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Estado español :: 25/03/2007

Madrid. Vivienda Digna. La gente está más que harta

Jaume d'Urgell
Crónica de la manifestación de Madrid. Detrás de las manifestaciones celebradas el sábado, 24 de marzo de 2007, más allá de la mera reivindicación del derecho a la vivienda digna y contra la precariedad, encontramos un mensaje muy claro: el hartazgo social es insostenible.

Alguien de quien no quiero acordarme declaraba ayer que la crispación política había alcanzando ya "niveles prebélicos" la verdad, no sé qué creer, pero lo innegable es el hastío que lo llena todo: la gente está harta de ver cómo la engañan, harta del permanente embuste político, harta de trepas de todo pelaje, harta del dictador Juan Carlos, harta de recalificaciones de suelo, harta de ver cómo faltándonos hospitales se malversa nuestro presupuesto para destinarlo a cosas como asesinar a centenares de miles de personas en Iraq, el Líbano, Palestina, Afganistán, el Sahara, Haití, Mauritania o cerca del Estrecho; estamos más que hartos de aguantar al partido de Francisco; hartos de cobrar como hace ocho años y pagar más del doble por cualquier cosa; hartos de que se use incluso a los muertos para lograr más votos, estamos hartos de la injusticia, hartos de estar hartos y no poder confiar en nadie, porque nadie en absoluto representa hoy a la clase obrera. Los políticos con cargo solo se representan a si mismos, a sus propios intereses y a los de sus cómplices, familiares y amigos.

Como prueba de ello: hubo un momento muy especial en el transcurso de la manifestación justo cuando la marcha transcurría frente al Casino de Madrid, sito en la confluencia de la calles de Alcalá y Sevilla. Una veintena de provocadores oligarcas tuvieron la "feliz idea" de increparnos desde los balcones, mofándose de quienes nos manifestábamos exigiendo justicia social. Por fortuna existen fotografías que atestiguan algo surrealista: se trataba de capitalistas "de libro", en estado puro, el arquetipo de un aristócrata global: tez recia, pose estirada, puro en una mano, copa en la otra, gomina, chaqué, chaleco, gemelos y un ilimitado odio brutal, visceral, antihumano.

Hubo quien no llegó a percibir la situación -en ese preciso instante la marcha tendía a alargarse por causa de los obstáculos procedentes de las obras-, pero lo cierto es que hubo unos momentos de extrema tensión, de acción contenida, de mutua calibración de fuerzas

Por un lado, aquí estaba el Pueblo, reclamando algo tan esencial como el derecho a no vivir en la puta calle. Y de otro, sobre nosotros, asomados al balcón de un suntuoso palacio, ellos: el Capital, en estado puro. El escalón perfecto. Los que quitan y ponen, por encima y por debajo. Quienes financian -o no- campañas electorales, quienes dan las órdenes a brokers, magistrados, policías, secretarios de organización, generales, editores, operadores de suelo, obispos y demás cleptócratas antisociales. Estaban allí, insultándonos, riéndose del pueblo en nuestra cara.

Afortunadamente -para el mantenimiento de la paz-, ya sea por nuestro mayor civismo, por simple estrategia militar, por cobardía -que no lo creo-, asombro o falta de sincronización el caso es que no hubo respuesta. Menos mal. Porque por unos instantes, parecía que la masa iba a asaltar aquel núcleo de arbitrariedad neoliberal, con impredecibles consecuencias.

La sangre no llegó al río. Primó la moderación de los manifestantes, y, a excepción hecha de las acciones de protesta realizadas al margen de la manifestación principal, que pudieran tener lugar una vez ésta hubo concluido, lo cierto es que durante el transcurso de la marcha apenas ocurrió incidente alguno.

Excelente respuesta por parte de la ciudadanía, puesto que a pesar de la precariedad, a pesar del silencio de los medios de comunicación y prensa burguesa, a pesar del disuasorio historial de represión solo en Madrid la asistencia rondó las 50.000 personas, cifra muy respetable para este tipo de protestas, tanto por su número en términos absolutos, como por la tendencia y consolidación del movimiento de protesta como tal.

Otro éxito más de la Asamblea por una Vivienda Digna y contra la Precariedad. Y ya van muchos. Éxitos que, recordémoslo, no vienen solos. Nada es gratis. Hay que moverse, salir a la calle, vender camisetas, procurar un servicio de orden, informar con precisión, comunicar con genialidad y en resumen, mantener una organización abierta, horizontal, asamblearia y participativa.

Entre las consignas que pudieron oírse, además de las ya clásicas de: "Queremos un pisito, como el del principito", "¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¡Que no tenemos casa!", "Espe Espe ¡Especulación!", "Derecho a techo", pudieron escucharse algunas más novedosas como: "Si va a ser que no... ¿Pues qué va a ser?", "Rajoy y Zapatero, a vivir en un trastero" y "Queremos un chalet, como el de ZP".

Y por supuesto, aunque desde un sector de los organizadores todavía hay quien pretende que todo esto no tiene nada que ver con la política ni con los partidos, la gente es libre, y en su libertad acuden a las manifestaciones con los símbolos que les da la gana, unos claramente partidistas como el Partido Comunista de España o el Partido Comunista de los Pueblos de España, otros de organizaciones sindicales y sociales como Comisiones de Base o Corriente Roja, y otros, portando símbolos neutros que representan aspiraciones de un futuro más justo, como la enseña republicana, las banderas rojas, anarquistas, pendones castellanos o incluso del movimiento okupa diversos, pero unidos contra el Capital.

Kaosenlared

 

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