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Pensamiento :: 20/04/2006

Los automóviles

Mila de Frutos y Alberto Arana
El automóvil constituye el más genuino símbolo del capitalismo moderno y del "bienestar democrático". Es el artilugio que más eficazmente ha colonizado el pensamiento moderno y contribuido al espejismo de la felicidad del consumo.

Máximo símbolo de "progreso y libertad individual", resulta exportable en clave de ideología neutral a sociedades de cualquier idiosincrasia o sistema político; buena parte de la izquierda consideraría equitativa y justa la llegada del automóvil a todo el hemisferio pobre, junto con la televisión y el derecho a una vida digna para todas las personas.

Pero la bondad del coche es cuestionable desde muy diversos ángulos; comencemos por los más obvios: cada año se producen en Estados Unidos, el país del coche por excelencia, más muertes por accidentes automovilísticos, que las que tuvieron durante toda la guerra de Vietnam (47.752), cifra esta última que no pudo integrar la opinión pública de ese país. En el mundo son 800.000 las víctimas mortales que los vehículos causan cada año, aunque el impacto de estos datos es camuflado por la ideología oficial, mostrándolos en términos de imprudencia, fatalidad, alcohol y precio del progreso. Además está, el daño a la salud que trae la emisión de plomo, monóxido de carbono y ozono.

Otro aspecto a señalar sería el aspecto que adquieren las ciudades llenas de automóviles (en Barcelona, por ejemplo, estacionados en ambos lados de la calle, los coches sobrepasarían la ciudad en 1700 kilómetros). Se podría hablar también de las más de 1500 horas al año que cada propietario dedicará al automóvil, sentado en él o trabajando para él. Y por último, las transformaciones individualistas que los usuarios experimentarán en sus relaciones sociales.

Y sin embargo estos datos, sin ser menospreciables, no determinan el verdadero eje del problema, a saber, el despilfarro de energía no renovable. El verdadero problema es que el continuo movimiento de un parque automovilístico que va en aumento, conduce hacia un colapso, por escasez del flujo de energía. Ante este panorama de colapso, el eje capitalista Washington-Bruselas-Tokio, no sólo no varía el rumbo sino que manteniéndolo, además acentúa la velocidad, respondiendo a la saturación de mercados con la búsqueda de otros nuevos. La publicidad y las campañas de lanzamiento siguen convenciendo a millones de personas de la necesidad de poseer el polifacético "turismo" que hace realizables los sueños eróticos, ahorra mucho tiempo que sirve para trabajar más horas y poder pagarlo, mejora el estatus social sin necesidad de mejorar la calidad personal, permite hacer escapadas de fines de semana para combatir el estrés de las muchas horas de trabajo necesarias para conseguir el objeto de la felicidad, pero parando eso sí, a tomar café donde libremente elija el usuario. En cuanto a la anticuada producción en masa, va siendo sustituida por la producción diversificada, con lo que conseguirán también los nuevos compradores elegir el modelo diseñado para su singular personalidad.

Los automóviles, aunque a primera vista parezca otra cosa, no ahorran tiempo, no amplían nuestro horizonte vital, no aportan bienestar ni proporcionan mayor libertad. Además provocan miles de muertos y heridos cada día, deterioran gravemente el medio ambiente, transforman las ciudades en lugares incómodos, ruidosos, faltos de espacio y despersonalizados. Y el consumo de energía que requiere su fabricación y uso es insostenible.

Fahrenheit 451

 

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