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Estado español :: 21/07/2019

La precariedad laboral tras los escenarios de tu festival musical favorito

Cuarto Poder
Durante este año han destacado sobremanera protestas por las condicionales laborales en eventos como Viña Rock, BBK Live o Sónar

Un dicho popular decía que una ardilla podría cruzar de Gibraltar a los Pirineos de rama en rama sin tocar el suelo. En primavera y verano esa misma ardilla podría cruzar la península ibérica de festival en festival musical. Mucho se ha escrito del boom de este tipo de eventos, que han crecido sobremanera en la última década tanto en número como en impacto económico, según los últimos estudios. No se han gastado tantas líneas, aunque cada vez más, para reflejar lo que sucede con los miles de trabajadores que fuera de los escenarios hacen posible que puedas disfrutar de los conciertos. La precariedad laboral campa a sus anchas en diferentes puestos de trabajo en muchos festivales musicales.

 Los problemas principales vienen sobre todo en los eventos más grandes. Son los que más público mueven. Los que más dinero generan y los que copan sus carteles con los artistas más cotizados. Poco a poco se están comenzando a denunciar situaciones abusivas que logran copar titulares en medios de comunicación a la sombra del “conciertazo” que ha dado el artista de turno en dicho festival. Desgraciadamente, uno de los casos más sonados de denuncia tuvo lugar en 2017. Y tuvo que fallecer un trabajador. Pedro Aunión, un acróbata, murió mientras actuaba. Se despertaron entonces protestas sindicales, para que se suspendiera el festival. Poco después, varios trabajadores comenzaron a denunciar sus condiciones tanto en el citado evento como en el Download, que también se celebra en Madrid.

No es demasiado habitual encontrar protestas organizadas en eventos de este tipo. Pero durante este año varias de ellas han destacado sobremanera. Por un lado, las críticas a las condiciones de Viña Rock, amplificadas tanto a nivel individual en redes sociales como por el sindicato CGT. Por otro, la huelga de trabajadores de montadores, conocidos como riggers, en el Sónar de Barcelona. También han irrumpido con fuerza las protestas de trabajadores del BBK Live en Bilbao, donde se han organizado protestas a través de Eragin Bilbo. Parece, al menos, que algo está cambiando.

Desde CCOO, Cristina Bermejo, secretaria de Medios de Comunicación, Artes, Culturas y Deportes, hace un balance general de la situación. Y pone sobre la mesa la existencia de un convenio que en teoría se debería aplicar para festivales aunque no se hace. Es el de salas de fiestas y discotecas que, desde hace unos años, incluye eventos al aire libre. “El problema es que los festivales son un negocio específico y tienen muchas especifidades no incluidas”, afirma. Según Bermejo, la inspección de Trabajo, a raíz de la inclusión de estos eventos en el convenio, empezó a dar muchos palos tanto en locales como en actuaciones de bandas y orquestas. Este convenio, según la sindicalista, da cobertura a técnicos y músicos y también debería recoger al personal más estable: hostelería, staff de puerta, seguridad, etc.

Desde el sindicato son conscientes de las “condiciones abusivas” en este tipo de eventos. “Hay todo tipo de irregularidades. Queremos atajarlo de alguna manera. El convenio es un buen punto de agarre, pero el problema es que mucha gente lo desconoce y como la nomenclatura no invita a pensar que da cobertura a eventos al aire libre, no se suele aplicar”, señala. En este sentido, invita a que los diferentes colectivos profesionales se organicen.

Camareros que tienen que mentir ante las inspecciones

La hostelería es de por sí un sector precarizado. Pero los testimonios recogidos de trabajadores en festivales denotan unas características especiales en este tipo de eventos. Un ejemplo claro es lo sucedido en Viña Rock. A través de las redes sociales sus protagonistas compartieron algunas de sus condiciones: jornadas de hasta 15 horas a pesar de que en el contrato inicial se hablaba de un máximo de 10; sin dietas para comida y “ofertas” de “precios populares” con kebaps a 7 euros; cobrando 6 euros la hora sin pluses de nocturnidad o festivos; etc.

Una de las cosas más llamativas, según los trabajadores, es que los jefes de barra dijeran a los camareros que si viene la Inspección de Trabajo tienen que mentir sobre su jornada real. “Nos dijeron que, si nos íbamos a poner nerviosos mintiendo que nos fuéramos ya”, explica Nadir a cuartopoder.es. Este joven fue uno de los que lanzó sus protestas en redes sociales. Se hicieron virales y la empresa que gestionaba la barra del festival, The Music Republic, contactó con él para anunciarle que no trabajaría más con ellos. Un veto por dar su opinión públicamente. Nadir adelanta a este medio que está estudiando la posibilidad de denunciar por la vía social el comportamiento de la empresa. Este medio ha intentado sin éxito recoger la versión tanto del Viña Rock como de la empresa subcontratada.

Para Nadir, en este tipo de trabajos realizados por gente joven, es difícil la organización. “Es muy difícil recurrir las condiciones, a mucha gente le pilla de primeras, no se conocen los derechos”, explica. Este joven insiste que este tipo de comportamientos con los trabajadores de hostelería es habitual, según su experiencia, en festivales de todo tipo.

No en vano, también en las redes sociales se han visibilizado también durante los últimos días críticas a las condiciones del Mad Cool. Concretamente dirigidas a la empresa ABC Personal. En una cuenta de Instagram llamada Trabajos Ruinosos, se puede leer la experiencia de varios trabajadores. Destaca sobremanera el hecho de que a pesar de asegurarles varios días de trabajo, pocas horas antes se les dice a varios que no vayan a realizar su jornada mediante un grupo de Whatsapp creado a tal efecto. El escaso tiempo para comer o las jornadas interminables son también señaladas.

Desde Bilbao se ha puesto en el disparadero esta edición del BBK Live. “Nos llegaron diferentes testimonios de varias ediciones con situaciones precarizadas y casi de explotación laboral. Decidimos hacer una campaña que va relacionada con la crítica al modelo de ciudad diseñado por el PNV”, explica a este medio Unai, de Eragin Bilbo. Este colectivo publicó una serie de testimonios de todo tipo en sus redes sociales. Entre ellos se pueden leer cosas como las señaladas por Nadir: Mentir a la Inspección de Trabajo, falta de comida, jornadas más largas de lo pactado, etc. Un patrón que se repite.

Externalización de servicios

Unai explica que la promotora del festival, Last Tour, les amenazó por supuestas difamaciones. Pero cuando el asunto cogió vuelo, la situación cambió. “Después de publicar numerosos testimonios de trabajadores se echaron para atrás y la actitud desafiante se acabó. Le echan la culpa a las subcontratas. Es un dato muy significativo”, afirma.

La productora hizo público un comunicado en el que manifestó que “ciertas labores, que exceden de nuestra actividad propia de promotores, se subcontratan con terceros, cumpliendo con las obligaciones relativas a dicha subcontratación”. Además, destacaban “el fuerte compromiso de la organización con el trabajo digno, y su esfuerzo año a año por mejorarlo”. Al tiempo, invitaba a comunicar cualquier incidencia ocurrida durante el festival para garantizar que no volviera a ocurrir.

Para Eragin Bilbo, “es sangrante que con dinero público se promocione trabajo precarizado”. Su opinión es que las instituciones públicas deberían establecer garantías para que se cumplan unos mínimos laborales. Esta subcontratación es la excusa tanto de administraciones como de productoras. Lo saben bien en CGT Villarrobledo. Santi, miembro del sindicato, explica a este medio que “desde que se fue externalizando todo, la gente de Villarrobledo fue dejando de trabajar en el festival”.

Esto, según las denuncias recibidas, ha hecho que crezca la precariedad. Ya IU en 2012 denunciaba una importante bajada de salarios. Un caso muy sangrante en la actualidad, denunciado por el sindicato, es de los controladores de accesos. Se pudieron ver sentados en piedras si estaban en un camino, o bordillos en la calle, en condiciones climáticas adversas: calor durante el día, frío nocturno e incluso lluvias la primera noche. Sin apoyos logísticos.

“Al Viña Rock se lo está comiendo el capitalismo más aberrante. El papel del Ayuntamiento es prácticamente nulo. Desde el 1 de abril hasta el 1 de mayo el recinto es de la productora. El Ayuntamiento ha ido externalizando y lo único que hace es la limpieza de los alrededores”, concluye el representante de la CGT.

Una de las críticas que más se repite, según todas las fuentes consultadas, en el caso concreto del Viña Rock, es la nula implicación de los grupos. La mayoría de ellos muy comprometidos políticamente en sus letras. Pero nadie se cuestiona desde el escenario las condiciones laborales en el festival. En la memoria colectiva, la actuación de “El Noi del Sucre”. Lorenzo Morales, cantante también de los históricos “Los Muertos De Cristo”, realizó un discurso directo contra la organización. Aunque en este caso sus palabras apuntaron principalmente a los impagos que hubo años anteriores, se recuerdan como las únicas críticas directas a las malas prácticas del evento. Su banda nunca ha vuelto a tocar en el Viña Rock.

Huelga en el Sónar

Durante este fin de semana, desde el día 18, Barcelona acoge el Sónar, uno de los eventos más prestigiosos en cuanto a música electrónica. Se celebra en el recinto de la Fira de BarcelonaLa lucha, huelga incluida, de los riggers, esas personas que montan todas las carpas, escenarios y elementos en macrofestival, ha marcado la actualidad. Isaac Flix, del Sindicato de Riggers, relata a cuartopoder.es lo sucedido de forma cronológica.

Cada 4 años sale a concurso el trabajo de montaje. Los concursos tienen un baremo basado en personal y capacidades, en material y, por supuesto, en la oferta económica. “Como todos sabemos, la económica muchas veces es la que más peso tiene”, apunta Flix. Según explica, cada 4 años ganaba una empresa y renegociaba según el acuerdo económico del servicio con los trabajadores, incluidas sus condiciones laborales. Pero algo diferente ocurrió con el último. “Se intentó sustituir parte de nuestros trabajos con personal no cualificado para economizar el servicio. A partir de ahí nos unimos, fue un momento clave hace 3 años. Creamos el primer sindicato, nos reunimos con la empresa y al cabo de año y medio pusimos en marcha el primer convenio. No fue fácil, hicimos dos avisos de huelga que no tiraron para adelante porque la empresa se sentó a hablar”, explica.

Entre sus logros, destaca Flix aspectos como tener descanso cada dos horas, tener precio estipulado o un orden de llamada (porque antes el jefe decidía quién trabajaba). Flix destaca que la prioridad de los trabajadores siempre es la seguridad, debido al alto riesgo que tienen las tareas que realizan. Llegado este año, en febrero se reunión con la Fira para, como se había hecho hasta el momento, negociar condiciones. “No sólo no se sentaron, sino que salió el pliego un 28 de junio, dos meses más tarde de lo habitual. Nos movilizamos rápido y enviamos la carta oficial de huelga que coincidía con Sónar”, explica Flix.

Para Flix, las condiciones establecidas para este año son “un ataque directo” al sindicato. Por ejemplo, se separó su trabajo en dos lotes, algo que supone que la empresa “o echa a la mitad de la plantilla o manda a la mitad con otra empresa”. Anunciada la huelga, la Fira, responsable del recinto, contrató a otras tres empresas diferentes para que saliera adelante el Sónar. Flix apunta que no les fue fácil. Una de ellas vino de Portugal. “Muchas empresas de Barcelona y del resto del Estado no accedieron por solidaridad. Entonces, el Sindicato llevó a juicio a la Fira por vulneración del derecho a huelga. El juez desestimó sus demandas. “Hace hincapié en nuestra resolución que no tenemos derecho a huelga por el daño que hacemos a terceros.”, apunta Flix.

El Sónar se ha celebrado. Lo curioso de este caso es que la batalla de los trabajadores no es con el festival, ya que ellos han intentado buscar una solución, según Flix. El problema es con la Fira de Barcelona. “Su actitud es de hacer lo que les da la gana”, señala el rigger. ¿Y el papel del Ayuntamiento? Flix comenta que ahora se están empezando a mover y que “se oyen rumores que se ha solicitado la comparecencia del director de Fira”.

El nuevo pliego entra el 1 de octubre. “Nos deja fuera y seguiremos con movilizaciones. Y parados hasta que consigamos algo. La situación es de encallamiento, se están moviendo hilos en administraciones, vamos a esperar a la siguiente feria, que empieza en septiembre para continuar esta lucha”, concluye Flix.

Trabajos de carga y descarga

La precariedad afecta a todos los sectores. Pero según la mayoría de fuentes consultadas por cuartopoder.es, uno de los eslabones más bajos es de las personas que realizan tareas de carga y descarga. Un colectivo, al igual que el de la hostelería, poco organizado. Sergio, afiliado a CNT, ha trabajado en diferentes festivales como Resurrection Fest o Download. Como en el resto de trabajos, los contratos son eventuales, te dan de alta el mismo día y al siguiente te dan de baja. “En algunas empresas no puedes decir que estás sindicalizado porque no te vuelven a llamar”, explica a este medio.

El sistema más habitual es que la productora del festival subcontrate a la empresa de carga y descarga y la empresa al trabajador. “La jornada nunca sabes cuánto va a durar. Pueden ser 6 horas o 17 horas. Encima dicen cuando acaba el bolo te dicen si alguien quiere trabajar más. Si dices que no, no pasa nada, pero como pagan por horas, hay gente que lo hace”, afirma. Los precios, bajos. Entre 6 y 7 euros la hora es lo habitual.

Un grupo de trabajadores del sector ha comenzado también públicamente a denunciar su situación, que ejemplifican con lo siguiente: "tipo de contrato (si es que lo hay), peligrosidad, bajo salario, cansancio, despidos, cesión ilegal de trabajadores, nula formación en seguridad o incluso falta de equipo de seguridad, jornadas extenuantes, estar dado de alta en la seguridad social por menos horas de las que trabajas, indefensión y estafa por parte de empresa y mutua en caso de accidente, cobro por horas, opacas y aleatorias listas de llamada para trabajar, incertidumbre de cuánto dura tu jornada de trabajo, trabajar en condiciones de extremo calor, etc".

¿Y los músicos qué?

Los músicos no se escapan de las reivindicaciones en grandes eventos. Como es lógico, las peor paradas son esas bandas menos conocidas. Las “nuevas”, las que tocan en los peores horarios y las más desconocidas. Ante esta situación, hace unos años se creó la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras. Ya entonces se puso el foco en las condiciones de los festivales.

José Sánchez, músico profesional y afiliado a la CNT y a la mencionada Unión, resume para este medio los principales problemas a los que se enfrentan. “A la hora de contratar a las y los músicos que actúan en espectáculos públicos se debería seguir aquello que dictan las leyes. El estatuto de los trabajadores, en su punto 2 se define cuáles son las relaciones laborales de carácter especial entre las que figura "la de los artistas en espectáculos públicos", explica.

Por lo tanto, señala, cualquier artista que actúe en un espectáculo público tiene una relación laboral de carácter especial con su contratador. En el decreto ley 1435 de 1985 se regula el régimen laboral especial de artistas y es el recurso legal al que deben atenerse las contrataciones de músicos para espectáculos en directo. “La cuestión es que ni salas de conciertos, ni festivales, ni promotoras ni administraciones públicas están respetando la legalidad y obligan a las bandas que tocan en dichos eventos a facturar”, apunta Sánchez.

“Facturar o no, depende de la banda o del artista y de la artista. Es decir, los cachés altos no tienen problema en facturar, muchos de esas bandas están dados de alta como empresas. Facturan suficiente dinero como para cubrir todos los gastos”, prosigue. El problema llega con los cachés bajos, los concursos de bandas o los espacios para grupos menos conocidos. “Facturar para estos últimos perfiles se convierte en un problema ya que una factura supone un alta en el impuesto de Actividades Económicas, y en la Seguridad Social”. En muchos de los casos, según Sánchez, “se recurre a trampas (factura la empresa de un familiar de alguno del grupo que es autónomo), o a las famosas cooperativas de facturación que son un parche legal que puede suponer un fraude fiscal”.

Para el colectivo, toda esta cuestión “desprotege completamente a las y los músicos que actúan en espectáculos públicos, que pasan a ser responsables de todo, al ser prestadores de servicio”. “Por lo tanto, de cara a accidentes en itínere, por ejemplo, podría justificarse la no responsabilidad por parte del contratador”, ejemplifica.

Uno de los casos más denunciados son los concursos de bandas de algunos festivales. “Ni siquiera se les paga y no se les da al menos de alta para darles un poco de protección”. Viñarock o Madcool han hecho esta forma de concurso de bandas, aunque este año Madcool ha reaccionado y ha contratado laboralmente. Para todos estos asuntos, la Unión elaboró hace unos años un Manual de Buenas Prácticas.

 

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