Jumilla: La derecha apuesta por la batalla cultural frente a una izquierda sin su esencia


La reciente decisión del gobierno municipal de Jumilla, conformado por Vox y PP, de vetar las celebraciones musulmanas en espacios públicos ha desatado una nueva controversia que pone en evidencia las tensiones ideológicas de nuestra sociedad.
Esta medida, presentada bajo el argumento de preservar la ‘neutralidad’ de los espacios públicos, no responde a una defensa genuina de la separación entre Iglesia y Estado, sino a un discurso que apela a las tradiciones y lo reduce todo a una batalla cultural.
Además, esta postura resulta incoherente cuando observamos que estas mismas formaciones políticas no aplican ni de lejos el mismo rigor hacia las manifestaciones públicas de la religión católica, que gozan de un trato privilegiado en actos oficiales, procesiones y celebraciones.
El veto a las celebraciones musulmanas no es un ejercicio de laicismo, sino una maniobra identitaria que no va encaminada al progreso. La derecha radical, liderada por Vox y respaldada por un PP cada vez más acomodado a su discurso, utiliza este tipo de medidas para consolidar un relato que enfrenta lo ‘propio’ contra lo ‘ajeno’, sin plantear nada más, dando pie a un chovinismo cultural repugnante.
Mientras se prohíben actos musulmanes en plazas públicas, las procesiones católicas, los belenes en instituciones públicas o las ceremonias religiosas con presencia de autoridades no solo se toleran, sino que se promueven activamente.
Esta doble vara de medir desmonta cualquier pretensión de neutralidad y evidencia que el objetivo no es el laicismo, sino la defensa de una hegemonía cultural que identifica lo español con lo católico.
Una (centro)izquierda desnortada
Frente a esta maniobra tramposa, la izquierda española se encuentra en un estado de desconcierto preocupante. Históricamente, la izquierda fue un bastión del laicismo, defendiendo que la religión debe circunscribirse al ámbito privado y que el Estado debe garantizar la neutralidad en la esfera pública.
Sin embargo, en este caso, la respuesta de la izquierda se ha limitado a acusar a Vox y PP de islamofobia y racismo, sin articular un discurso sólido que recupere su legado laico y transformador.
Este enfoque reactivo, que evita confrontar de manera profunda las contradicciones de la derecha, refleja una izquierda acomplejada que ha renunciado a su esencia. Al no defender con firmeza la separación entre Iglesia y Estado para todas las religiones, incluidas las mayoritarias, la izquierda cede terreno a los discursos tramposos de la derecha radical, que se nutre de esta polarización para crecer.
La ausencia de una izquierda que apueste por un proyecto transformador, que reivindique el laicismo como un principio universal y no como una herramienta selectiva, ha dejado un vacío que la derecha aprovecha con astucia.
Mientras Vox y PP construyen un relato que apela a las emociones y a la nostalgia de una identidad homogénea, la izquierda se limita a reaccionar con etiquetas que, aunque puedan ser ciertas, no logran movilizar ni convencer más allá de sus bases duras.
Esta dinámica ha permitido que la derecha radical ocupe un espacio político que la izquierda ha abandonado, renunciando a su capacidad de transformar la sociedad y de proponer un modelo coherente.
Es urgente que la izquierda recupere su esencia laica y su compromiso con la transformación social. En lugar de limitarse a denunciar la islamofobia, debe articular un discurso que desmonte las contradicciones de la derecha y defienda un laicismo universal que no haga distinciones entre religiones.
Solo así podrá contrarrestar el auge de una derecha que, bajo el manto de la tradición, perpetúa la exclusión y consolida su hegemonía. La batalla no es solo contra el veto en Jumilla, sino contra un modelo de sociedad que la izquierda, si quiere sobrevivir, debe volver a imaginar y defender con valentía.