Los leones de Cibeles

Contaba Ovidio en su obra Las Metamorfosis, esta fábula que a continuación se expone:
“El padre de Atalanta, qué sólo quería hijos varones, abandonó a esta, recién nacida, en un monte. Fue amamantada por una osa, hasta que unos cazadores la recogieron y criaron. Con el paso del tiempo adquiriría habilidades de los que un día la acogieron en su seno, por ello, era la velocidad una de las cualidades que la definían, y la caza, su dedicación.
Ya en edad casadera, esta anunció su negación a contraer matrimonio, dado que un oráculo la había anunciado que, de hacerlo, se transformaría en animal. Con objeto de alejar a sus pretendientes, anunció que se casaría únicamente con el hombre capaz de vencerla en una carrera, advirtiendo que mataría al que no lo consiguiese.
Al empezar la carrera daba un poco de ventaja a su rival y lo perseguía, armada con una lanza, con la que lo atravesaba al alcanzarlo. De esta forma murieron muchos jóvenes, hasta que Hipómedes quiso ser su contrincante.
Este llevaba consigo tres manzanas de oro que le había dado Venus, diosa del amor. Durante la carrera, cada vez que iba a ser alcanzado, el joven arrojaba una de las manzanas a los pies de Atalanta. Ella, curiosa, se detenía a recogerlas, por lo que Hipómedes resultó vencedor”.
Dice también la fábula, que sendos jóvenes entraron un día en el templo de la diosa Cibeles, donde saciaron su sed de amor. La profanación de aquel santuario con el ultraje de un acto prohibido hizo que ambos fueran metamorfoseados en leones, para que no se unieran entre sí y tirasen del carro de la diosa.
En aquel entonces se creía que los leones no se unían entre sí, sino con leopardos, y mucho me temo que aún, en pleno siglo XXI, ciertas cuestiones de la ciencia y la sexualidad del ser humano, siguen sin resolverse, a pesar de que en estos últimos días hemos podido tener conocimiento de otro gran avance tecnológico: el retrete que se utilizará en los viajes espaciales. ¡Espléndido!, creamos grandes maquinarias que contribuyan a nuestro “bienestar” y sin embargo, nos encontramos aún con ciertos jueces, políticos y sujetos de a pie, que consideran que la homosexualidad es una enfermedad, es decir, que no es posible que dos leones gocen, se retocen y lleguen al orgasmo juntos, sino que requieren, necesitan, de dos panteritas para todos estos placeres de la vida, sin hablar de lo que ocurriría, si el caso fuese entre dos leoncitas que gozan, se retozan y coitean juntitas, evidentes pobres enfermas que ante el mayor despliegue tecnológico de la historia, en el que el hombre ha conseguido cagar en la luna, no se han dado cuenta que para estos pormenores de la vivenciación de la sexualidad, requieren de el estimadísimo macho Sr. D. Leopardo.
El progreso no sólo consiste en avances tecnológicos, considerando este como la creación, conocimiento y empleo de maquinarias, que si bien es cierto, ha contribuido a facilitar la tarea y a que otros, por ejemplo, puedan tener una vida más óptima, como así ha sido en el uso de nuevas tecnologías para la comunicación de personas con déficits en esta área, sin embargo, ello, no ha de mermar, y mucho menos abolir el enriquecimiento del ser humano, sino, servir de apoyo en su desarrollo integral, por lo que ciertas inversiones en concienciación humanitaria, en materia de sexualidad no nos vendría mal a ninguno y ninguna, sobre todo, a aquellas personas que a pesar de manejar Microsoft con soltura siguen considerando la homosexualidad una enfermedad.