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Pensamiento, Mundo :: 10/11/2010

La importancia del socialismo construido en el Siglo XX y su conexión con las luchas presentes

Pável Blanco Cabrera
La clase obrera nuevamente en el centro del combate anticapitalista :: Ponencia presentada al III Encuentro Civilización o Barbarie, Serpa, Portugal.

En primer lugar agradecer a los organizadores del Encuentro Civilización o Barbarie, particularmente a Miguel Urbano; a la alcaldía comunista de Serpa. El principal reconocimiento frente a una gran cantidad de convocatorias de aparente similitud, es el marco ideológico en se circunscribe, que no da lugar ni a los especuladores, ni a los francotiradores, sino que se caracteriza por su seriedad en la reflexión y que contribuye a la lucha ideológica, elemento inseparable de quienes cotidianamente enfrentan al capitalismo monopolista, el imperialismo, ondeando la bandera de una sociedad sin explotados ni explotadores.

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Frente a la contrarrevolución capitalista de fines del Siglo XX siempre hubo resistencia; desde las luchas de los trabajadores a las privatizaciones y recorte de derechos sociales conquistados, luchas de campesinos contra el despojo de la tierra y pueblos indios en defensa de su derecho a la vida y su cultura contra la política de exterminio y muerte a la que los condena el capitalismo. También la resistencia para afirmar su identidad comunista de los partidos de la clase obrera que surgieron inspirados por la madurez del movimiento obrero y por la gran influencia de la Revolución Socialista de Octubre y objetivos de una gran campaña ideológica para sumirlos en el derrotismo y el transfuguismo, que hay que reconocer en algunos alcanzó su objetivo, no solo como resultado de lo acontecido en el campo socialista y la URSS, sino como consecuencia de la erosión oportunista que los afecto previamente, al desdibujar sus objetivos, con el eurocomunismo, por ejemplo. Resistencia también de las fuerzas insurgentes en Colombia, del pueblo cubano, que con su ejemplo mostraron que no había que someterse.

La resistencia sin embargo fue adquiriendo formas más coherentes y masivas con el ascenso de las luchas populares en América Latina y los triunfos electorales progresistas, sobre todo los de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en clara contradicción con los EEUU, más también con las grandes respuestas en el mundo a la guerra contra Iraq y la emergencia de los llamados movimientos sociales, que tuvieron su expresión en las citas del Foro Social Mundial.

Ello combinado con la crisis estructural del capitalismo produjo una avalancha de reflexiones en torno a la cuestión de la alternativa anticapitalista. Por supuesto están descartadas aquellas emanadas de la socialdemocracia y expresadas en la Tercera Vía de Anthony Giddens, Toni Blair, Massimo D’Alemma, y en Latinoamérica el “Consenso de Buenos Aires” cuyo ejemplo de “izquierda” era Bill Clinton.

Las que convocan nuestra atención son aquellas que expresan también el pensamiento socialdemócrata, pero ancladas en el movimientismo, en la academia, y en la oenegenización de la política y las luchas. Fue Marx quien dijo que “un paso del movimiento real vale más que mil programas”, pero muchos programas sí que generan confusión y en nada contribuyen a dinamizar la confrontación de clase y popular contra el modo de producción capitalista en un momento de tal urgencia -descrito ya como posibilidad en El Manifiesto- esto es, si una clase no triunfa sobre otra, sobreviene el hundimiento, que inspiro a que Engels y Rosa Luxemburgo resumieran en la disyuntiva “o socialismo o barbarie”.

Tal aspiración se apoya en la negativa influencia de posiciones no solo confrontadas con la posición de los comunistas, sino revisionistas del marxismo, tales como la cuestión de los nuevos sujetos, de la negación de la lucha por el poder, de la animadversión a la política y a la organización partidaria, particularmente la de nuevo tipo que propuso Lenin, de las posiciones de un “imperio” que vendría a sustituir la fase estudiada por El imperialismo, fase superior del capitalismo y que convocaban a abandonar la lucha nacional, por una lucha supuestamente global contra multinacionales, que no tendrían base “geográfica” ya, y que por ende la lucha no radicaba sino en confrontar a un poder global, en el que no existían contradicciones interimperialistas. Así desfilaron conceptos como “cambiar el mundo sin tomar el poder”, “multitud”, “ciudanización”, “sociedad civil”; emergió un pacifismo descafeinado y amorfo y un rechazo a todas aquellas fuerzas que obligadas por las circunstancias desarrollan su lucha con las armas en la mano. A tal extremo se llego que tales “teorizaciones” oponían lo social a las participación de los partidos revolucionarios, y no olvidemos que la maximización de tales concepciones llego a un punto donde de una de las ediciones del FSM se pretendió excluir la participación de Hugo Chávez y de los revolucionarios colombianos.

Tales posiciones presentan como principal pasaporte el ser reflexiones nuevas, pero tan “novísimas” ideas las podemos encontrar en los virajes de la historia, por ejemplo en el momento de descomposición de la II Internacional, en Bernstein y Kautsky: “el movimiento lo es todo”, el “ultraimperialismo”, la oposición al poder obrero y popular que representa la Dictadura del proletariado por una democracia sin adjetivos, parlamentaria y burguesa, a la oposición entre reforma y revolución. En síntesis ropajes posmodernos y de vistosa multicoloridad para viejas posiciones, de las que lo menos que se puede decir es que contribuyen a la confusión en una época en que esta es promovida esencialmente por la ideología de la clase dominante y la sofocante maquina de desinformación a su servicio, que envidiaría el ministro nazi Goebbels.

Mientras la acción y el pensamiento de los que luchan, sean individuos, organizaciones, movimiento o pueblos es ocultado, deformado o criminalizado, y tiene como única posibilidad sus propios medios de expresión y los medios alternativos –los cuales libran una de las más impresionantes batallas por difundir la verdad, “la otra mirada”- los nuevos profetas son promovidos por las grandes editoriales, y cuentan con una promoción inusitada.

Aparentemente diversas tales posiciones tienen en común su rechazo a la construcción socialista en el Siglo XX. Nadie sostendrá que tal experiencia careció de errores, pero ello no debe motivar el rechazo de conjunto, el necesario estudio y aprendizaje de una sociedad, que como expresa uno de los artículos del primer número de la Revista Comunista Internacional “… es un hecho histórico que en la década de los 30 había dos mundos: un mundo desgarrado por la competencia y la crisis capitalista, y un mundo socialista que se caracterizaba no sólo por sus impresionantes tasas de producción industrial sino por impresionantes tasas de desarrollo en la prosperidad social.” (1)

No estoy aquí para hacer una apología de la URSS, la cual además merece y en la Historia habrá de constar por su gran contribución en múltiples frentes, entre ellos la derrota del fascismo en el Mundo, la liberación de Europa, la descolonización y su gran solidaridad a los trabajadores del mundo, por mostrar que la vida puede continuar sin los capitalistas, y demostrar la potencialidad creativa de los trabajadores, los alcances en una mejor vida, cultura, educación, salud, libertad y democracia.

Lo que pretendo resaltar es la importancia del estudio crítico de la experiencia socialista, sus lecciones para el presente y conexión con el combate anticapitalista contemporáneo.

De la misma manera que contribuyó a la teoría marxista la experiencia de 70 días de la Comuna de Paris, sobre todo en la importante cuestión de la Dictadura del proletariado, alumbrara la lucha de la clase obrera y de los pueblos del mundo la experiencia del socialismo y su estudio viene a enriquecer la teoría marxista-leninista y el accionar de los partidos comunistas y obreros, la lucha de las fuerzas partidarias de la transformación profunda.

Llamo la atención de un texto fundamental, estudio colectivo, científico, de muchos años que se conoce como Las Tesis del Socialismo, que es la Resolución del XVIII Congreso del Partido Comunista de Grecia.

La experiencia de la construcción socialista es el objetivo de siempre de la maquinaria ideológica del capital, pero lo es también de aquellas corrientes que buscando las “alternativas” y un “nuevo socialismo”, un “socialismo democrático”, un socialismo renovado”, terminan por rechazarlo, demonizando al comunismo y a los comunistas.

En la lucha de clases, desde que las condiciones del desarrollo social hicieron posible la creación de la concepción materialista de la historia, no es la primera vez que los comunistas se confrontan con corrientes que en nombre del socialismo presentan las posiciones de la pequeña burguesía, no es la primera vez que frente a frente se colocan reforma o revolución.

En La ideología alemana y en El Manifiesto del Partido Comunista, por citar solo dos obras de Karl Marx y Friederich Engels, se hace un ajuste de cuentas con el “socialismo verdadero”, con el “socialismo reaccionario” (“feudal”, “pequeño burgués”), con el “socialismo conservador o burgués” y con el “socialismo y el comunismo critico-utópicos”. En otra obra, resultado de la polémica que Marx y Engels con Düring (aunque el trabajo como era costumbre en la división de tareas de los maestros del proletariado llevaba solo la firma de uno de ellos) se afirma lo siguiente: “Desde que ha aparecido en la palestra de la historia el modo de producción capitalista ha habido individuos y sectas enteras ante quienes se ha proyectado más o menos vagamente, como ideal futuro, la apropiación de todos los medios de producción por la sociedad. Mas, para que esto fuese realizable, para que se convirtiese en una necesidad histórica, era menester que antes se diesen las condiciones objetivas para su realización.” (2)

¿Puede la clase obrera asegurar sus objetivos si desconoce su propia experiencia en la construcción de una nueva sociedad? ¿Puede hacerse un punto y aparte sobre la experiencia del socialismo?

Con la crisis económica que es profunda y no solo financiera se revela la contradicción de la época, la existente entre capital y trabajo.

Al contrario de toda pretensión ideológica de Fukuyama la centralidad de la lucha anticapitalista es asumida por la clase obrera.

En Grecia varias huelgas generales de 24 y 48 horas, movilizaciones sin cesar y desde la Acrópolis el realista llamado de los comunistas: ¡Pueblos de Europa, levántense!

La masiva respuesta obrera en España, Portugal. Y Francia con su respuesta contundente en estos días contra las medidas capitalistas y su huelga general que paralizo una buena parte de los centros de trabajo, los transportes y otras acciones que golpean al capital.

Todo este año de jornadas de lucha de los trabajadores en Europa derrumban el mito que con mayor insistencia se pregono en los últimos 20 años: el fin de la clase obrera, el fin del mundo del trabajo, y el sometimiento pleno de los asalariados al statu quo. La sustitución de la clase trabajadora por los movimientos en la contestación anticapitalista, y su negación como clase portadora de transformaciones radicales en la sociedad.

Al mismo tiempo se desmonta la imagen de sumisión de los pueblos al dictado de la Unión Europea, es decir a la dictadura de clase. Desde las calles de Atenas, Tesalónica, Paris, Lyon, Madrid, Barcelona, Lisboa la clase obrera proclama: ¡Fui, soy y seré!. Su fuerza es la paralización del centro de trabajo. Las acciones más odiadas por el capital brotan insumisas: fabricas en huelga, aeropuertos que no pueden operar, aviones que no circulan, trenes parados, barcos parados. El Estado de derecho la joya más preciada que corona la democracia burguesa, intenta imponer a los marineros del Puerto del Pireo en Grecia la prohibición de su huelga, la respuesta: la huelga se efectúa y la consigna del PAME: los derechos de los trabajadores han de ser la ley es asumida por miles de sindicalistas.

No estamos hablando de brotes inconexos del combate de los trabajadores, sino de una generalidad, la centralidad del combate anticapitalista es asumida nuevamente por la clase de los que no tienen nada que perder más que sus cadenas.

En la base del trabajo esta la actividad cotidiana, paciente, de las fuerzas clasistas, de partidos comunistas. No se trata de brotes espontáneos.

Pero la cuestión más importante es si la dinámica de luchas tiene conexión con la alternativa posible, el socialismo. Si la respuesta es afirmativa, la experiencia de construcción en la URSS y otros países tendrá gran valor en función de que represento el poder de los trabajadores, de las lecciones de la socialización de la economía, de la planificación central, del combate a las relaciones mercantilistas, del control obrero, de la dictadura del Proletariado, de las contradicciones existentes entre el campo y la ciudad, entre el trabajo manual e intelectual, entre el trabajo simple y complejo, entre las nacionalidades, pues recordando a Lucrecio nada nace de la nada, y despreciar la experiencia de la Historia y sus lecciones teóricas no contribuirá a este combate final entre civilización y barbarie.

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Notas

1. Belu, Eleni; La crisis económica capitalista internacional –La posición de Grecia- Las evaluaciones del KKE; en Revista Comunista Internacional, Número 1; Edición Mexicana.

2. Engels, F.; Del socialismo utópico al socialismo científico; en Obras Escogidas de Marx y Engels en dos Tomos; Tomo II; Editorial Progreso; Moscú; 1971; Pág. 149

 

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