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Pensamiento :: 29/04/2007

La desobediencia de la Parroquia de San Carlos Borromeo

Pepe Lozano
Los planteamientos que los católicos tienen acerca de la vida y la muerte, el aborto, clonación, eutanasia, planificación familiar o política de población no gusta en absoluto a los mandamases del orden internacional y con la Iglesia topan con un enemigo.

El nuevo Papa Benedicto XVI se ha propuesto cerrar filas en la Iglesia ante cualquier intento de penetración de corrientes heterodoxas. Cerrar las puertas al relativismo y fortalecer la pura doctrina católica. El nuevo orden mundial exige una panreligión universal mezcla de culturas y creencias y la Iglesia Católica no está dispuesta a pasar por ese aro. Los planteamientos que los católicos tienen acerca de la vida y la muerte, el aborto, clonación, eutanasia, planificación familiar o política de población no gusta en absoluto a los mandamases del orden internacional y con la Iglesia topan con un enemigo. El capital no tiene Dios, ni fronteras ni banderas y las personas son únicamente números en tanto productores o consumidores, en tanto esclavos o excedente a eliminar. La Iglesia es el único bastión organizado y fuerte que planta cara a una ideología que, bien vestida de izquierdas o de derechas, tiene como objetivo supremo la perpetuación y globalización del Poder.

Hay quien ve en este nuevo proceso de dogmatización de la Iglesia un acierto. Hay otros cristianos de base que están en desacuerdo, enfrentados. La Iglesia nunca habla claro y con la parroquia de San Carlos de Borromeo ha hecho lo mismo. La decisión de cierre de la parroquia está confusamente argumentada en el comunicado del obispado. Se deja la puerta abierta a interpretaciones. La izquierda ha hecho las suyas propias y se ha volcado a apoyar la resistencia de los curas rojos.

Desde que se dio a conocer el cierre de la parroquia vengo dando vueltas al tema y con muchas contradicciones no acabo de situarme, o mejor dicho me posiciono en un lugar diferente al de la gente que me rodea, de ideas de izquierda o libertarias.

Por un lado los de la parroquia me caen bien. Conozco de ella desde hace más de quince años y aunque nunca me he implicado en nada de lo que han hecho, sí he podido seguir parte de su trabajo, en lo tocante a obra social: movimientos sociales, paro, pobreza, droga.

Por otro lado no comulgo con la Iglesia. Ideológicamente la considero un gran mal de la Humanidad, que no el único. Visceralmente me da grima todo lo que huela a incienso. Que Ratzinger quiera depurar sus jerarquías y comience con la Teología de la liberación, yo lo puedo considerar un error y por tanto vería bien que errase, porque cuando una organización avanza sin cuestionamiento a la pureza y el dogmatismo ciego está preparando los nudos de su propia soga. Entiendo, aunque quizá no comparta la directriz a seguir por el Papa. Me debería parecer bien que cerrasen la parroquia de entrevías, solo por la razón antes enunciada, de que la Iglesia se equivoca y tira piedras contra su propio tejado. De hecho han creado un gran malestar entre sus bases, entre los cristianos que no entienden porqué se depura en un sentido y no se expulsa a los Legionarios de Cristo o las parroquias del Opus, entre los católicos que valoran enormemente el trabajo realizado por los sacerdotes de esa comunidad vallecana.

Desde otra perspectiva creo que son los propios curas díscolos los que tendrían que salirse de la Iglesia voluntariamente. Si no están a gusto que deserten. Cuando es ordenado un sacerdote, éste jura obediencia al obispo. Si el obispo les ordena algo que no les gusta lo tienen que acatar y punto. Así son las jerarquías en la Iglesia y el Ejército. Los insumisos se salen del ejército y lo mismo pueden hacer los curas desobedientes.

Las mismas reglas que entiendo para una organización en la que yo pueda estar las aplico a partidos, sindicatos o colectivos adversarios. Las personas que están en una organización dando por saco a la misma creo que deben marcharse y continuar su trabajo donde sea. Ejemplos como el de Rosa Diez del PSOE, me parecen traidores y si no se van por su pie habría que echarles en mi opinión. Me da igual que sea en el Partido Popular, la Iglesia Católica, el PSOE, el PCE o la CNT. Resulta a primera vista un planteamiento muy cuadriculado y autoritario, pero emana únicamente de los conceptos claros de compromiso y fidelidad.

Y si no me gustan los traidores menos me gustan aún los que les acogen. Por ejemplo, en los casos de transfugismo, no puedo evitar sentir simpatía hacia el partido que es traicionado y antipatía hacia el que es destino y nuevo hogar de los tránsfugas. Esa simbiosis en el oportunismo me parece de la peor calaña.

En el caso de la parroquia los traidores serían los curas de la comunidad de Entrevias y los que les acogen sería el movimiento de izquierdas que lo está apoyando al grito de resistencia, como si de un centro social se tratase.

Pese a que mi cercanía ideológica es hacia la izquierda y el movimiento libertario que apoya a esta parroquia no comulgo con comportamientos que no me parecen bien ni en el enemigo ni en el amigo.

El problema de la parroquia de Entrevias se debiera haber solucionado dentro de l partido al que pertenecen, es decir la Iglesia. Ha sido gran error de la Iglesia no haber creado un debate interno que diera la posibilidad de dialogo y encuentros o desencuentros entre las diferentes posiciones. Pero que vaya la izquierda, amplificado el llamamiento por Polanco siempre dispuesto a manipular movimientos sociales, a meterse en cuestiones internas ajenas me parece completamente fuera de lugar y un oportunismo de los que siempre sacan rédito a costa de cargar contra la Iglesia. No dudo de la buena voluntad de los compañeros y compañeras que están ahí apoyando la lucha de la parroquia pero no estoy de acuerdo con meterme en los asuntos internos de ninguna corporación.

Pondré un ejemplo para ilustrar esto que puede parecer una barbaridad. Aplicado al ámbito más abierto y menos dogmático del mundo mundial, nos imaginaremos a una organización anarquista con tradición de lucha milenaria, con sus estatutos claramente definidos. Llegan unos militantes y se ponen a hacer cosas (y no me refiero a la obra social de la parroquia) que se salen de los principios de la propia organización. Por ejemplo, se presentan a enlaces sindicales en las empresas en las que trabajan o en las listas electorales municipales de sus pueblos, cuando en los estatutos de la organización está expresamente prohibido hacer eso por lo que de contrario al ideario libertario puedan tener. Estos militantes se tiran años haciéndolo hasta que desde la organización se les reprende y obliga a abandonar las actividades con las que no está conforme la dirección, aunque en una organización anarquista ya sabemos que no hay dirección. El caso sale a la luz y los militantes rebeldes piden solidaridad con su causa a movimientos ajenos al anarquista y en el otro extremo ideológico, recibiéndola de gente enemiga de la organización, que solo pretende debilitarla por los medios que sean. ¿Estaría de acuerdo la gente que va a apoyar a la parroquia con que los trapos sucios de la casa se lavaran fuera y con enemigos? Más de uno se encontraría con sarpullidos en todo el cuerpo a la hora de afrontar esta situación. ¿Qué hacer? ¿De qué lado se posiciona el sentido común? ¿El compromiso, la fidelidad? ¿A donde llega el dogmatismo y hasta donde el oportunismo?

Yo soy enemigo de la Iglesia, pero la respeto, como hay que respetar al enemigo, a pesar de que ella no lo haga conmigo. Ahí radica la diferencia y ahí creo que está también el tratar de ser consecuente, aunque conlleve contradicciones o decisiones que no nos gusten.

 

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