Movimiento Obrero: Unidad


En la década de los años 60 del siglo pasado, la lucha de clases en el Estado español se agudiza de forma notoria, tomando formas y características de autenticas respuestas obreras organizadas a la explotación capitalista y a la dictadura del General Franco.
Las organizaciones sindicales eran inexistentes desde el punto de vista de la legalidad burguesa, no así en el seno del movimiento obrero en la fabricas, los astilleros, las minas, los andamios…etc.
En las bases obreras existía un proceso creciente de acumulación de fuerzas y de elevación de la conciencia de clase, nacido de las propias bases tanto de dirigentes y cuadros sindicales de incalculable valentía, de obreros y obreras que crecían culturalmente al calor de las corrientes marxistas y orgánicamente en el seno de las células comunistas organizadas en centros de trabajo y en barrios obreros.
Las detenciones, las torturas, los despidos, los asesinatos…, eran la banda sonora de una dictadura fascista que ya no podía garantizar el roll de fiel guardián de los valores patrios, para mantener la tasa de ganancia del capitalismo español, único valor real de estos bastardos.
Durante esos años la solidaridad fue la base sobre la que se edificó la resistencia y la contestación obrera. La solidaridad constituyó la base, el núcleo central, del desarrollo del movimiento obrero, pero la solidaridad de clase nada tiene que ver con la caridad. Se trataba de una sensación de pertenencia a la clase, a que todo lo que le pasaba a un trabajador/a le pasaba a todos; se trataba en definitiva del orgullo de clase, antesala indiscutible de la elevación de la conciencia trabajadora.
En la base de la solidaridad latía y late el corazón de la unidad de la clase obrera.
En los años finales de la dictadura, cuando se preparaba el salto político a la democracia formal burguesa, en ese periodo que se ha dado en (mal) llamar la transición, las patronales y los restos del naufragio de la dictadura habían perdido parte importante de su poder en las calles, en la contestación y en las huelgas.
Eran plenamente conscientes de que, con un movimiento obrero fortalecido en las luchas, musculado en las huelgas, y con una importante apuesta por la ruptura con el fascismo, sería imposible que la operación de la transición pudiera salir adelante.
Era evidente que había que desactivar a la clase obrera; para lo cual pusieron en marcha toda una operación destinada a fragmentar, a dividir y a traicionar a los trabajadores; para ello contaron con ayudas inestimables.
El eurocomunismo, fue al que se le encargó de desactivar la conciencia de clase. Los sectores más pactistas del movimiento sindical fueron encumbrados frente a los sectores que apostaban con claridad por la ruptura con el régimen. Todo ello fue acompañado de la elaboración de toda una batería de leyes que preparaba el cambio. Una legislación que fue apoyada por la traición amarillista y la decadencia moral y política del PCE.
Si observamos de cerca este periodo veremos que las primeras medidas que se preparan son las leyes anti obreras tendentes a limitar su fuerza como clase. Al diseñarlas pretenden quebrar la espina dorsal sobre la que se asienta esa fuerza: la solidaridad. Y lo es, porque la unidad de la clase obrera es la expresión organizada de esa solidaridad. Dicho de otra forma, la solidaridad entre la clase obrera encierra un grave peligro para el sistema y es que su práctica tiene como consecuencia la unidad de clase. De modo que para dividir a la clase y sus objetivos, la legislación que si bien recogía ciertas libertades políticas y sindicales antes conquistadas, debía incorporar con toda claridad la prohibición expresa de la huelga de solidaridad.
Al impedir la solidaridad en el movimiento huelguístico, lo que se estaba prohibiendo de facto era la acción unitaria, conjunta y consciente de la clase obrera; es decir, la huelga ya no podría suponer un riesgo para el capital. Debía atomizar la lucha y desposeerla de su carácter unitario; en definitiva, mellar el filo del arma más poderosa de la clase obrera.
Hasta el día de hoy, la huelga de solidaridad en el estado español es declarada ilegal de forma inmediata si se aprecia en una convocatoria algo a lo que pueda tener este sesgo. Al romper la columna vertebral de la huelga, rompían a la vez la columna vertebral del movimiento obrero, la unidad.
Cuando al movimiento obrero se nos secuestra la unidad de clase, se limita su carácter revolucionario y por lo tanto su capacidad para provocar cambios sociales y políticos. De todo esto los trabajadores debemos aprender una importante lección: si no conquistamos espacios unitarios organizados, estaremos en una debilidad permanente.
Permítanme ilustrar esto con algún ejemplo. En los últimos tiempos la clase obrera está padeciendo un notable aumento de la represión sindical, policial y judicial. Determinados colectivos de trabajadores han terminado su lucha con penas de cárcel elevadísimas, multas millonarias y represión continuada. ¿Acaso esta represión contra los trabajadores/as que luchan, podría mantenerse así si convocáramos una huelga general en respuesta y solidaridad con los compañeros y compañeras represaliados?
La respuesta es evidente. Como es evidente que en el estrecho margen de la legalidad burguesa la misión revolucionaria de la clase obrera carece de espacio.
La lucha por la unidad es la lucha de toda la clase trabajadora. Es indudable que si nos explotan juntos debemos responder juntos; construir la unidad de clase no puede ser una consigna o un anhelo nostálgico que nos lleve a una frustración permanente, todo lo contrario; en la lucha por la unidad de clase encontramos a los mejores hombres y mujeres, y con todos ellos y ellas debemos dotarnos de un programa revolucionario que tenga como eje central reconstruir este principio. Recuperar el músculo del movimiento obrero del que hablábamos antes, pasa sin lugar a dudas por no aceptar las imposiciones del marco legal burgués.
Una última observación. Cuando en 1848 ve la luz el Manifiesto Comunista, Marx y Engels reflejan en él algunas de las más importantes premisas del marxismo: la concepción materialista de la historia, la lucha de clases, los modos de producción… etc. Esta es, sin duda, una guía para la lucha de los trabajadores en su misión por el derrocamiento de la explotación capitalista.
Marx y Engels podrían haber concluido este importante texto con llamamientos a la revolución, al socialismo, a la abolición de las clases…Sin embargo, al final del texto, los más importantes pensadores del movimiento socialista elijen otro llamamiento y nos trasmiten a los trabajadores, desde lo más profundo de nuestra historia como clase, una orden, una instrucción, un deber, sin el cual todo lo demás carece de sentido, de posibilidad.
TRABAJADORES DEL MUNDO, UNÍOS….
cncomunistas.org