereses de las grandes corporaciones multinacionales. Eso explica porqué el gobierno de George W. Bush, hasta el momento, no haya querido firmar el Tratado de Kyoto que contribuye a proteger la capa de ozono tratando de frenar las emisiones contaminantes. Habrá que ver que sucede con este asunto después de la catástrofe de Nueva Orleáns, porque empieza a haber una presión social fuerte de algunos sectores estadounidenses para que no haya ninguna demora de Washington al respecto.

Veamos algunos párrafos de dos excelentes análisis, desde nuestro punto de vista, que cuestionan críticamente -entre otros textos- el concepto de desarrollo sostenible, aclarándonos más el problema; en el primero, Rod Burgess dice:

"La visión neoliberal mira con gran escepticismo las argumentaciones que juntan la sostenibilidad con la reducción de los desequilibrios sociales, ya que ven en ellas un freno al crecimiento económico y, como resultado, una posterior degradación de las condiciones ambientales a consecuencia de la pobreza. En la misma óptica está la escasa disposición a aceptar formas de regulación del mercado, una hostilidad a todo tipo de planificación, en particular si es integrada, y la dificultad de considerar el acceso a los bienes y servicios de base como un "derecho". "

El pensamiento de izquierda radical -dice Burguess- afirma que el objetivo de la sostenibilidad choca, por definición, con los modelos de producción del capitalismo, de modo particular con la liberalización del mercado, la constante búsqueda de ganancias, la competencia extrema, la mercantilización de los factores de la producción, un consumismo cada vez más alentado y difundido, en fin, con el hecho de que la economía capitalista no puede sino generar siempre nuevos desequilibrios sociales y espaciales, a todas las escalas. Según esta interpretación, con el rápido aumento demográfico y en particular de la urbanización, junto con la globalización de los modelos de producción y un consumo con una elevada explotación de las fuentes energéticas no renovables y de los recursos naturales en general, el modelo de desarrollo neoliberal no podrá nunca lograr el objetivo de la sostenibilidad: más aún, comportará una degradación ambiental cada vez mayor, hasta el colapso del ecosistema mundial."

La privatización de los recursos naturales propuesta por el modelo liberal debilita, en vez de reforzar, la posibilidad del uso de los recursos en el interés general () El pensamiento de la izquierda ecologista sostiene que cualquier política, esté ella orientada al crecimiento económico o a un crecimiento cero, no podrá jamás ser sostenible ni, a la larga, practicable, si no se introducen sistemas de redistribución de los recursos. " (6).

En el segundo, coincidiendo esencialmente con el anterior James O"Connor afirma, que:

"Hay pocas expresiones tan ambiguas como "capitalismo sustentable" y otras afines como "agricultura sustentable", "uso sustentable de energía y recursos" y "desarrollo sustentable". Esta ambigüedad recorre en la actualidad los discursos mas importantes sobre economía y ambiente () se puede utilizar el término para que signifique casi lo que uno quiera, y ésa es parte de su atractivo. "

""Capitalismo sustentable" tiene, al mismo tiempo, una resonancia práctica y moral ¿Qué persona en sano juicio podría oponerse a la "sustentabilidad’? El significado más antiguo de "sustentar" es "sostener", "mantener el curso" o "conservar en el estado del ser" ¿Qué director de una corporación, ministro de finanzas o funcionario público internacional responsable de preservar el capital y expandir la acumulación del mismo no adoptaría como propio este significado? Otro sentido es "proporcionar alimentos y bebida o lo necesario para la vida" () Hay una lucha mundial por determinar cómo se definirá y usará, en el discurso sobre la riqueza de las naciones, "desarrollo sustentable" o "capitalismo sustentable". Esto significa que, para empezar, la "sustentabilidad’ es una cuestión ideológica y política, no ecológica y económica. "

"() Una vez definido "sustentar", la respuesta breve a la pregunta: "¿Es posible el capitalismo sustentable?" es "No", y una respuesta más larga sería "Probablemente no". El capitalismo tiende a autodestruirse y a las crisis; la economía mundial deja más gente hambrienta, pobre, infeliz; no es posible esperar que las masas de campesinos y obreros soporten indefinidamente la crisis, y la naturaleza, comoquiera que se defina "sustentabilidad’, está siendo atacada por doquier. "

"Una respuesta sistemática a la pregunta -se hace O`Connor, páginas más adelante-: "¿Es posible un capitalismo ecológico sustentable" es: "No, a menos que el capital cambie de rostro de tal forma que se volvería irreconocible para los banqueros, los administradores financieros, los capitalistas especuladores y los directores de las empresas que se observaran hoy al espejo. " (7).

En efecto, considerar siquiera la posibilidad de la existencia de un capitalismo de rostro humano sería tanto como considerar la existencia de una sociedad dividida en clases sociales en la que no hubiese ricos ni pobres. Solamente en la ideología metafísica posmoderna podría concebirse tal aberración. Es un contrasentido total. Tan absurdo como pensar en que la Tierra es plana y es el centro del universo y cosas por estilo. El capital percibe únicamente el mundo en términos de mercado y ganancias; todo lo demás es prescindible. Cuando un empresario maderero ve un bosque no mira árboles sino tablones de madera. La lógica económica del capital es implacable como máquina trituradora en su devastación social.

Algunos analistas críticos caracterizan a la sociedad actual como una barbarie civilizada (8). Así, desde esta perspectiva, la "barbarie ecológica" sería una expresión de la barbarie social resultado de una sociedad envuelta en una profunda contradicción consigo misma, en una violencia ilimitada en conflictos sociales y en una destrucción sistemática de la naturaleza. La crisis ambiental es parte de la profunda crisis de la humanidad. Una crisis que afecta de manera desigual al conjunto de la población mundial de más de seis mil millones de habitantes; la mayoría viviendo en la pobreza y en la miseria social. Pero esta crisis de la humanidad tiene una causa fundamental y es el modo de producción capitalista cuyo objetivo esencial es la acumulación de capital. Ernest Mandel -en una entrevista vigente en torno al debate del libro Los límites del crecimiento, realizada allá en los primeros años de los setenta- decía que: "el crecimiento (económico) anárquico, sin planear, inconsciente e incontrolado amenaza no sólo los cimientos de la riqueza material, sino las condiciones físicas para la supervivencia de la civilización humana. Y amenaza no sólo las condiciones para la perduración de la civilización humana, sino aún las condiciones físicas para la supervivencia de la raza humana. Marx comprendió esto desde el comienzo de su análisis teórico. En su juventud ya había escrito que el capitalismo amenazaba con transformar las fuerzas de producción en fuerzas de destrucción. En uno de los más notables pasajes del primer volumen de El Capital, su más importante obra, dice que el desarrollo del capitalismo socava constantemente y amenaza destruir los dos resortes de la riqueza: el trabajo y la naturaleza () ¿Cuál es la razón fundamental de este potencial destructivo del crecimiento capitalista? Es la contradicción entre la racionalidad económica parcial y la irracionalidad socioeconómica global incrustada en la economía de mercado, que es la base del sistema capitalista. " (9).

En México tenemos cientos de ejemplos de toda esta lógica de la irracionalidad socioeconómica, en las áreas urbanas y en el campo, con gravísimos problemas "ambientales" y una absoluta incapacidad gubernamental para frenarlos y contribuir a resolverlos. La "barbarie urbana-metropolitana", por ejemplo la de Guadalajara, tiene decenas de ejemplos de la degradación social: penuria habitacional, asentamientos humanos en riesgo, alto déficit de infraestructura y de servicios públicos urbanos, contaminación ambiental, violencia, delincuencia e inseguridad social, pobreza social, desempleo masivo, corrupción social y política gubernamental, caos vehicular, carencia de espacios verdes y de equipamientos colectivos médico-asistenciales, deportiva, educativa, cultural, recreativa, etcétera. Estos graves problemas no pueden ser resueltos por ninguna política de desarrollo sustentable, tal y como están concebidas tecnoburocráticamente.

La degradación social en todos los órdenes de la vida es sintomática de esta barbarie civilizada, de la cual la ciudad, las regiones urbanas metropolitanas no escapan a ella. La necesidad inmediata de un desarrollo urbano sustentable es una cuestión imperativa, vital para el sociedad entera, pero estamos muy lejos de lograrlo en el marco de la sociedad actual. La necesidad de un proceso de humanización de las ciudades que podría alcanzarse con la sustentabilidad es imposible sino se transforma profundamente la naturaleza de la organización social, económica, política y cultural contemporánea.

* Profesor, militante de la Liga de Unidad Socialista.

Notas

1) Nueva Orleáns es un ejemplo clarísimo de la falta de previsión política-gubernamental ante la eventualidad de los riesgos provocados por los huracanes. Esta ciudad no es cualquier ciudad. Tiene una importancia histórica-cultural y económica fundamental en los Estados Unidos de Norteamérica. Su pasado cultural es esencial para la historia musical de ese país y del mundo entero. Fue la cuna del jazz. Su área metropolitana tenía cerca de millón y medio de habitantes y el impacto económico del huracán dejará profunda huella. Se estima que un millón de trabajadores fueron desplazados por las inundaciones. El puerto de Nueva Orleáns es el más importante de Estados Unidos y el quinto en tamaño del mundo, superado sólo por Rotterdam, Shanghai, Hong Kong y Singapur. Todas las exportaciones a granel provenientes de la gigantesca cuenca del Missouri y el Mississippi pasan por Nueva Orleáns, puerto que ahora está gravemente perturbado y su fuerza de trabajo desparramada, sin hogar y sin transporte. Las reparaciones tardarán tres meses, tiempo suficiente para que los efectos negativos se extiendan por todo el mundo. Se estima en 10 o 15 mil las perdidas humanas. Los riesgos potenciales de un gran cataclismo ya se habían advertido tres o cuatro años antes, pues un grupo de ingenieros había solicitado destinar recursos financieros para reforzar uno de los grandes diques que protegían a la ciudad. No obstante, George W. Bush destino una gran parte del presupuesto a la prevención de desastres civiles hacia el mantenimiento de las tropas militares en Irak. Si el imperialismo practica un terrorismo de estado en Irak, en el caso de Nueva Orleáns constatamos una negligencia burocrática criminal. Un experto militar afirmó que a primera vista el desastre parecía haber sido causado por una bomba atómica. No hubo dinero para arreglar los diques, pero tampoco hubo la capacidad siquiera de evacuar a la población.
Como bien señala Alejandro Nadal "la catástrofe de Nueva Orleáns es un desastre fabricado por la ambición y la incompetencia. También destapó la pobreza y la corrupción, la incompetencia y la perversidad no sólo de Bush y su gente, sino de todo un sistema económico depredador basado en la desigualdad y la indiferencia" (El espectro de Katrina. La Jornada, 7 de septiembre del 2005).
Estamos ante una de las peores catástrofes en la historia de ese país y para muchos analistas críticos esta situación también es provocada por un capitalismo salvaje de un imperialismo militarista fundamentalista alentando la "mano invisible" del mercado en la globalización -se ha dicho de cómo el "libre mercado" mató a Nueva Orleáns-, cuyos grandes monopolios han sido indiferentes a la tragedia social pero que saldrán beneficiadas con grandes contratos en la reconstrucción como la empresa Halliburton, que también opera en Irak. La corporación Halliburton -dirigida hasta hace cuatro años por el actual vicepresidente estadounidense, Dick Cheney- comenzó a ser señalada en la Bolsa de Valores de Nueva York como la más factible beneficiaria de los principales contratos de reconstrucción de Nueva Orleáns, cuyo costo oscilará entre los 100 mil y 200 mil millones de dólares, según cálculos de aseguradoras y analistas. Las acciones de esta compañía, con sede en Houston, aumentaron su precio en más de 10 por ciento en la última semana hasta llegar a 65 dólares por título. El incremento en su cotización impulsó al alza el índice Dow Jones de la bolsa neoyorquina. Un analista de la consultora AG Edwards, Poe Fratt, estima que las compañías petroleras gastarán alrededor de mil millones de dólares en la reparación de la infraestructura dañada en Louisiana.
No es la primera vez que un cataclismo sucede en Nueva Orleáns. En 1927 un desastre similar en 1927 cobró cientos de vidas y desplazó a cientos de miles y cambió el rumbo político de EU; ahora podría repetirse. En octubre de 1992, el estado de Louisiana sufrió las consecuencias del paso devastador del huracán Andrés. Ya desde entonces, muchos científicos meteorólogos y climatólogos habían considerado que la fuerza de este huracán, al igual que otros fenómenos meteorológicos, es resultado del efecto invernadero que mundialmente se esta produciendo, cuando menos desde hace tres décadas. El efecto invernadero es una especie de bomba de tiempo biológica según científicos europeos como Simonis y Von Welzsacker. Véase: "Global Enviroment Problems". Economics. Volume 42. Institute for Scientific Cooperation, Tubingen, 1990.

2) El concepto de desarrollo sustentable se define frecuentemente como "el desarrollo que satisface la necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. El desarrollo actual debe tener en cuenta a los futuros ciudadanos de la Tierra. Es aquí donde se enmarca el respeto por el medio ambiente. Si agotamos o degradamos nuestros recursos actuales, disminuimos las oportunidades de nuestras futuras generaciones." Véase: La economía mundial y el desarrollo. Juan Claudio Rodríguez-Ferrera. Acento editorial. Madrid 1997, página 17.

3) "Agua y Seguridad Nacional". Gian Carlo Delgado Ramos. Memoria 194, marzo del 2005. http://www.memoria.com.mx/194/delgado.htm "La furia del oro azul. El desafío ante la privatización de los sistemas de agua en Latinoamérica", en: Tony Clarke y Maude Barlow, autores de Oro azul: las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo.

4. Robert Kurz. La privatización del mundo. "Esta privatización total del mundo muestra definitivamente el absurdo de la modernidad; la sociedad capitalista se convierte en autocanibalística. La base natural de la sociedad es destruida a velocidad creciente; la política de disminución de costos y la tercerización a todo precio arruinan la base material de las infraestructuras, el conjunto organizador y, con ello, el valor de uso necesario. Es conocido desde hace tiempo el caso desastroso del ferrocarril y, de modo general, el de los medios de transporte, en otro tiempo públicos: cuanto más privados, tanto más deteriorados y más peligrosos para la comunidad () En Alemania, los baños de las estaciones de tren pasaron a ser recientemente controlados por una empresa transnacional llamada "McClean", que cobra por la utilización de un mingitorio lo mismo que cuesta una hora de aparcamiento en el centro de la ciudad. Por lo tanto, ahora ya se dice: ¡porque eres pobre, tienes que mearte en los calzones o aliviarte de forma ilegal!

"La privatización del suministro de agua en la ciudad boliviana de Cochabamba, que, por decisión del Banco Mundial, fue vendido a una "empresa de agua" norteamericana, muestra lo que nos espera aún. En unas pocas semanas, los precios subieron a tal punto que muchas familias tuvieron que pagar hasta un tercio de sus ingresos por el agua diaria. Juntar agua de lluvia para beber fue declarado ilegal, y a las protestas se respondió con el envío de tropas. Luego tampoco el sol brillará gratis. ¿Y cuándo llegará la privatización del aire que respiramos? El resultado es previsible: ya nada funcionará, y nadie podrá pagar. En ese caso, el capitalismo tendrá que cerrar tanto la naturaleza como la sociedad humana por "falta de rentabilidad’ y abrir otra".
www.krisis.org
http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2002rest/2002sext/noticias4/privm3-8.html

5) La Agenda 21 establece: "Los seres humanos constituyen el núcleo central de las preocupaciones relativas al desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida sana y productiva en armonía con la naturaleza". El desarrollo armonioso y equilibrado en el conjunto del planeta se definió de la forma siguiente: "El derecho al desarrollo debe llevarse a cabo de forma que satisfaga equitativamente las necesidades relativas al desarrollo y al medio ambiente de las generaciones presentes y futuras". El artículo 5 es más preciso respecto a la ayuda mutua a escala internacional:" Todos los estados y todos los pueblos deben cooperar en la tarea esencial de la erradicación de la pobreza, que constituye una condición indispensable del desarrollo sostenible, con el fin de reducir las diferencias en el nivel de vida y proporcionar una mejor respuesta a las necesidades de la mayoría de los pueblos del mundo". En septiembre del 2002 en Johannesburgo la conclusión fue la constatación del fracaso político de esta agenda. Entre otras cosas, la diferencia entre ricos y pobres no había disminuido; por el contrario, había aumentado. La destrucción del medio natural se había agravado y los estados no ponían en marcha ningún programa preciso para alcanzar los objetivos fijados por la Agenda 21. Véase: Riesgos ecológicos ¿Una amenaza evitable?, de Loïc Chauveau. Colección Larousse. El mundo contemporáneo. México 2004. Página 118.

6) Rod Burgess. "Ciudad y sostenibilidad. Desarrollo urbano sostenible", en: La ciudad inclusiva. Compiladores. Marcello Balbo, Ricardo Jordán y Daniela Simioni. Naciones Unidas. Comisión Económica para América Latina y el Caribe. CEPAL. Cooperaciones Italiana. Cuadernos de la CEPAL 88. Santiago de Chile, 2003. Página 206.

7) James O"Connor. Causas Naturales. Ensayos de marxismo ecológico. Editorial Siglo XXI, México, 2001, Página 276.

8) Michael Lowy. Barbarie y modernidad en el siglo XX. Revista Memoria, 161. México, julio del 2002. Veamos algunas ideas de Löwy al respecto: "En El Capital, Karl Marx era uno de los críticos más feroces de esos tipos de prácticas maléficas y destructoras de la modernidad, que para él están asociadas a las necesidades de acumulación capitalista. Especialmente en el capítulo sobre la acumulación primitiva, se encuentra una crítica radical de los horrores de la expansión colonial: la esclavitud o el exterminio de los indígenas, las guerras de conquista o el tráfico de negros. Esas "barbaries y atrocidades execrables" -que, según Marx, citado de modo favorable por M. W. Howitt, no tienen paralelo en cualquier otra era de la historia universal, en ninguna raza por más salvaje, grosera, impiadosa y sin pudor que ella haya sido"- no fueron simplemente interpretadas como ganancias y pérdidas del progreso histórico, sino debidamente denunciadas como una "infamia". Considerando algunas de las manifestaciones más siniestras del capitalismo, como las leyes de los pobres o los worehouses -esas "fortalezas de obreros"-, Marx escribe en 1847 este pasaje sorprendente y profético, que parece anunciar a la Escuela de Frankfurt: "La barbarie reaparece, pero esta vez ella es engendrada en el propio seno de la civilización y es parte integrante de ella. Es una barbarie leprosa, la barbarie como la lepra de la civilización"".

Guadalajara, Jalisco, 13 de Septiembre de 2005
Especial para Correspondencia de Prensa

 

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