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Estado español :: 07/05/2014

Iker Casillas, Montserrat Caballé, Lionel Messi y las mentiras fiscales del PP

Armando B. Ginés
Ni Casillas ni Caballé ni Messi son los rematadamente malos de la película capitalista ni Rajoy ni Montoro están por la labor de perseguir el fraude fiscal

stamos en plena campaña de declaración de la renta a Hacienda y el gobierno del PP filtra selectivamente a la prensa noticias sobre investigaciones en curso a personas famosas. La última se refiere al portero del Real Madrid, Casillas. Días antes, la soprano Caballé. Y meses atrás, Messi, futbolista del Barcelona. Son triquiñuelas sensacionalistas para dar la sensación de que España es un país justo y equitativo en materia fiscal.

Ciertamente, solo por referirnos a la actualidad inmediata, los 2 millones de euros reclamados a Casillas son una cantidad fantástica que permitiría vivir a un trabajador por un salario de 1.000 euros mensuales unos 140 años. Pero la cifra, con ser muy significativa, encubre verdades más lacerantes.

El fraude y la evasión fiscal en España se estiman en más de 250 mil millones de euros al año. La economía sumergida, por su parte, se sitúa en cerca del 30 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Es decir, casi uno de cada 3 euros que se producen en España se genera sin derechos laborales y sin contratos de trabajo, esto es, en régimen de semiesclavitud y con todas las ventajas y ninguna obligación para el empresario de turno. Esto sí que son registros apabullantes, tanto que el fraude a Hacienda, si retornara al Estado, haría posible sobrevivir un año completo ¡a más de 20 millones de residentes en España!

Los sonoros nombres que aparecen en los medios de comunicación son utilizados de forma propagandista para tapar los cánceres estructurales del sistema capitalista en España. Es raro que las pesquisas de Hacienda cacen a los delincuentes de las clases altas, de las multinacionales y de las grandes empresas españolas, menos aún a los pistoleros que se lucran en la economía irregular.

Los famosos o personajes de notoriedad pública son usados a propósito para trasladar una idea falsa: en España todos somos iguales y se combate el fraude fiscal de modo eficiente y ponderado. Es radicalmente todo lo contrario. Este gobierno del PP es el mismo que promulgó una ley de amnistía para regularizar algunas cantidades olvidadas por la crema social en paraísos fiscales u otros rincones alejados de la mano acusadora del erario público. Se les dijo: sed buenos, si aportáis algo del robo, prescriben vuestros delitos y pelillos a la mar.

Ni Casillas ni Caballé ni Messi son los rematadamente malos de la película capitalista ni Rajoy ni Montoro están por la labor de perseguir el fraude fiscal en España. Las filtraciones calculadas únicamente pretenden crear un caldo de cultivo favorable a las tesis políticas del PP sin tocar ni un ápice a las grandes empresas evasoras de capital en España. Se considera que de más del 70 por ciento de evasión fiscal en España son responsables directas las grandes fortunas y las empresas de mayor tamaño o envergadura.

Los casos personales citados son tratados como chivos expiatorios de relumbrón para desviar la atención de la masa, construyendo de forma artificial una especie de iceberg del que no vemos su inmensa y profunda realidad dolosa. Además, mientras hablamos de Casillas, no reparamos en las verdades multimillonarias que se están defraudando a Hacienda todos los días: ¡700 millones de euros que cada 24 horas se burlan de las arcas públicas metidos en bolsillos particulares que se dirigen en un clic a refugiarse a países exóticos fuera del imperio de la ley y de la justicia!

La figura emblemática de Casillas nos impide atisbar también el trabajo de máxima explotación en la economía sumergida española. Jugada populista perfecta del PP: al tiempo que criticamos al guardameta madridista, los grandes criminales en cuestiones fiscales se escurrirán entre caña y caña sin dejar rastro alguno de sus fechorías financieras. Las conversaciones triviales de bar son así: despotricar a tope en grupo y volver al trabajo callados y contentos después de los exabruptos coloquiales que han liberado la bilis social que todos llevamos dentro de sí.

 

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