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Pensamiento :: 15/10/2006

Las ciudades imbebibles

Gorka Andraka
La fe mueve montañas y por el dinero desaparecen. Todos los días. Este martes, por ejemplo, la UE ratificaba en Bruselas su apoyo a la construcción de la 'Y' ferroviaria vasca, una obra "fundamental para la modernización de la red de transporte europeo". En Donostia, el Consejo de Diputados aprobaba sacar a licitación la construcción de la variante de Andoain

Ese mismo día, en Mondragón, una 'lluvia' de piedras, algunas de varios kilos, sorprendía a los vecinos del barrio de Musakola. Tres personas resultaron heridas leves al ser alcanzadas por los cascotes de una voladura 'controlada' en las obras de la autopista AP-1 (Eibar-Vitoria). Las piedras dañaron también vehículos, viviendas y una oficina situadas a 500 metros del lugar de la detonación. Debajo del asfalto está la tierra. Y habla.

No es casualidad. Y no es la primera vez. La AP-1 ya ha recibido varias 'llamadas' de auxilio. En enero de 2003, mientras construían el viaducto de Larreategi, tres grandes piezas de hormigón se desplomaron desde más de 70 metros de altura. Ese mismo año, en verano, el túnel de Ikastaundi, de 1.200 metros de longitud, se vino abajo. La tierra está harta. No aguanta más. Y vomita.

El Observatorio de Sostenibilidad, organismo vinculado al Ministerio de Medio Ambiente, ha analizado la salud del modelo económico, ambiental, y social español a partir de 88 indicadores. Entre 42.000 y 63.000 hectáreas de superficie natural se convierten cada año en artificiales. Algo así como cubrir con cemento 50.000 campos de fútbol al año. El motivo principal, la "urbanización incontrolada".

Este martes también se presentaba ante la alta sociedad la última, y más reluciente, 'urbe'. "Cuando la veo desde fuera, me imagino una melena llevada por el viento en todas las direcciones, una expresión del movimiento", explicaba satisfecho Frank Gehry, diseñador de La Ciudad del Vino. Pura fachada. Ciudad escaparate. Ciudad privada. Invivible. Imbebible.

Hace unos años, el escritor Italo Calvino publicó "un último poema de amor a las ciudades, cuando cada vez es más difícil vivirlas como ciudades". En su maravilloso libro, "Las ciudades invisibles", coleccionaba "imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices". Ahí están Diomira, Isidora, Dorotea, Zaira

"Después de andar siete días a través de boscajes, el que va a Baucis no consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas. Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje".

"Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia".

Baucis, la ciudad sostenida, y sostenible, no aparece, de momento, en los mapas. La tierra espera. Sueña. Sufre. Tiembla. El tiempo se acaba.

 

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