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Asturies :: 15/11/2005

Los culpables de la postración asturiana

Carlos Javier Blanco
¿Cuándo inició Asturias su postración? Responder a esta pregunta no es fácil porque la historia de nuestro país casi siempre ha sido la historia de su postración, pero al mismo tiempo la historia de su resistencia, de su negativa a desaparecer

Creo que en la historia asturiana hay materiales suficientes para darle el calificativo de historia de una voluntad de resistencia, de no querer dejar de ser. Esto me parece incontestable desde la propia génesis de nuestro pueblo en tiempos pre-políticos. Romanos, godos, islámicos o castellanos no contaron con la suficiente fuerza como para anular la identidad asturiana o lograr su asimilación a otras culturas. ¿Qué diferencia nuestra época de otras del pasado, incluso del pasado más reciente? El factor que ha variado no es tanto la presión por asimilarnos, la voluntad de integrar Asturias como parte homogénea en una unidad más amplia, ya fuera castellana española, ya se trate del Mercado Mundial Globalizado. Este factor, haciendo abstracción de sus formas de actuar, sigue ejerciendo su presión, pero hay otro más relevante.

El otro par, la antítesis dialéctica, que es la voluntad de resistencia, es el que atraviesa una profunda crisis. Crisis paradójica, como suelen ser las crisis asturianas, tan descompasadas con respecto a las de otros pueblos. En un momento en que otros pueblos ibéricos y europeos se revisan sus historias más cercanas y definen su identidad nacional frente a las de entidades que les alienan, el pueblo asturiano ahoga (permite ahogar) su voz por causa de unos políticos ineptos o claramente traidores. Tras siglos de resistencia, incluyendo la resistencia pasiva y pacífica, conservando la lengua y las tradiciones propias, con una frescura de la que no pueden presumir otros vecinos nuestros, la sociedad asturiana está a punto de claudicar sino se da un revulsivo urgente.

¿A qué se debe tal claudicación? Repito que la presión externa se ha mantenido invariable, cambiando sus formas. Ella ha estado ahí, desde hace siglos. Somos nosotros, como voluntad colectiva de seguir siendo, los que estamos cambiando.

Sin lugar a dudas, una de nuestras señas de identidad, la más reciente y por lo tanto relevante desde la historia, es la que ha recibido un duro golpe: la conciencia obrera solidaria, lo que un marxista ha de llamar "conciencia de clase". Gran parte del sentir popular asturiano desde fines del XIX se ha identificado con la conciencia obrera, al ser Asturias una de las primeras zonas en industrializarse profundamente, poniéndose, por ello, a la vanguardia de la reivindicación de clase, con todas las consecuencias políticas que ello supuso en el contexto de un estado español que, en principio, salvando otras áreas excepcionales (Vizcaya, Cataluña...) permanecía atrasado, rural, apergaminado en unos clichés del siglo de Oro que se correspondían a un Viejo Régimen y un tercermundismo verdaderamente anómalos en la Europa industrial.

Tras todo un siglo XX de huelgas, revoluciones, guerras y luchas obreras incesantes, la desmantelación de la Asturias industrial ha tomado todo su valor simbólico para toda esa España atrasada, rural y esencialmente anacrónica. Una España que se perdió las amarguras y las dulzuras propias de la industrialización, del auge capitalista, y que, a cambio, ha accedido directamente a una economía terciaria o de servicios, con el desfase ideológico que ello supone, esto es, beneficiarse de una economía postindustrial sin haber contribuido con los dolores del parto a ese "post". Los hijos de esa España tradicional pueden así, mantener sus clichés del "Antiguo Régimen", extendido en las mentes hasta llegar al franquismo sociológico de hoy. Ese franquismo y ese nacionalismo español que ahora clama venganza.

El obrero revolucionario, el minero dinamitero, el asturiano irredento ha fracasado definitivamente, se dice. Todas sus luchas han perdido significado, pues, según un tópico muy corriente, el capital siempre triunfa. "Aquellos" que se las daban de marxista revolucionarios o de comunistas libertarios, o, en general, de anti-capitalistas, ahora se han vendido por una jubilación dorada, un retiro de lujo insolidario con respecto a nuevas generaciones de empleados, de millares de auto-empleados y autónomos, de pequeños y medianos empresarios, etc. ¿No habéis escuchado estos comentarios? Cruzad el Pajares, id al sur del Huerna y veréis. Los hay que dicen: Mirad Asturias, un verdadero asilo subvencionado. El sindicalismo oficial y tradicional, CCOO y UGT, centralizado en Madrid, como un brazo estatal más, ha colaborado con los ministros neoliberales del PSOE para destrozar (casi) definitivamente a la clase obrera asturiana, y con ello, a una parte esencial de nuestra identidad.

No creo que tales tópicos actuales sean un reflejo del odio de unos pueblos contra otros. Ese odio, salvo en minorías ultraderechistas, no existe entre los pueblos ibéricos. Se trata de una cierta ideología conservadora, cuando no claramente reaccionaria, que cala bien entre simpatizantes del PSOE y del PP en aquellas regiones castellanas, o fuertemente castellanizadas, cuya historia industrial y política reciente es muy diferente a la asturiana. Tan diferente, que no la tienen.

Quienes se benefician del capitalismo sin haberlo "parido", bien en su calidad de terratenientes, bien por sus buenas relaciones con los gobiernos locales o centrales no han sabido de los problemas obreros salvo de oídas, anclados en una mentalidad pre-industrial que, curiosamente, se pretende disfrazar de post-industrial, no está en condiciones de dar lecciones de historia a Asturias. La España de los señores Bono, Ibarra, Barreda, etc. , no es nuestra patria. Otros con sus mismas siglas nos aplastaron. Todos ellos, socialistas, son los mismos. Pero es que además la historia de sus territorios no es la nuestra. No debemos hacerles el menor caso. Estos señores que hablan de su "España" no saben que Asturias no es España.

El Fielatu. Envís de Clas

 

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