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Pensamiento :: 30/04/2007

Lectura de Marx

Carlos X. Blanco
¿En qué consiste el sistema del marxismo? Frente a los actuales usurpadores del término "materialismo filosófico", fraude practicado desde coordenadas derechistas y reaccionarias, se explica el sentido revolucionario del marxismo.

Karl Marx, en su inmensa obra El Capital hace, en efecto, una "Crítica de la Economía Política". Esta ciencia, que en su fase clásica, desde fines del s. XVIII hasta el primer tercio del XIX, había alcanzado altas cotas de racionalidad, clamó al cielo no obstante por su fría y cínica parcialidad, por tratarse de una racionalidad exclusiva de una clase, la burguesía. Después de Smith y Ricardo, decayó ipso facto en la economía vulgar. Segundones y mistificadores lograron hacer pasar por ciencia el lado más ramplón de esta ciencia social. Ciencia de clase, y aun elevada a su mayor grado de coherencia y potencia explicativa, la economía siempre había sido ciencia ideológica de una clase social ascendente, primero, y dominante, finalmente. Nos gusta este título para el proyecto de El Capital: crítica de la Economía Política. Las innumerables notas a pie de página, y las abundantes citas de economistas del XVIII y XIX, que Marx desvela como llenas de tergiversación y oscurantismo, todo ello mezclado entre un puñado de análisis racionales logrados por los clásicos, fue una destrucción intelectual muy meritoria de Marx. Investigación destructiva que situó a Marx mismo entre esos clásicos mismos de la Economía Política. Marx se inscribe como filósofo de la economía política en el sentido más elevado que le cabe a la filosofía práctica: crítica y destrucción de las formaciones ideológicas precedentes, enderezando las torcidas visiones parciales substituyéndolas -por la vía de su superación- por una ideología más totalizadora, como corresponde a la ideología y ciencia del proletariado: ella ya contiene y abarca los logros (o teoremas) que la ciencia burguesa hubiera alcanzado, destruyendo los supuestos metafísicos y los modelos gratuitos.

A fecha de hoy, una crítica efectiva de la Economía Política sólo puede hacerse a este doble nivel, y presupone una labor de equipo:

1) Una crítica filosófica. La filosofía como "saber de segundo grado" se reserva para sí el análisis o crítica de las distintas disciplinas que son, o se arrogan la condición de científicas. Determinar si lo son, o por el contrario sólo se arrogan como ciencias presupone un doble trabajo.
1.1. Epistemológico. Mediante el estudio frecuentado de sus autores clásicos, el diálogo hermeneútico con ellos y sus sucesores, más o menos legítimos (también habrá que determinar eso de la legitimidad), el análisis de los métodos, alcances, operaciones, conceptos, etc. de sus campos más representativos. La Economía como ciencia social se ve necesitada de ser sometida a un análisis crítico-panorámico en todo lo referente a su condición de "ciencia" (cuántos teoremas contiene y con qué grado de potencia se han de admitir los tales). La Economía deberá ser situada "polémicamente" en la familia de las ciencias sociales, y determinar en qué se convierten éstas, una vez incluida en el grupo, y al servicio de quién o qué agentes (clases sociales, el Capital, etc.) se cultiva a partir de un determinado momento de la historia. Con el auge de la burguesía, surge la Economía Política al servicio de la burguesía, "cegando" la existencia misma de una economía política proletaria, por cuanto que ésta se reduce a una gestión de toda la sociedad al servicio de sí misma.
1.2. Una labor ontológica. Alcanzar dialécticamente la idea de Producción, como nudo o concatenación de problemas que trascendentalmente recorren los más variados campos científicos, de entre los cuales focalizamos su repercusión en una disciplina particular. ¿En qué medida la Economía es hoy, todavía, una ciencia versada en la Producción? La crítica de la Economía Política, es una ciencia ideológica (o filosofía) que, al re-situar las categorías de esta disciplina, incluyendo aquí su degeneración en pura economía vulgar y superficial (mercadotecnia, marginalismo, microeconomía, etc.), la hace reventar por los aires. Esos lenguajes formalizados, y esos microconceptos, se revelarán como encubrimientos del proceso real de producción en el intercambio que el hombre realiza con la naturaleza en este preciso régimen capitalista, caracterizado por la explotación laboral. La nueva esclavitud del trabajo asalariado guarda en su concha, como una perla ontológica, la verdadera esencia del sistema vigente de producción que, en el límite, sin mediar una revolución internacional, supondrá la destrucción del género humano y de su planeta.
1.3. Una economía trascendental. La tarea, no metafísica, sino dialéctica, de reconstruir una Idea de Producción bajo la que se puedan subsumir de forma potente otras ideas (Hombre, Materia, Objeto) que aisladamente corrieran el peligro de convertirse en nociones hipostáticas, reductoras o metafísicas, pasa de forma inexcusable por levantar el edificio de una "economía trascendental", que dialécticamente integre, compare y destruya las generalizaciones propias de cada modo de producción, proyectando uno de ellos como género para absorber a los demás. Así como no se puede encontrar capitalismo en sentido puro y estricto en los esclavistas clásicos, ni tampoco en los señores feudales, cuando hablamos de economía grecorromana y feudal, no lo hacemos en el mismo sentido categorial en que apuntamos a la economía capitalista en nuestros discursos. Los modos de producción son radicalmente específicos de las relaciones sociales mudables en la historia. Son "historicistas" y únicos. Pero, trascendentalmente, los grupos humanos necesitan producir de acuerdo con las posibilidades que su época canaliza para ello. Una filosofía de segundo grado que recoja las más variadas aportaciones categoriales, desde los hallazgos sobre las sociedades neolíticas hasta los estudios históricos, ecológicos, sociales y económicos de la historia y del presente. Con esta recogida y síntesis, la filosofía hace su labor de ciencia ideológica: esto es, se puede poner al servicio de la ideología más panorámica y comprensiva, y por ende, más capaz de destruir las alternativas ideológicas parciales y reductoras, esto es, metafísicas. Los materiales empírico-categoriales de las ciencias sociales e históricas carecen por sí mismos de esta visión destructiva, que es la de la filosofía, pero visión ideológicamente eficaz en manos de las clases llamadas a resistir el imperio del Capital: desde las minorías campesinas aún comprometidas con la "economía" en sentido trascendental del Neolítico, hasta los últimos tipos de obreros altamente cualificados en tecnologías punteras, pero específicamente alienados y explotados por el Capital. Ambos extremos de la cadena de resistencia habrán de juntarse y es preciso que se comprendan, en el más elevado sentido de la palabra. Sus mundos, desde la selva tercermundista hasta la gran urbe de rascacielos inteligentes, podrán ser radicalmente contrastables, opuestos, pero un mismo enemigo les podrá unir. Y al enemigo hay que saber percibirlo. No estar ciegos es condición para saber luchar, y sólo un saber de pretensiones universales, que acierte en aglutinar materiales de experiencia aparentemente inconexos puede restaurar una visión igualmente universal sobre el hombre y los trascendentales que, siempre de forma practica, le pre-ocupan como hombre: producir y producirse. En una tarea tal nuestros antepasados de las cavernas ya estaban embarcados, pero la evolución animal de nuestra especie en este proceso ha llegado a implicar de manera universal términos de todas las categorías realmente existentes, y llegar al límite de lo imaginable en cuanto a extensión e implicación recíproca.

La idea de producción aglutina desde la prehistoria el conjunto de prácticas que las comunidades humanas han realizado con el fin de perseverar como tales en un medio ambiente, teniendo en cuenta que ya desde hace miles de años ese medio ambiente es resultado de transformaciones de origen humano. Especialmente, al arribar al nivel cultural característico del neolítico, el grado de control operatorio conseguido por ciertas comunidades humanas populosas permite hablar de una efectiva "humanización" del paisaje y del mundo entorno, que pasa entonces a convertirse en medio degradado, pero también en instrumento absoluto de las necesidades del hombre. No hay motivos para suponer cortes drásticos entre la animalidad y la humanización del medio, si tomamos en serio la idea de que también las especies animales no humanas son constructoras de sus propios nichos (Odling-Smee). El hombre prehistórico desarrolla estrategias y habilidades ya presentes en otros vertebrados superiores, tendentes a la activa transformación del medio natural, y su instrumentalización subjetiva. El Homo sapiens es sabio por ser Homo faber, como ya Marx y Engels enfatizaron, y esta capacidad hacedora es evolutivamente un rasgo del amplio espectro de especies activas que no se limitan a adaptarse a condiciones pre-dadas de una vez para siempre. La construcción de refugios, la modificación de la flora y faunas circundantes, la participación modificadora y la torsión de fuerzas y ciclos naturales ha sido una tónica constante y de grado creciente en nuestra especie. En este sentido, la "economía" en su acepción trascendental (no categorial), recogerá genéticamente todas aquellas actividades productivas por medio de las cuales una especie animal determinada construye su propio plexo de funciones que garantizan la preservación del grupo o comunidad, y con ellos a sus individuos. Ese conjunto de practicas y actividades permiten reproducir unas estructuras sociales mínimas tales que los individuos tengan garantizado el aporte energético y dentro de éste, el insumo alimentario indispensable -en términos de salud, robustez, etc- para que las crías lleguen de forma sobrada a la edad reproductora, y con los solapamientos de seguridad necesarios, que un nuevo ciclo reproductivo sea asegurado. Por otra parte, en la misma reproducción de la comunidad y de los individuos, va incluida la cuenta de todos los esfuerzos grupales necesario para que este grupo o comunidad se imponga a las hostilidades externas del medio así como a las disensiones y violencias intestinas. En tal sentido, decimos con K. Polanyi que esta economía "trascendental" está como "encastrada" en la propia vida global del grupo. Este grupo autosuficiente reproduce un sistema de símbolos, creencias, ritos, y sistemas de relación social y sexual que constituyen trámites e ingredientes necesarios para la producción y reproducción social. La economía en un sentido trascendental es, pues, una idea totalizante, que una vez fijada su referencia histórica o etnológica a formaciones sociales pre-capitalistas, o prehistóricas, resulta indisociable de la totalidad social misma en cuanto que éste exige ser contemplada dinámicamente: como una estructura operatoria que se tiene que producir a sí misma a cargo de los mismos individuos corpóreos que la conforman.

Vistas así las cosas, la idea de Producción es siempre una totalidad, como la misma idea de una Totalidad social, que pretende ser su contrafigura. Las dos caras de la idea se absorben y se niegan recíprocamente, pero no de forma atemporal ni suprahistórica, como los absolutos hegelianos, si de forma fijada referencialmente a sociedades concretas y tramos de la historia, a la manera marxista. La idea de Producción es universal e inagotable mírese por donde se mire al hombre viviendo en sociedad y obrando sobre su medio, natural y humano. La producción es todo lo hacedero del hombre, por medio de su trabajo (y de otros sistemas de operaciones que el idealismo no ha querido mezclar con el trabajo, como la ciencia o el arte), es decir, la versión y la torsión de todo aquello que objetivo y extrañado, la sociedad exige convertirlo en subjetivo y apropiado, desde la fuerza de los mares, ríos y sol, hasta la voluntad de otros hombres y la energía de animales, plantas, y, en fin, de todo cuanto entra dentro del radio de control operatorio y transformador del grupo. La idea de Producción viene a ser el funcionamiento simbiótico o parasitario, según los hechos o el predominio de una u otra clase asociación, que la totalidad social contemplada puede ejercer sobre otros sistemas que, aun antes de resultar intervenidos, al menos ya caían en su medio subjetivo percibido. El llamado "grado de desarrollo" de las fuerzas productivas expresa una función compleja que aglutina no sólo el potencial destructivo u movilizador de máquinas mecánicas, químicas, etc. Además de la tecnología, este vector de intervención del hombre sobre su medio comprende también la disposición de contingentes humanos populosos y facultados intelectivamente para poder organizar, dividir, cooperar y hacer otras planificaciones necesarias del trabajo social. La misma sociedad esforzada en el aumento de su control operatorio es una máquina social de trabajo, entre cuyas piezas está el arsenal de ingenios, pero también los talentos cognitivos para ponerlos en marcha de manera unificada y eficaz. Las "relaciones sociales de producción", forman la otra fuerza en juego para dar la verdadera medida de alcance que una sociedad posee en el orden productivo. Marx decía que estas relaciones, ora traban ora cursan a favor del desarrollo y liberación de las fuerzas productivas. Y esto equivale a decir que la propia dinámica interna de la Totalidad Social, contrafigura de la producción, es la que contiene el modo y las formas en que las relaciones sociales se articulan para la producción siempre en relación dialéctica con otros grupos o clases antagónicos y diferenciados: los guerreros, encargados de la destrucción, sacerdotes o nobles, etc. la Totalidad social es siempre una guerra y un paseo en la cuerda floja: de un hilo pende la vida misma de la integridad del todo rehaciéndose cada día y en cada ciclo de producción.

2. Una crítica interna del propio especialista en economía y demás ciencias sociales que, en el medio del fragor ideológico que asiste a toda disciplina científica, se ve obligado a tomar posiciones a favor de las teorías y metodologías que "técnicamente" más réditos pueden arrojar a las causas revolucionarias, en primer lugar, y después, de forma mediata, a las causas de la resistencia obrera y popular dentro de una determinada comarca, país, continente o en todo el planeta. La medida de "verosimilitud’ de una economía crítica no radica tanto en su erudición o en su fondo filosófico (rayano en la estrategia señalada en el punto nº 1, e imprescindible según la preparación y aliento del especialista), cuanto en su eficacia neutralizadora (lucha por la hegemonía ideológica, Gramsci) en los procesos de investigación social y de formación de futuros economistas críticos. Se trata de recuperar una hegemonía obrera también en el terreno de esta ciencia, que en muchos países no ha cesado de retroceder ante la economía vulgar y las recetillas académicas burguesas. La economía crítica no tiene por qué aspirar a ser más "científica" que la burguesa. Entiéndase bien que su misión es enseñar y cultivar una economía más ideológica, y su tendencia natural está en entrar en contacto con el historiador y el epistemólogo, llenando de aire fresco la estancia enrarecida de una facultad de C.C. Económicas, tan llena de baratijas y ofuscaciones que el Capital ha impuesto a sus apologistas.

Hoy, la Economía de la burguesía guardiana del oligopolio y del imperialismo cada vez es menos "Política". Frente a eso, la economía (crítica) Política del marxismo es parte de la "Política", a saber: parte del objetivo de buscar por doquier la lucha abierta de clases, entre cuyos frentes se sitúa la lucha ideológica y muy singularmente la crítica de las llamadas "ciencias sociales" burguesas. Esta labor define y ennoblece a la filosofía. Esta, entra en escena de nuevo entrando de lleno en los paisajes recorridos por la idea de Producción, idea que la Economía postclásica había devastado por completo en el siglo y medio que nos separa de Marx. La clase proletaria no tiene a su lado un instrumento teórico-analítico "alternativo" a la economía postclásica triunfante después de la muerte de Marx y de la traición de la II Internacional. Nada de una "economía marxista" a evaluar (por refutación popperiana, por contraste epistémológico) comparativamente con el marginalismo, keynesianismo, monetarismo, o cualquier otro "ismo" inventado por la burguesía). La misma idea -inagotable- de Producción debe ser máximamente recogida (por vías dialécticas y no analíticas) por las críticas marxistas superadoras de la burguesía, ya que el propio Trabajo, en su reflexión teórica militante, posee mayor capacidad absorbente o dialéctica, frente al Capital, cuya vista es cada vez más ciega, y su cerebro colectivo cada vez más automatizado. La reflexión racional y consciente sólo está siendo posible del lado del Trabajo, cuyos reductos no manipulados alcanzan el máximo grado de consciencia en proporción a su condición oprimida. Por su lado, la burguesía profesoral cada vez se aliena más respecto de los reales mecanismos de acumulación capitalista a nivel mundial. Su papel de lacayos, apologistas y propagandistas, sin dejar de ser eficaz como sistema de dominación en lo ideológico, es el único que les queda.

(Versión de una nota publicada en Nómadas. Revista de ciencias sociales y jurídicas, Universidad Complutense de Madrid).

 

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