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Estado español :: 01/06/2014

Manuel Martínez: «Aprendimos y disfrutamos lo que era el apoyo mutuo entre los presos»

I. Nistal
Hablamos con Manuel Martínez, ex-preso social de COPEL, la organización que a finales de los 70 organizó la defensa de los presos en las cárceles españolas.

Hablamos con Manuel Martínez, ex-preso social de COPEL, la organización que a finales de los 70 organizó la defensa de los presos en las cárceles españolas. Con él rememoramos aquellos años de unión, lucha y la puesta en práctica de la autogestión dentro de las prisiones.

Pregunta.— Fue condenado por la conocida Ley de Vagos y Maleantes. ¿Qué recuerdas de aquella época?

Respuesta.— Esta ley databa de 1933 y en su primer capítulo dice textualmente que sólo era aplicable a las personas de ambos sexos mayores de 18 años. La sufrieron personas tan poco sospechosas de vagos o maleantes como Durruti y otros cientos de compañeros libertarios, además del resto del colectivo de pobres y marginados sociales.

Fui condenado en 1967 por dicha Ley, siendo menor de edad, con tan solo 15 años recién cumplidos, cuando mi madre les llevó al juez especial la partida de nacimiento que acreditaba mi edad, me concedió la libertad provisional pero continué preso a pesar de mi edad por la causa que me detuvieron; un hurto de uso de un coche, esto demuestra que era un caso claro de doblamiento de condena, por un solo delito te condenaban dos veces.

En 1968, ya con 16 años, de nuevo fui detenido y ocurrió lo mismo, estando a disposición de la capitanía general de la 1º región militar ya que mis dos compañeros eran desertores del servicio militar obligatorio en aquella época, fui procesado y posteriormente condenado por el mismo juez especial de Vagos y Maleantes, Jesús Carnicero Espinosa, a una condena de 18 meses mínimo a 3 años, también lo fui por los delitos contra la propiedad cumpliendo 6 años y 4 meses.

En 1976 volví a ser preso por una expropiación a un banco y otra vez el doblamiento de condena, esta vez con su sucesora la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, era igual a la de Vagos pero con una rebaja en la edad mínima de 18 a 16 años e incluía a los homosexuales y drogodependientes o traficantes. No podías beneficiarte de ningún indulto ni redimir por trabajar, eras obligado a ello sin redención alguna.

Estas dos leyes hoy serían inconstitucionales. En la práctica no tenías derecho de defensa, no podías recurrirla; tenía de un mínimo a un máximo en función de la conducta o de lo mal que le cayeses a algún carcelero, cualquier falta leve interna, era motivo para aumentar la pena mínima y lo hacían, claro está.

En mi segunda etapa carcelaria de 1976 a 1981 la primera medida fue de 4 meses a 3 años y por faltas como autolesiones, huelgas de hambre y una fuga acabé cumpliendo 26 meses.

Precisamente estamos en proceso de querella contra los crímenes del franquismo a través de la justicia universal por estas dos leyes, denunciamos el trabajo esclavo entre otras cosas y a través de la página de Facebook “Ex presxs Sociales-COPEL “hacemos un llamamiento a todos los “vagos y peligrosos” a que se unan a la querella. Somos conscientes de las poquitas personas que puedan estar vivas, la gran mayoría fueron víctimas del genocidio causado por el Estado, bien por la heroína, como en controles policiales o a través de la trama policial de los años de la transición o en las cárceles.

P.— ¿Qué papel jugaban los libertarios dentro de las cárceles? ¿En qué se diferenciaban respecto a otras corrientes políticas? ¿Quién era “la novia de los presos”?

R.— Los presos libertarios supusieron una gran ayuda al resto de presos sociales por la relación humana que mantenían con nosotros, por sus reivindicaciones coincidentes en su totalidad con los que hacia COPEL, de hecho todos los presos libertarios fueron compañeros activos en la Coordinadora. Aprendimos y disfrutamos lo que era el apoyo mutuo entre todos los presos.

Se diferenciaban con los presos políticos principalmente en que eran abolicionistas. Nunca se consideraban ni les gustaba la etiqueta de políticos.

La CNT era bien llamada la “novia de los presos” por el apoyo sobre todo de sus bases militantes. Como organización también se manifestó a favor de la lucha de COPEL, pero recalco el apoyo de los Comités pro-presos, que fue importantísimo sobre todo para los presos más marginados y represaliados que estábamos en celulares encerrados individualmente 23 o 24 horas diarias, sufriendo torturas de todo tipo, físicas y psicológicas. Esta ayuda y apoyo moral e ideológico, nos daban alas para aguantar tanto sufrimiento. También tenemos que recordar y agradecer la gran ayuda de los abogados solidarios que hicieron mucho - aunque eran una minoría -, nos protegieron muchísimo, todo lo que pudieron.

El grueso de los Grupos Autónomos Libertarios y los Comandos Autónomos Anticapitalistas fue el gran apoyo comprometido que tuvimos en el exterior, sobre todo los primeros hicieron acciones de boicot, expropiaciones, planes de fuga, planes llevados a la práctica, incluso fueron algunos de ellos detenidos y presos por este tipo de acciones en las que se reivindicaba el apoyo a COPEL y la destrucción de las cárceles.

P.— ¿Cuándo entró en la COPEL?

R.— La Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), ya estaba recién creada cuando ingresé en 1976 y ya se había realizado el primer secuestro de compañeros que fueron aislados del resto en la Rotonda de la 6ª Galería. Fueron alrededor de 40, para evitar el contagio y que no se hiciese proselitismo, fracasaron en ese intento porque los compañeros que no incluyeron en ese primer secuestro de 40 y los que como mi caso caímos después, continuamos de forma asamblearia y clandestinamente con la lucha, con huelgas de talleres, huelgas de hambre, denuncias colectivas y mucho intento por concienciar a la mayor parte de los presos de nuestras reivindicaciones.

Recuerdo largas noches escribiendo panfletos a la luz de una vela o candil de aceite con la mano y muñeca hinchada de tanto uso, al final escribíamos «compañero no la tires, pásala» y era increíble, nunca vimos a nadie tirar uno al suelo, fueron pequeños gestos los que nos hicieron concienciarnos de las reivindicaciones. Comenzaron por ser denuncias de las inhumanas condiciones en que se encontraban los compañeros en las celdas bajas de castigo, sin un colchón durante el día, echando cubos de agua para hacer más penosa su situación, sin patio, lectura ni comunicaciones o correo con sus familiares, sin poder fumar y en silencio sepulcral hasta que salieses de celdas. Solían ser castigos de 40 días o 21 que se hacían eternos, las celdas ni ventana tenían, ni lavabo, tan sólo una letrina en el suelo por el que por las noches nos visitaban las ratas y con un cabo de celdas, más cruel todavía que los carceleros.

A medida que íbamos consiguiendo metas como el cierre de las celdas bajas, Palomares, que era donde escondían a los homosexuales del resto de presos, también fueron abiertos para que hiciesen vida común con el resto en igualdad de condiciones, en definitiva, humanizando tanto las condiciones como nuestras relaciones personales y de grupo se fue creando una solidaridad y apoyo mutuo.

P.— ¿Por qué COPEL?

R.— El detonante de la creación y explosión de COPEL fueron las dos amnistías concedidas exclusivamente para todos los franquistas y presos políticos. A nosotros, los presos sociales, se nos intentó acallar con un miserable indulto, encima con la advertencia de que muy posiblemente la Constitución prohibiría la concesión de indultos generales, sólo se reservaron los particulares para sus allegados, policías, empresarios, corruptos de todo tipo políticos, militares, etc.

Destacaría de este movimiento las más de cien fugas que se lograron llevar a cabo y la solidaridad en que vivimos esos casi tres años, así como la toma de conciencia de quien era nuestro mayor enemigo, las autoestimas colectivas cada vez que conseguíamos una reivindicación y por supuesto cada vez que destruíamos una cárcel en un motín eran subidones de adrenalina, a pesar del terror que les seguía.

Después con la nueva Ley General Penitenciaria (debían de tener mucha urgencia), que fue la primera ley orgánica que se aprobó en el parlamento, con sus permisos, vis a vis, desaparición de censura, etc. Un claro ejemplo del “divide y vencerás”, porque poquitos han sido los presos reconocidos como militantes de COPEL que hayamos tenido acceso a ninguno de esos beneficios, sólo el hablar con nosotros era motivo para que no le concediesen ninguna petición a nuestro interlocutor.

Nosotros acabamos como cuando comenzamos, chupando celular sin beneficio alguno, torturados por carceleros o antidisturbios, con todo tipo de censura, por eso lo importancia de los comités de apoyo, que sólo con su cariño y empatía nos hacían libres y más soportable esa situación.

P.— ¿Qué fue la Comuna Libertaria?

R.— En la cárcel de Carabanchel y en cualquier otra donde se juntaran un grupito de presos con esa afinidad libertaria sin importar raza, condición o procedencia social, en el caso de Carabanchel por ser una cárcel donde estaban todos los presos políticos a la espera de ser juzgados en la Audiencia Nacional, antiguo T.O.P. (Tribunal de Orden Público franquista) existían varias comunas: milis, polis-milis, Terra Lliure, independentistas, gallegos, GRAPO, FRAP, CNT, y la libertaria, estas dos últimas en ocasiones sólo fueron una.

En ella estábamos presos sociales, autónomos, libertarios y autónomos anticapitalistas de Euskadi, las demás comunas eran bastante herméticas, sólo tenían cabida sus militantes, no así la libertaria que estaba abierta, en ella se compartía la comida que en esa época todavía podían pasar los familiares. Solía haber biblioteca en alguna celda próxima, se disponía de un infernillo eléctrico para poder calentar los alimentos del exterior… Esta comuna no era propiedad en exclusiva, los presos sociales también podían hacer uso racional de él. Otra diferencia notable era la relación entre sociales y libertarios que era abundante, todo se compartía, había caja común y a todos nos unía nuestra reivindicación abolicionista de la cárcel. En mi caso personal me enriqueció mucho como persona, mi relación con el movimiento libertario, tengo muy bellos recuerdos de compañeros libertarios, con los que coincidí tanto en la comuna como en la lucha de COPEL.

P.— ¿Cómo ocurrió el motín de Carabanchel?

R.— El motín del 18 de julio de 1977 en Carabanchel fue ideado principalmente por el núcleo de compañeros que estaban aislados en la rotonda de la 6ª Galería. La fecha no fue casual, todo estaba preparado con antelación incluso se llegó a debatir en asambleas clandestinas, la comunicación entre los colegas de la rotonda y los que estábamos en la 3ª era fluida y diaria, así estábamos al tanto por ambos lados, el aislamiento no era obstáculo para nosotros que ya llevábamos muchos años de experiencia carcelaria a nuestras espaldas.

Previamente fuimos estudiando nuestra subida, así nos organizamos en grupos para que al detonante o aviso que era cuando un grupo pequeño - con el fin de que pudiese ser rápida la acción- , seis o siete personas subieran al tejado nos pondríamos en marcha nosotros. Un grupo se encargaba de expulsar a los carceleros, no hizo falta porque al primer grito salieron corriendo y nos dejaron encerrados en la galería. Otro grupo abrimos una puerta que daba a un patio muerto y una galería sin terminar de construir por donde subimos a la terraza, de allí haciendo un apaño con tres tablones de obra atados con tiras de sábanas pasamos de la galería sin acabar que sería la 2ª a la nuestra, la 3ª, esto fue muy peligroso pues había una altura considerable de cuatro pisos creo recordar, y para mí que sufro de vértigo fue lo peor de mi vida, agarrándome a los ladrillos de la cúpula y sin mirar hacia abajo lo logré, también empujado por los ánimos de los colegas que venían detrás de mí, así pude pasar a pesar de que los tablones no eran nada firmes. Una vez en la terraza, fuimos rompiendo y haciendo agujeros para que subieran el resto de compañeros. A la gran mayoría les pilló por sorpresa el motín aunque el ambiente que respirábamos era de eso después de la amnistía.

Se invitó a los que no quisieran secundar el motín a que sin ningún problema podían bajarse o no subir. Poca gente no se unió, estuvimos tres días con sus noches, abrasándonos de día y helándonos por la noche, sin comida y lo peor, sin agua, hicimos asambleas por todos lados. Nos organizamos en todos los frentes para defendernos de los ataques de pelotas y balas de goma y de plomo, gases lacrimógenos que nos lanzaban desde dos helicópteros, al principio botes pequeños de 1 kilo, luego fueron botes de 5 kilos. Esto fue porque los de un kilo se los devolvimos a los antidisturbios que estaban en las otras galerías y abajo escondidos, tuvimos que bebernos el agua de las cisternas del váter, de las celdas del último piso, bajamos en plan comando a coger el agua para que bebiésemos todos, jugando al escondite con los policías, a los que cogían les molían a palos.

Los dos primeros días estuvieron negociando los abogados solidarios con el Gobierno, pero había mucha confusión, ya no estaba Franco pero sí que seguían siendo los mismos esbirros y esto para ellos era imposible de tolerar. Tuvimos un gran apoyo social en el exterior. Los dos primeros días con la AFAPE, (asociación de familiares y amigos de los presos) luego les fueron alejando con camiones cisternas de agua a presión, a caballo pegando indiscriminadamente a personas mayores, niños y a lo que se moviese.

Los dos primeros días con la cárcel acordonada, era impresionante la energía y solidaridad que nos transmitían con sus gritos y banderas, sobre todo negras, rojinegras y alguna que otra con la hoz y el martillo, por la noche aguantaban con hogueras para calentarse y que les viésemos, nos cantaban, gritaban consignas de apoyo, realmente este apoyo nos dio alas, cuando ya vimos que los iban alejando, nos temimos lo peor, así que siempre en asamblea se decidió bajar, teníamos garantías que no se iban a producir torturas pero sabíamos que no las cumplirían, como así fue. Fueron buscándonos selectivamente y a los que consideraron más participativos nos llevaron secuestrados en grupos de 40 que éramos los que cabíamos en cada furgón de la Guardia Civil.

Nos quitaron nuestras ropas, nos dieron un mono azul y después de una enorme montaña del calzado que nos quitaron nos hicieron coger un par para cada uno, claro íbamos con dos playeras del mismo pie, o números pequeños o grandes.... acabamos todos descalzos.

A mí me mandaron a El Coto, en Gijón. En cuanto llegamos entramos los 40 compañeros cantando nuestro himno a grito vivo con letra de COPEL y música del himno de los partisanos Bella Ciao. Nos recibieron los carceleros apoyados por antidisturbios pero en esa ocasión no se atrevieron a pegarnos como sí ocurrió en Carabanchel cuando salimos, que nos hicieron pasillos de policías. Les debimos dar pena por el aspecto que teníamos descalzos, llenos de mierda de cuatro días con el mono azul, llenos de hematomas y heridas por todo el cuerpo, oliendo a Zotal, que son unos polvos que nos echaron en Carabanchel para desinfectarnos y evitar epidemias, decían.

Al día siguiente en la asamblea desde las ventanas de nuestras celdas, nos pusimos en huelga de hambre y nos autolesionamos cortándonos en los brazos cada uno con lo que tenía a mano trozos de cristal, latas, clavos afilados, plásticos que con fuego y machacando el filo bien, también cortaba, también nos tragamos objetos con el fin de visibilizarnos y salir al hospital, cosa que solía ocurrir, nos tragábamos mangos de cuchara de aluminio, chapas de botellas, cadenas de las cisternas, etc. Menos mal que no teníamos que pasar por ningún detector, bueno tal vez ni existiera en esos años.

Este motín tuvo efecto llamada en otras muchas prisiones que también se destruyeron por todo el Estado. Los secuestros y la dispersión nos vinieron bien para extender la lucha a casi la totalidad de las cárceles.

P.— ¿Llegó a conocer a Agustín Rueda?

R.— Personalmente no llegué a conocer a Agustín Rueda, pero sí a través de otros compañeros tanto sociales que convivieron con él, como autónomos libertarios que se conocían de dentro y de fuera de la cárcel. Precisamente en marzo de este año pasado asistí al homenaje que se le hizo en el Pirineo donde se volvió a colocar una placa en recuerdo de su persona y la de Simón, compañero que fue detenido y torturado junto a él.

P.— ¿Cuándo comenzó a hacer estragos la heroína dentro de las cárceles?

R.— La heroína fue introducida al mismo tiempo en los barrios obreros más combativos así como en las cárceles, más o menos por el año 78. Fue una experiencia que viví y sufrí dentro, en concreto en Carabanchel. Pasamos de tener hachís y alcohol (vivíamos en un régimen de mal llamada autogestión que era nuestra exigencia, era una co-gestión a secas pero aun así teníamos parte y a veces la totalidad del control de la prisión) a tener acceso a estas drogas blandas y que era lo único que existía se pasó de repente (aprovechando una ocupación de toda la prisión por los antidisturbios), a no encontrar ni un chupito de coñac o un canuto que compartir, eso sí, había heroína por todos los rincones, se preocuparon mucho con que no pudiese entrar nada de bebidas, hachís o marihuana, para así viciar a gran parte de los presos a la heroína.

Fue una experiencia muy dura para todos los presos, pero principalmente para los militantes más concienciados de COPEL, que vimos como compañeros de lucha iban cayendo en la adicción a la heroína, conocimos los primeros síndromes de abstinencia y sus consecuencias funestas para el colectivo. Desde las últimas asambleas que celebramos se avisaba a todo el mundo del peligro de consumir esta droga, pero no fue eficaz. Nosotros en un principio mediábamos en los conflictos a veces muy violentos entre grupos de incontrolados (yonkis) que eran protegidos por los carceleros por el buen trabajo de desestabilización e insolidaridad que hacían. Por el contrario a los miembros de la coordinadora nos secuestraban llevándonos a otras prisiones, en régimen celular, o sea, 23-24h en una celda, así que la jugada de la introducción de la heroína fue muy rápida, dio sus frutos y preparó el terreno para que fuese bien vista y acatada la reforma general penitenciaria. Esta reforma cambió la tipología de los presos pasando a ser los delitos contra la salud pública los mayoritarios, robos, hurtos y demás hechos exclusivamente para tener la dosis, después y a consecuencia de esta jugada apareció el SIDA ya que todos compartían jeringuilla, la hepatitis..., apareciendo el preso dependiente.

P.— ¿Cómo vivieron la Ley de Amnistía del 77? ¿Se respiraban aires nuevos con el fin del franquismo?

R.— La lucha por la amnistía se vivía muy intensamente hasta que se consiguió, aunque no beneficiase a los presos sociales que eran víctimas del franquismo y paradójicamente si beneficiaba a los causantes de esas víctimas, o sea, a los dictadores y todo el aparato policial, judicial, carcelero, etc., que siguieron ejerciendo y encima amnistiados por si acaso.

La lucha por la amnistía fue muy participativa en los grandes núcleos urbanos y obreros, desde dentro de las cárceles también se luchó por ella, por eso supuso un duro golpe moral para los presos que nos quedamos dentro, sobretodo constatar la falta de apoyo de los grupos políticos incluyendo a la izquierda en pleno.

La única honrosa excepción fue CNT y el Movimiento Libertario así como parte de los intelectuales que de pasada hicieron algún comentario. Desde luego no acabó con nuestras ansias de libertad, COPEL creció y se radicalizó nuestra lucha con acciones más contundentes, creció nuestra solidaridad y el apoyo mutuo, aprendimos a compartir, a vivir en comunidad, a autogestionarnos dentro de las limitaciones de la cárcel.

P.— ¿Qué te sugiere el nombre de Rafael del Río?

R.— Recuerdo que era un policía que llegó a director general con los socialistas y que estuvo vinculado con el GAL en la lucha de las cloacas. Actualmente es director de Cáritas unos años (destinos del Señor).

P.— ¿Cómo calificarías tú paso por la cárcel? ¿Qué diferencias o similitudes ves respecto a la actualidad?

R.— Mi paso por la cárcel, 11 años en total, estuvo precedido por colegios internos de monjas y curas, psiquiátricos y reformatorio de menores también de los curas terciarios capuchinos. Por esto y a la temprana edad de 13 años que comenzaron a reprimirme, me fui haciendo un callo para poderlo soportar.

Hubo dos etapas diferenciadas, no por la calidad o cantidad en cuanto a tortura o represión, que era similar, fue el antes y después de conocer quién era realmente mi enemigo, el Estado, con todo su aparato represor, esto se lo tengo que agradecer a los compañeros, primero marxistas y luego anarquistas, con los que conviví, sufrí y aprendí mucho, tanto en la teoría que me leí a todos los clásicos, como en el día a día. Libros como Los anarquistas expropiadores moldearon mi personalidad, pasé de ser un atracador a ser un expropiador y esto fue muy enriquecedor para mí, moral no económicamente, bueno, también aprendí a valorar el dinero en su justa función social; la de cubrir nuestras necesidades. Por esto, nada más salir en el 81, formamos un grupo y nos dedicamos a ayudar a los “compis” que estaban dentro, a los que salían, a los que volvían a caer, así hasta que por razones de seguridad tuve que irme a la clandestinidad, acogido por una gente que es todo solidaridad y practican lo del apoyo mutuo hasta sus últimas consecuencias. Vivimos clandestinamente en una pequeña comuna durante varios años, tuvimos hijos y ya regresamos casi todos a la tierra que nos torturó.

Similitudes con la actualidad en las cárceles las hay, sólo el hecho de ser cárcel es tortura, aunque tengan barrotes de oros y a pesar de los módulos de respeto o por culpa de ellos, en la cárcel se sufre todos los días. La lista de carencias simplemente sería larguísima y para lo último que sirven es para rehabilitar que ni eso hacen ni lo intentan, sólo lo publicitan. Sólo sirve y se sirven de ella para castigar, leyendo el libro de César Lorenzo Cárceles en llamas (ver CNT nº 407) se comprende muy bien todo esto.

Yo animo a toda la gente solidaria que la hay en este país y en el mundo entero a que formen grupitos de apoyo para ayudar a todos estos presos que tenemos y a su entorno si lo tuvieren. Existen cadenas perpetuas encubiertas, enfermos terminales y existen los FIES, que no por ser ahora legales, son menos crueles, si acaso peor todavía. Llevan más de un año con la campaña “Cárcel=Tortura” y no lo visibilizamos lo suficiente para lo que se merecen y lo que arriesgan.

Periódico CNT nº 411 - Mayo 2014

 

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