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Iñaki Gil de San Vicente :: 29/09/2007

Los gobiernos pasan, el ejército permanece (En recuerdo de los asesinados el 27 de septiembre)

Iñaki Gil de San Vicente - La Haine
Recientemente han sucedido varios acontecimientos que guardan una relación muy estrecha con los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975. De hecho, durante los 32 últimos años se ha mantenido un hilo conector que recorre la evolución del poder español en sus intereses de explotación de clase y opresión nacional.

En síntesis, el fusilamiento de cinco revolucionarios pertenecientes a dos organizaciones políticas armadas, el FRAP y ETA, buscaba cortar de cuajo unas luchas en ascenso que podían acabar con la dictadura franquista a corto plazo y acelerar procesos revolucionarios en ciernes, ayudar a darles forma, a madurar y a fortalecerse. Hoy asistimos a un doble movimiento: destruir la memoria de todos los luchadores desde 1936 y rehabilitar a sus asesinos. Los últimos acontecimientos van precisamente en esa dirección. El impulso tenaz y planificado del PSOE para fortalecer el nacionalismo español es uno de ellos. Otro, de especial trascendencia, es el sabotaje del proceso negociador por el gobierno con el apoyo del PNV. Tenemos, también, el veto gubernativo a toda investigación científica y objetiva de las víctimas del terrorismo estatal desde 1936 hasta ahora, mientras que el PP recupera la memoria de criminales falangistas y del nacional catolicismo, apoyado por la Iglesia. Vamos a centrarnos sólo en tres ejemplos más.

El primero es la estrategia española en Nafarroa. A grandes rasgos, el reino de España siempre ha cuidado con especial inquietud las fronteras militares del sur -Ceuta y Melilla- y del norte, Euskal Herria y el Principat Català. Un punto crítico es Nafarroa, la última en ser ocupada a través de una invasión, que nunca ha dejado de luchar por la recuperación de su independencia y reunificación. El PSOE no ha dudado en asumir un enorme costo político con tal de garantizar la presencia estatal en Nafarroa. Naturalmente, esto ha reforzado el poder de la derecha más reaccionaria y fascista que sólo está esperando a que se realicen las elecciones generales de 2008 para endurecer aún más sus medidas anti vascas.

El segundo ejemplo es el revuelo de gallinero que ha agitado pero no revuelto al PNV, pues el mando sigue estando donde estaba. El nacionalismo español está tranquilo a pesar de que alguno de sus voceros haya advertido sobre la hipotética “consulta” de la que habla Ibarretxe. La fidelidad del PNV se reforzará con una nueva sumisión disfrazada con promesas de mejoras estatutarias. Ambos ejemplos, Nafarroa y Vascongadas, nos remiten también a la explotación de clase ya que UPN y PNV son reaccionarios y neoliberales en la llamada “cuestión social”. De este modo, tras las próximas elecciones estatales y una vez realizada la ceremonia de acatamiento servil del PNV al Estado, la dominación española y burguesa pretenderá desplegarse con más impunidad si cabe.

Analicemos con más detalle el tercer ejemplo. El colectivo Gasteizkoak ha publicado los resultados de su estudio anual sobre los gastos militares en la CAV, sobre la parte del total del expolio económico realizado al pueblo trabajador dedicado a fuerzas destructivas. Un gasto improductivo que se incrementa año a año, que no produce valor, sino mercancías destructivas, incluyendo en el concepto de mercancía a las personas que hacen funcionar las fuerzas armadas. Si bien es cierto que la industria militar produce un beneficio económico a una fracción burguesa, a medio y largo plazo es un gasto que mina y debilita al conjunto de la economía. Sus beneficios son otros, son políticos, represivos, beneficios derivados del monopolio de la violencia material y simbólica. Ahí está el secreto último y definitivo. En la medida en que el poder se siente más inseguro aumenta sus gastos económicamente improductivos pero rentables política y represivamente, en busca de una seguridad que le permita endurecer la explotación de clase interna y el imperialismo externo para incrementar sus beneficios. De este modo, la espiral beneficio-violencia se acelera y retroalimenta a costa de un deterioro de las condiciones de vida de las clases y de los pueblos.

El capitalismo ha disfrutado de varios años de ganancias tremendas mientras que, por el contrario, aumentan las diferencias de clase y el empobrecimiento relativo y absoluto, y, a la vez, se dedican más y más fondos a las fuerzas armadas. El sistema sabe que se están acabando los años de vacas gordas, que pueden aumentar las protestas sociales y que necesita exprimir aún más a los pueblos. El gobiernillo vascongado también lo sabe y como quiere ayudar al Estado en la represión de la izquierda abertzale, gustosamente incrementa los gastos destructivos a costa de los derechos democráticos y de la calidad de vida.

Cualquier máquina represiva necesita engranajes adaptados a su función. En el capitalismo la fuerza de trabajo, el ser humano, es una mercancía con un valor de uso, alienada para malvivir sumisamente como propiedad del burgués. En sus fuerzas represivas este contenido se refuerza por la función que cumplen: matar en defensa de la opresión, lo que exige anular todo sentimiento humano y conciencia crítica. No es casualidad el que toda estructura coercitiva, autoritaria y vertical necesite y a la vez genere una correspondiente estructura psíquica funcional a esos objetivos. Es tan ciega esta necesidad que los mismos bolcheviques se dieron cuenta muy pronto de su poder autodestructor.

V. Serge analizó cómo las checas seleccionaban “poco a poco su personal en virtud de sus inclinaciones psicológicas. Sólo se consagraban de buen grado y obstinadamente a ese trabajo de “defensa interior” ciertos caracteres desconfiados, rencorosos, duros, sádicos. Viejos complejos de inferioridad social, recuerdos de humillaciones y sufrimientos en las cárceles del Zar los hacían intratables y, como la deformación profesional actuaba pronto, las checas formaban inevitablemente depravados con tendencias a ver conspiraciones en todas partes y a vivir ellos mismos en el seno de una conspiración permanente”.

Otros muchos estudios confirman esta interacción entre los rasgos previos de la estructura psíquica y la función represora que cumplen, reforzando la efectividad de la máquina de orden, anulando la conciencia e imponiendo la sospecha, el rencor y el sadismo contra el pueblo y el masoquismo ante la superioridad. La tortura, en todas sus formas, es parte de este entramado destructor que el sistema perfecciona y amplía aumentando sus gastos improductivos. Fue esta máquina la que se sublevó en 1936, la que asesinó a los cinco revolucionarios el 27 de septiembre de 1975, la que ahora consume más y más presupuesto del gobiernillo vascongado para lograr que la Ertzaintza sea la policía mejor pagada del mundo, según Gasteizkoak.

26 de septiembre de 2007

 

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