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Estado español :: 24/05/2011

La realidad es compleja y frecuentemente distinta a como nos la imaginamos

Luis Ocampo
Las movilizaciones del 15 M, no son el inicio de la respuesta a las consecuencias de la crisis en el Estado español, pero suponen un avance significativo de éstas.

Resulta cuando menos curioso, leer algunas de las cosas que desde el ámbito de la auto considerada "izquierda revolucionaria", estatal o nacional, se escriben sobre las movilizaciones que se vienen produciendo a partir del 15 M.

Que si son una maniobra de la socialdemocracia. Que si no tienen un programa claramente anticapitalista y antimonárquico. Que si no abordan la cuestión del carácter plurinacional del Estado español. Que si son anti partido. Y ya como prueba del algodón del tremendo riesgo que suponen para "el auténtico" movimiento revolucionario y transformador, se aduce el trato favorable que reciben por parte de los medios de comunicación. Sólo falta echarles en cara que son much@s.

Es paradójico comprobar también cómo gentes, generalmente pertenecientes a sectores políticos que venían expresando su frustración porque en el Estado español no se estuviera dando una respuesta social amplia a las consecuencias de la crisis, a diferencia de lo que, por ejemplo, ocurría en Grecia, ahora observen con desconfianza, cuando no rechazo, las movilizaciones que se vienen desarrollando estos días.

Las movilizaciones del 15 M, no son el inicio de la respuesta a las consecuencias de la crisis en el Estado español, pero suponen un avance significativo de éstas.

Obviamente, las movilizaciones de la Puerta del Sol de Madrid y de otras ciudades castellanas, así como de otros Pueblos del Estado, no se pueden entender sin las luchas previas que se han desarrollado contra las privatizaciones, contra el fascismo, contra la guerra, en los últimos diez años.

Si no se tienen en cuenta esas movilizaciones previas, de mayor o menor amplitud, dependiendo del momento, no se puede comprender el movimiento que ahora se está desarrollando.

Las grandes movilizaciones sociales, así como los procesos revolucionarios, frecuentemente son diferentes de como se habían imaginado, especialmente cuando el ente que los había concebido tiene limitados vínculos con la realidad social o severos condicionantes para procesar los datos obtenidos.

Esta circunstancia no le resta un ápice de legitimidad a esos movimientos sociales o a esos procesos revolucionarios.

En esas circunstancias la conclusión debería de ser la de asumir autocríticamente las propias limitaciones con el afán de corregirlas, pero no, "hay vanguardias que no se equivocan por definición", en todo caso, las que se equivocan son las masas que una vez más se dejan manipular por el reformismo.

Ciertamente es difícil el análisis racional y científico en el ámbito de la teología, aunque esta se autodefina marxista.

Desde luego que las movilizaciones puestas en marcha a partir del 15 M tienen diversas carencias, y en ellas, además favorecido por su carácter ideológico heterogéneo, pueden crecer posiciones favorables a una estrategia de "movimiento, válvula de escape para el Sistema", pero está en manos de los revolucionarios el que ello no ocurra. Para conseguir tal objetivo hay que implicarse a fondo y, desde luego, con el máximo respeto para la autonomía del movimiento en cuestión.

Estamos ante una movilización amplia y real, en la que desde luego se entrecruzan un montón de posicionamientos ideológicos, no podía ser de otra manera en estos momentos. Este movimiento en el caso de Madrid y en general de Castilla, es al fin y al cabo una expresión del grado de madurez ideológico y político del propio proceso de lucha social. Y parece un nivel aceptable como base para seguir adelante, siendo muy conscientes de todas las dificultades que ello implica, pero en la realidad real no hay nada fácil.

Sería bueno recordar aquella reflexión de que "más vale un paso adelante en el movimiento real que una docena de programas".

No podemos saber con seguridad cuál será el futuro de este movimiento, si va a debilitarse después de las elecciones del 22 M, si mantendrá su fortaleza. Lo mejor que podría ocurrir es que estas movilizaciones hicieran sinergia con otros movimientos ya previamente existentes en pueblos, barrios y sectores en lucha, en base al respeto mutuo y a la autonomía de cada uno de ellos. Ese camino podría conducir a acumular la masa crítica suficiente como para de verdad comenzar a crearle auténticas inquietudes al Estado.

En cuanto a la actitud de los medios de comunicación, la experiencia acumulada durante esta década de intensas movilizaciones nos tendría que servir para no hacer análisis demasiado lineales. Ciertamente los medios de comunicación están al servicio de quien están, es decir, del bloque dominante español y del imperialismo. Pero también hemos comprobado a nivel general y local que en determinadas circunstancias y sobre todo ante fenómenos que no preveían, especialmente si éstos son de gran amplitud, y al menos durante un tiempo, tienen actitudes que no son de la beligerancia que habitualmente les caracteriza.

Pudimos comprobarlo en las movilizaciones contra la guerra de Irak o a nivel local, en Valladolid durante una etapa de las movilizaciones sociales contra el narcotráfico en el barrio de Pajarillos. En cualquier caso y desgraciadamente, el trato pasará a ser el habitual, antes o después, particularmente si la lucha se mantienen con fuerza y coherencia.

La actitud correcta sobre esta cuestión no es poner en primer plano las limitaciones del movimiento, sino el cómo hacer los esfuerzos necesarios para que estas tengan solución.

Hay una última cuestión que se debe de abordar, la de la "concepción nacional" que se desprende de declaraciones y documentos del movimiento 15 M. Esa es la mayor dificultad existente, pero sería ingenuo pensar que un movimiento social amplio y que tiene como epicentro Madrid, tuviese un posición de comprensión a fondo del carácter plurinacional del Estado español. Es tarea de los comuneros del siglo XXI, que reivindicamos la transcendencia de la lucha de la gente del común, tal y como hoy ocurre, ayudar a introducir esa reflexión.

Las fuerzas de las izquierdas soberanistas en otros Pueblos del Estado, allí donde el movimiento 15 M tiene presencia, sabrán lo que tienen que hacer para afrontar esta cuestión política de esencial importancia.

 

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