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Pensamiento :: 15/10/2008

La refinería de la crisis

Jónatham F. Moriche
Esta es la dimensión ecológica del gran chantaje de la crisis: ¿quieren ustedes un empleo, o prefieren morirse de hambre? Pues vayan acostumbrándose a respirar un poco más de CO2 y radioactividad.

En respuesta a don José Luís Arellano:

"¿Cómo se come, que estando en un momento de recesión, de crisis, o de retroceso económico, algunos políticos de los que se llaman "progresistas" pretendan poner zancadillas, a la instalación de una Central de Refino de Petróleos [...] en la zona de los Barros?", se pregunta don José Luís Arellano en su artículo "¿La crisis y la refinería, como se comen?", publicado el pasado viernes 10 de octubre en el periódico digital Extremadura al Día.


Los políticos, los reguladores, los empresarios, deberían aprender definitivamente que integridad y transparencia son las únicas estrategias compatibles con el desarrollo de la sociedad y de la economía. Ya no vale la filosofía de Gordon Gekko, financiero de la película de Oliver Stone Wall Street, sobre la codicia: “Greed is good, greed works” ["la codicia es buena, la codicia funciona"]. No señores, la codicia no es buena ni funciona.

Endrius Eliseo, Capitalismo tóxico y corrupción. Público, 08/10/2008

Que las crisis económicas se han convertido en la mejor coartada para hacer tragar a los ciudadanos con lo intragable ya lo viene advirtiendo, entre otros muchos analistas, la economista canadiense Naomi Klein, en los excelentes libros y artículos en los que está difundiendo su clarificadora teoría del "capitalismo del desastre". Resumiendo mucho y con trazo grueso (para los detalles, les remito a los trabajos de la propia Klein), esta "ideología de la crisis" viene a decir algo así cómo: dado que hay crisis, acepten ustedes, señores ciudadanos y trabajadores, un sueldo inferior por las mismas horas de trabajo. Dado que hay crisis, acepten que aumentemos su jornada laboral hasta las 60 o 65 horas. Dado que hay crisis, acepten que su negociación salarial pueda quedar al margen de los convenios sectoriales vigentes. Dado que hay crisis, acepten que abaratemos su despido si tienen un trabajo fijo, o que prolonguemos el período de prueba en que el empresario puede ponerle de patitas en la calle sin compensación económica alguna, o que demos facilidades para que su empresa le contrate a través de una ETT. Dado que hay crisis, acepten servicios públicos de suministros, educación, sanidad... de menor calidad y cobertura más restringida. Dado que hay crisis, acepten que disparemos entre un 5 y un 10% su factura eléctrica, entre un 15 o un 20% su cesta de consumo alimentario... Dado que hay se avecina el desastre, en resumen, corran ustedes con la cuenta de nuestros excesos, y permitan que demos rienda suelta a nuestra codicia y sigamos forrándonos impunemente a su costa.

O, dado que hay crisis, y este sería el caso concreto que nos ocupa, acepten ustedes en su territorio, a cambio de un puñado de empleos, una refinería altamente contaminante en su funcionamiento habitual, ecológicamente catastrófica si se produce un siniestro de mediana gravedad; que sólo tiene viabilidad económica gracias a unas exorbitantes inyecciones de dinero público; cuya rentabilidad, ya de por sí bastante escasa y cortoplacista, depende de los vaivenes de un mercado tan desordenado e inestable como el del petróleo... A falta de otras alternativas, acepten ustedes un empleo en un sector con una alta siniestralidad para sus trabajadores y cuyas consecuencias en términos de degradación del medio ambiente y la salud pública se cargan sobre las espaldas del conjunto de la población (y muy en especial, de los más vulnerables: niños, ancianos, enfermos crónicos, mujeres embarazadas...). Acepten ustedes un empleo que, más que agregar contratación, la sustituye, porque otros sectores económicos como la producción agrícola o los servicios turísticos se verán inevitablemente damnificados por la actividad refinera. Acepten ustedes la transformación de su paisaje natural en un erial petroleado. Acepten ustedes...

No anda desencaminado el lector, si todo esto que últimamente le cuentan los ideólogos neoliberales le suena a chantaje, porque exactamente de eso es de lo que se trata todo este rollo de la crisis: de un chantaje, en toda regla y a gran escala. Un chantaje con los derechos sociales y laborales, y también con la preservación del medio ambiente (lo que implica, y muy directamente, la preservación misma de la vida humana y de su calidad, en términos de salud, cohesión social, identidad cultural, soberanía económica...), en el punto de mira. Una ofensiva del gran capitalismo, tan globalizado como deshumanizado, que se reitera con pavorosa frecuencia en todo el globo: dado que el petróleo está carísimo, dice George W. Bush en EEUU, permítannos, amables conciudadanos, agujerear Alaska en su busca, aunque mientras lo encontramos o no vayamos a devastar un hábitat natural único e imprescindible para el sostenimiento del equilibrio medioambiental planetario (o de lo que poco que aún queda de él). Dado que el sector de la construcción está en quiebra y la economía de transformación empieza a dar señales del impacto de la crisis, dice la ministra Elena Espinosa, flexibilicemos los criterios para aprobar los estudios de impacto ambiental de las edificaciones y las actividades industriales (y ya de paso ignoremos las 10 leyes aprobadas bajo el mandato de Cristina Narbona)... Dado que la electricidad está carísima, dice el ministro Miguel Sebastián (ahora con el mismísimo Felipe González como telonero de lujo), permítannos conceder renovaciones en su plazo de explotación a las mismas centrales nucleares que han registrado medio centenar de incidentes de seguridad, varios de ellos graves, en lo que va de 2008, o incluso permítannos gastarnos entre 5.000 y 7.000 millones de euros por unidad en construir unas cuantas nuevas, multiplicando el problema todavía sin resolver de sus residuos radioactivos, elevando el número de objetivos para posibles acciones terroristas de devastadoras consecuencias...

Es lo que podríamos denominar la dimensión ecológica de la socialización neoliberal de las pérdidas. La dimensión ecológica del gran chantaje de la crisis: ¿quieren ustedes un empleo, o prefieren morirse de hambre? Pues vayan acostumbrándose a respirar un poco más de CO2 y a absorber un poco más de radioactividad. A fin de mejorar nuestra calidad de vida, ya se sonará al lector el estribillo, los extremeños tenemos derecho a envenenarnos un poco más. Es que ni Orwell, oigan.

Contra todas estas evidencias científicas y económicas, felicita el señor Arellano a CCOO y UGT por su postura a favor de la refinería en tanto iniciativa creadora de empleo, o sea, por plegarse al humeante chantaje del Grupo Gallardo, y recrimina a Izquierda Unida su oposición al proyecto. Se equivoca, y de gravedad, en ambas apreciaciones. La manifestación de ambos sindicatos en Badajoz el día 7 "por un trabajo decente" fue un completo y sonoro fracaso. Y quizás las direcciones de ambos sindicatos deberían empezar a reflexionar acerca de por qué muchos ciudadanos y movimientos sociales y políticos progresistas de Extremadura, convencidos opositores a la jornada laboral de 65 horas y que de buena gana se hubieran manifestado en ese sentido, no se sintieron en absoluto aludidos por su convocatoria. Quizás porque hoy, tanto como por su posición en la dialéctica capital/trabajo, la izquierda se define también, esencial e insoslayablemente, por su respeto al medio natural y a la biodiversidad y por su compromiso en la lucha contra el cambio climático y por una actividad económica ambientalmente sostenible. Quizás porque no resulta creíble que a uno le estén convocando para defender los derechos de los trabajadores con la mano izquierda los mismos señores que con la derecha (o sea, la neoliberal) reparten bendiciones a la devastación del hábitat en el que esos mismos trabajadores viven, del que dependen su salud y su calidad de vida. El sindicalismo progresista, deberían recordar los señores que dirigen CCOO y UGT en Extremadura, no es el que bajo el chantaje de la crisis, y tragándose a boca llena las mentiras de sus responsables, se abraza a cualquier clavo humeante, a cualquier la promesa de empleo a secas, sino el que defiende a toda costa un trabajo genuinamente decente y un bienestar integral de clase trabajadora. Desde el punto de vista neoliberal, hay poca vida más allá de las cifras de crecimiento, de los balances de negocio. Por ese camino, ¡vengan más prostíbulos, más fábricas de armas, más industrias contaminantes! ¡Y qué trabajen los niños, claro! ¿Porque todo eso también es empleo, no?

He aquí las explicaciones a, como pregunta el señor Arellano "cómo se come" la oposición desde la izquierda y en tiempos de crisis a la refinería de Tierra de Barros. No vale cualquier trabajo, no todo trabajo es decente: ninguno puede serlo si se desempeña en un medio ambiente devastado e insalubre. Y la codicia no es la respuesta a la crisis. La crisis económica es una ocasión excelente para enchironar a unos cuantos chorizos de cuello blanco, expropiar algunos bancos y nacionalizar algunas empresas, no para ceder derechos laborales y sociales... ni para llenarse los pulmones de mierda. Las opciones sindicales que, frente a los chantajistas de la crisis, se alineen claramente del lado de los trabajadores, en lo medioambiental tanto como en lo económico, gozarán de su estima y tendrán un lugar en el escenario político y social. Al resto, se las tragará la marea junto al buque neoliberal, depredador y contaminante de los codiciosos en el que han consentido embarcarse. Y respecto a Izquierda Unida, a la que el señor Arellano apela directamente, si alguna cosa pudiera recriminársele en esta cuestión de la refinería, es que no esté exigiendo con mayor contundencia explicaciones a los sindicatos -y muy en especial, a esas Comisiones Obreras que muchos militantes de Izquierda Unida fundaron, con enormes sacrificios y esfuerzos, todavía en plena dictadura franquista- por esta insoportable inconsistencia que media entre su discurso y sus prácticas. Una inconsistencia que les resta tanta credibilidad y tanta legitimidad ante los trabajadores y la sociedad civil extremeña como pudo constatarse viendo esos autobuses escasos y medio vacíos que en la tarde del día 7 recorrieron Extremadura, de camino hacia la anémica y tristísima manifestación de Badajoz.

Añade, por cierto, el señor Arellano: "los que están en contra de la Refinería, lo único que persiguen, es mantener su "status social", pagando salarios de miseria y viviendo como Dios, que es lo que han hecho desde siempre". Esto ya no tiene nada que ver con la discusión racional, sino con la llana mentira y con el llano insulto, dos especias que se hacen imprescindibles para dar un poco de sabor a los platos sin sustancia de las argumentaciones falaces. Y que, en este caso, resultan tan ridículas, tan descabelladas y tan impropias, que no descalifican, intelectual, ética y políticamente, sino a quien las enuncia, y que no merecen siquiera el tiempo ni el esfuerzo de ser contestadas.

Jónatham F. Moriche, Vegas Altas del Guadiana, Extremadura Sur, octubre de 2008.

www.jfmoriche.blogspot.com

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