Las supersticiones del Vaticano y de la OMS

Pero lo que realmente escandaliza no es la afirmación en sí, sino el hecho de que alguien se atreva a cuestionar lo que la Ciencia ha establecido como incuestionable.

Al día siguiente, un portavoz de la OMS –vale decir: un portavoz del orden constituido- replica con otra afirmación igualmente atrevida, disparatada y dogmática: “Cualquier persona que mantenga que el preservativo no protege contra el SIDA no dice la verdad”.

Basta echar un vistazo a los envoltorios y prospectos de los preservativos de cualquier marca para comprobar que los propios fabricantes se atreven a contradecir a la Organización Mundial de la Salud. Es de suponer que ello se debe a que prefieren convertirse en “mentirosos” a arriesgarse a una hipotética querella.

¿Significa esto que el Cardenal Trujillo tiene razón? En modo alguno: ambos hablan desde la superstición de sus respectivos códigos de verdad y se dirigen a sus respectivos fieles. Ambos se agarran al clavo ardiendo de sus convicciones dogmáticas para continuar imponiendo sus correspondientes discursos de poder.

Y ambos mienten, claro.

Ni el preservativo “deja pasar el VIH” por la sencilla razón de que no existe algo llamado “VIH”, ni el preservativo “protege contra el SIDA” por la sencilla razón de que los problemas de salud a los que se ha asignado esa etiqueta no tienen un origen infecto-contagioso.

El interés fundamental –a mi juicio- de la polémica radica en que permite analizar la persistencia del enfrentamiento entre dos paradigmas de Poder y analizar sus recursos, sus estrategias, sus evoluciones históricas, sus interacciones y las consecuencias para la humanidad.

A los rebeldes no nos sirven ni los dogmas del Vaticano ni los de la OMS, nos sirve el discurso crítico que se cuela por las rendijas de Matrix.

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